Dentro del centro gallego que entrena a las células para vencer al cáncer

ENFERMEDADES
La Voz visita el Centro de Terapias Avanzadas, situado en Santiago de Compostela: aquí se fabrican los soldados biológicos que luchan contra el cáncer en Galicia
15 jun 2025 . Actualizado a las 20:14 h.El tesoro de Galicia se encuentra a cinco minutos del Complexo Hospitalario Universitario de Santiago, a 78 kilómetros del de A Coruña, a 68 del de Pontevedra, a una hora y cuarto del de la provincia de Ourense, y la misma distancia y tiempo lo separa de los hospitales de Ferrol y de Vigo, 100 kilómetros, o lo que es lo mismo, una hora y siete minutos. La joya, que no es la catedral, recibe el nombre de Centro de Terapias Avanzadas de Galicia, y es el lugar donde se fabrican los soldados biológicos que luchan contra el cáncer. Su cercanía a la complejos hospitalarios es de suma valía pues asegura una rápida y sencilla comunicación.
Mariona Baliu, su responsable, abre las puertas a La Voz de la Salud. Lo hace de forma literal. El sitio está tan protegido que, para entrar y salir, es necesaria una identificación. Las terapias avanzadas, que aquí se producen, son medicamentos vivos. «Son distintas a los fármacos sintéticos, como la aspirina, porque son terapias que se basan en células (terapia celular), genes (terapia génica) o tejidos (ingeniería tisular)», expone la especialista. Son nuevas estrategias que ofrecen tratamientos personalizados y de precisión.
186 grados bajo cero
La primera sala con la que se encuentra el visitante es la de criopreservación, una de las más importantes. Paradójicamente, también es la última a la que llega el material celular modificado.
La gran baza es la terapia CAR-T, un medicamento elaborado con las propias células del paciente que, posteriormente, será quien lo reciba. El procedimiento empieza con una extracción de sangre del enfermo, la cual se recibe en este centro. «Lo primero que hacemos es seleccionar de esa aféresis, de esa sangre, los linfocitos que llamamos CD4 y CD8», detalla la responsable. Después, se activan para que proliferen e infectarlos con un virus. «Este virus los modifica genéticamente, les añade el constructo en su ADN del CAR-T, que una vez que ya está integrado se expresa en la superficie», comenta. Estos nuevos linfocitos, descritos como los soldados biológicos, permanecen unos días en cultivo, expandiendo el número para tener suficientes células T. Tras pasar un control de calidad, las células T vuelven al paciente mediante una transfusión de sangre y las células CAR-t se unen a las tumorales, luchando contra ellas sin dañar las células sanas.
Los contenedores de sala de criopreservación aglutinan millones de células modificadas esperando a ser infundidas. Permanecen a 186 grados bajo cero. Uno de los depósitos hace de reserva de seguridad, por si el principal se dañase. «El material de nuestra instalación es muy importante, porque es de un paciente y es un medicamento. No tenemos un stock», señala la especialista.
El nitrógeno permite que los medicamentos CAR-T se puedan guardar durante años con seguridad, como sucede con los proyectos de investigación en los que este centro también colabora. Con todo, las terapias que, en la actualidad, producen, no tardan en llegar al paciente.
Salas blancas
El núcleo del lugar se encuentra en el área de fabricación, donde se producen y controlan los medicamentos de terapias avanzadas. La producción tiene lugar en las conocidas salas blancas, tanto en las salas clasificadas con un grado B, con un nivel máximo de asepsia, y las salas de grado D, con un nivel de exigencia de esterilidad menor. «El grado B asegura un ambiente lo más limpio posible en lo referente al aire, al nivel de partículas como podría ser polvo o contaminación, como a nivel de microorganismos, ya sea de hongos, bacterias o virus», detalla Baliu. La intención no es otra que evitar la contaminación del producto.
Trabajar en ellas no es tarea fácil. Antes de llegar a la propia sala, deben pasar por tres vestuarios y, en cada uno de ellos, se realiza un proceso de higiene diferente. «En el primero, nos desvestimos y no ponemos llevar una primera capa de ropa, que llamamos pijama interior. En el siguiente, nos desinfectamos y nos cambiamos los guantes, zapatos y mascarillas; y ya en el último, nos ponemos un traje integral de arriba a abajo», describe la responsable. La indumentaria final es un buzo que cubre todo el cuerpo con botas en la superficie, guantes hasta los codos, y el rostro protegido por ganas y doble mascarilla estéril. Solo vestirse les lleva una media hora.
La ropa de trabajo complica el movimiento, pero se suma que en estas salas trabajan con unos 45 pascales de sobrepresión, «lo que hace que nuestra labor sea más cansada y haya rotación de personal». En concreto, siempre entran de dos en dos, y en el almacén, que conecta con estos espacios, siempre se queda una persona asegurando el suministro de materiales. «Dentro trabajamos con agujas, viajes o tubos interconectores. Con la cabina de flujo laminar, hacemos una preparación de medios. Es decir, a una parte del medicamento se le añaden otras sustancias, hasta tener la bolsa final que usaremos para producir las sustancias», indica Baliu.
Un pasillo conecta la sala B con la de grado D, donde el trabajo es más llevadero. El grado de esterilización requerido es menor y pueden utilizar ropa más cómoda, como la de un quirófano. Aquí se encuentra el equipo de sistema cerrado, donde se juntan las células, con el virus y la sangre del paciente, a partir de lo cual se producen los CAR-T.
El pasillo del centro continúa por los laboratorios de simulación, réplicas de las salas blancas, que sirven para poner a punto las terapias que todavía se están investigando; así como por el laboratorio de control de calidad. En este último se realizan las pruebas para poder probar que los fármacos producidos en las salas blancas «cumplen con todos los requisitos de calidad