Enrique Esteve, médico internista: «A partir de los 60 años comienza la inmunosenescencia»

Lucía Cancela
Lucía Cancela LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Enrique Esteve, médico internista especializado en enfermedades autoinmunes e inmunología reproductiva.
Enrique Esteve, médico internista especializado en enfermedades autoinmunes e inmunología reproductiva.

El experto, especializado en enfermedades autoinmunes y en inmunología reproductiva, explica que al cuidar el batallón de defensas del organismo se reduce el riesgo de infecciones

24 mar 2024 . Actualizado a las 10:07 h.

No existe máquina más perfecta que el cuerpo humano. «Los modelos informáticos, los superprocesadores o la tan manida inteligencia artificial jamás serán capaces de aglutinar un dinamismo tan inverosímil como el que nos ha traído hasta aquí». Quién habla es el doctor Enrique Esteve, médico internista especializado en enfermedades autoinmunes y en inmunología reproductiva. 

Las defensas, las gran olvidadas hasta la pandemia del covid, son fruto de millones de años de evolución y perfeccionamiento, que le ha ido permitiendo adaptarse a un entorno y a otro. Con la pandemia se pusieron en jaque. Muchos escucharon —por primera vez desde las clases de Educación Primaria— las virtudes de cuidar el sistema inmunológico, «nos recordó que existen héroes anónimos en nuestro interior velando por nuestras vidas», explica. 

La primera vez que el doctor Esteve escuchó hablar sobre este batallón fue en Érase una vez la vida, la conocida serie de televisión sobre el cuerpo humano. «Pasé mi niñez viendo capítulos grabados y regrabados de esta producción tan rigurosa». Tanto, que confiesa que en pleno examen de bachillerato en el que se quedó en blanco, su pasión por esta serie hizo que pudiese responder una pregunta sobre inmunología. La curiosidad y las ganas de ayudar también hicieron su parte a la hora de especializarse. Ahora, resume su conocimiento en su libro Inmunes, editado por Grijalbo. 

—¿Por qué es necesario cuidar el sistema inmune?

—Es una gran base sobre la que sustentar la salud. El sistema inmunológico está en todos los procesos, no solo en la evidente defensa del cuerpo, de la protección de las infecciones, sino también en el control de las células cancerosas o en la reparación y la regeneración de los tejidos. Cuidar el sistema inmune es asegurar que vamos a tener menos riesgo de salud, que vamos a tener menos infecciones, que vamos a controlar mejor el cáncer, o que vamos a tener más salud en los tejidos. 

—Explica que las células de este sistema son capaces de neutralizar cualquier agresión.

—El sistema inmune es un complejo y coordinado macrosistema, formado por células, por sustancias innatas que produce nuestro cuerpo y por algunas superficies mucosas. Es un mecanismo de respuesta que nosotros vamos desarrollando durante nuestro aprendizaje, que tiene que ver con proteínas y hormonas. El sistema inmunológico se encarga de localizar una agresión y bloquearla. Esta puede ser una agresión por un agente infeccioso, tóxico, o porque haya un foco de células tumorales que están creciendo mucho. Cuando esto sucede, el sistema inmune marca el problema, genera una inflamación, a través de la cual expande la señal, y finalmente, lo resuelve él mismo. Es decir, se ocupa de localizar, marcar, amplificar y resolver la misma lesión. 

—¿En qué se diferencia el sistema inmune de un niño del de una persona de edad avanzada?

—De pequeños tenemos esa inmunorreactividad porque necesitamos tener muchos anticuerpos, necesitamos conseguir memoria inmunológica para enfrentarnos a todos los retos a nivel infeccioso, y de otro tipo, que pueden poner en riesgo nuestra vida. Es más, durante el desarrollo del embrión y del feto, inmunizamos de forma pasiva a través de la placenta; y cuando el bebé nace, se sigue haciendo a través de la leche materna. Pero en algún momento, nuestro sistema inmune tiene que tomar las riendas. Hasta los 5 o 7 años, el timo, una estructura puesta a nivel cervical, se encarga de gestionar todos los linfocitos, todas las células y las células de memoria, para ir diferenciando cuales quiere procesar, eliminar o amplificar. Este primer período hasta los 7 años es de mucha inmunorreactividad. 

—Es decir, que el sistema inmune está más activo de lo normal. 

—Sí, pese a que podríamos pensar que los niños están inmunodeprimidos. Lo único que sucede es que no tienen una respuesta sólida, sino que sus defensas todavía están aprendiendo. A partir de ahí, poco a poco y ayudado por el calendario vacunal, el sistema inmune va reforzando su respuesta sobre los gérmenes o agresiones más frecuentes. Después, en la edad reproductiva, vuelve a haber una inmunorreactividad elevada. Es decir, hay un proceso de tolerancia a los diferentes procesos de búsqueda de embarazo, en los que se generan bastante anticuerpos porque se está creando vida. Entre los 50 y 60 años, encontramos otro tipo de inmunorreactividad, y a partir de ahí, se entra en inmunosenescencia. Esta es consecuencia de que todo el cuerpo tiende a disminuir un poco su actividad, y el sistema inmune, que consume mucha energía, también lo hace. Así, la gente mayor se vuelve menos capaz de generar respuestas sólidas y la inflamación ya no será tan grande. Es más, aquí podemos ver cómo un paciente de 45 años con una inflamación aguda estará más grave que uno de 85, por la capacidad de inflamación que puede generar. 

—¿Qué es la inflamación aguda y que es la inflamación crónica?

—A los estudiantes de la facultad de medicina les explico que no debemos demonizar a la inflamación aguda, porque procesos de destrucción de agentes invasores, de agresiones que ponen en riesgo nuestra vida, de reparación de tejidos, como los vasos sanguíneos, o de ayuda al sistema de la homeostasia. Es decir, este tipo de inflamación tiene una función que es necesaria para la limpieza y regeneración de tejidos. Sin embargo, si es muy importante, puede acabar generando un daño en el tejido hasta poner en riesgo la vida de alguien o llegar a cronificarse. Así, la inflamación crónica está causada por estímulos repetidos sobre un órgano o un foco inflamatorio, lo que genera anticuerpos que pueden ser, incluso, autoanticuerpos, es decir, anticuerpos contra estructuras propias. Nosotros tratamos de luchar contra esta, porque suele dañar estructuras vasculares, aumenta el riesgo cardiovascular, o puede disminuir la función de un tejido. La inflamación crónica es un concepto más patológico que la aguda. 

—Cuando dice que un proceso inflamatorio puede poner en riesgo su vida, ¿se refiere a fenómenos como la sepsis?

—Es eso. Por ejemplo, es muy fácil de entender con el covid. El daño más grande que hace el Sars-COV-2 es por inflamación aguda. Se genera una inflamación muy importante para bloquear un germen que tiene una alta efectividad, y luego, el cuerpo tiene que gestionar toda esa inflamación. Esta se produce a nivel pulmonar, hace que aumente la permeabilidad de los tejidos para que vayan más células al foco inflamatorio, y al final, se acaban encharcando los pulmones. En este caso, los pacientes tienen un riesgo vital. 

—Señala que, durante el embarazo, el sistema inmune tiene que encontrar una especie de equilibrio entre proteger y no atacar al bebé. ¿Cómo lo hace?

—Claro, se debe entender el proceso de implantación de un embrión como un proceso de inmunotolerancia a un feto, que es semialogénico, es decir, que la mitad de esas estructuras no son propias, sino del padre. Este tipo de tejidos que a través de la codificación genética del padre heredará el bebé tienen que ser aceptados como propios por el cuerpo de la madre. Este proceso es complejo porque se tiene que generar al mismo tiempo que se produce una inflamación suficiente como para que se implante el embrión. Partes de que tienes unas células que abren camino en el endometrio y útero, y tu sistema inmunológico tiene que balancearse entre saber si nos están atacando, o si no nos están atacando y hay que reparar. Es más, todo embarazo viene dado por esto, por un primer proceso de inflamación aguda e inmunotolerancia posterior, y finalmente, por una cascada inflamatoria que, durante el parto, ayuda a desencadenar el expulsivo, que es como un rechazo inmunológico.  

—Destaca que las mujeres con enfermedades autoinmunes pueden experimentar cierto retraso si se quieren quedar embarazadas. ¿A qué se debe?

—Esto es multifactorial, pero es muy importante que se consulte tanto en mujeres con enfermedades autoinmunes, como en varones. Ambos pueden tener afectada su fertilidad por daños sobre el tejido, ya sea ovárico o espermático, o porque algún tratamiento que hayan tenido haya podido dañarlo o porque el paciente o la paciente tenga miedo por si le da un brote. Como es evidente, esta mayor dificultad se debe a que un sistema inmunolóico, que es muy inmunorreactivo o que tiene autoanticuerpos, pueden restar más que sumar en el proceso de implantación embrionaria al que antes hacía referencia. 

—Se sabe que las enfermedades autoinmunes afectan más a las mujeres. ¿Qué factores median en ello?

—Sobre todo, se debe al entorno hormonal de la mujer. Nosotros, cuando decimos que las enfermedades autoinmunes son muy frecuentes en la población femenina, estamos hablando de que algunas son hasta ocho o diez veces más habituales. Esto sucede porque la mujer gestante tiene cierto grado de inmunorreactividad, lo cual tiene su sentido a nivel evolutivo. El sistema inmunológico busca proteger a las mujeres gestantes para perpetuar la especie.

—¿Cuál es la reacción del sistema inmune cuando detecta una célula tumoral?

—El sistema inmunológico hace un chequeo, continuamente, de todas las células del cuerpo y comprueba que expresan en su membrana. Cuando detectan proteínas de una bacteria, de un virus o de unas proteínas anómalas, que pueden estar señalando una actividad celular desmesurada, la marcan. La encargada de hacerlo es la natural killer, y a partir de ahí, o bien ella misma, o bien otras células del sistema inmunológico, generan unos mecanismos de destrucción y control. Por así decirlo, van marcando focos de posibles tumores hasta el punto de que prefieren acelerar la muerte celular que esperar a ver qué pasa. 

—¿Cuando se escapa de su control es, precisamente, cuando aparece el cáncer? 

—Claro. Es la teoría tanto para un foco tumoral en un lugar, como de que se produzca metástasis en el mismo. Es escapar al control del sistema inmune sobre el tumor y que luego se produzcan una serie de mutaciones en los genes de control de expansión de tumores. Es decir, hay mutaciones en estas células y los genes supresores de tumores dejan de actuar. 

—En cada capítulo cuenta una pequeña anécdota o caso sobre alguno de sus pacientes. ¿Hay alguna que recuerde con especial cariño?

—A mí me han marcado, sobre todo, los casos de la vertiente más obstétrica. Los problemas aparecidos durante el embarazo. Si bien es cierto que he ido estudiando el sistema inmunológico en enfermedades autoinmunes, que pueden afectar a cualquier órgano y persona, pero cuando fui viendo que podía haber problemas reproductivos graves, como la muerte fetal o la muerte de bebés no natos, me generó retos en el día a día que hicieron que me implicase al máximo.

—En una de las historias cuenta que, la mejor forma de controlar un dolor articular inflamatorio que encontró una de sus pacientes fue irse a vivir a Cadaqués. Quién pudiera. Dice que es el ejemplo perfecto para entender la importancia de los buenos hábitos en el sistema inmune.

—Así es. Hay que hacer un cambio de 180 grados en la dirección que estamos llevando de las señales que nos da nuestro cuerpo, como la inflamación, el dolor, la fatiga, la dificultad de concentración, el que vayan apareciendo algunas enfermedades de bajo grado, la tiroiditis, los autoanticuerpos o dolores articulares inflamatorios. En lugar de obviarlos hay que escucharlos y pensar qué está sucediendo en mi día a día para perpetuar esta situación. El estilo de vida, entendido como que es el generador y perpetrador de procesos de inflamación o de actividad inmunológica pasada de vuelta, es la clave para controlarlos. Es la base sobre la que se construye todo. 

—¿Qué señales envía nuestro cuerpo que indican que tenemos inflamación?

—Sin duda, el dolor, ya sea muscular o articular. Normalmente, empeora con el reposo, por la noche, porque es cuando más se activa el sistema inmunológico. Es el típico dolor con el que te estiras para ver si mejora y solo empeora. También problemas gastrointestinales, como estreñimiento o cuadros diarreicos intermitentes, o dolor abdominal; que aparezcan lesiones en la piel, tipo alergias, y que sean frecuentes; sequedad de ojos, de boca, de vagina y de las secreciones en general; o que incluso, aparezcan otros procesos más complejos como la inflamación de un ganglio, de una articulación o fiebre de causa desconocida. 

—El sueño y el sistema inmune están directamente relacionados. ¿Cómo influye el descanso en las defensas? 

—El sueño es un proceso de stand by, destinado a reparar, a aprender y a procesar lo que ha ido sucediendo durante el día. Sin embargo, el sistema inmunológico se pone en plena ebullición. Lo hace para eliminar los gérmenes que se le hayan podido escapar, para reparar tejidos que hayan quedado a medio reparar o para seleccionar linfocitos que nos interesan y aquellos que no nos interesan. Por un día que no durmamos, no pasa nada. Pero dormir cuatro horas se convierte en una rutina, toda esa actividad fisiológica y beneficiosa del sistema inmune se perderá y aumentará el riesgo de infecciones, como de enfermedades autoinmunes o de cáncer. 

—Siempre se habla de alimentos buenos para el sistema inmune. ¿Existe realmente una dieta mejor que otra?

—No, no existe. Es más, me cuesta describir una dieta muy concreta para un paciente. En el libro defiende el mindful eating, de manera que se prioricen alimentos de calidad, de proximidad, sabiendo lo que a uno mismo le sienta bien o no. Soy un enamorado de la gastronomía gallega, y ahí tenéis de sobra ejemplos de todo esto que te digo. 

Lucía Cancela
Lucía Cancela
Lucía Cancela

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.

Graduada en Periodismo y CAV. Me especialicé en nuevos formatos en el MPXA. Antes, pasé por Sociedad y después, por la delegación de A Coruña de La Voz de Galicia. Ahora, como redactora en La Voz de la Salud, es momento de contar y seguir aprendiendo sobre ciencia y salud.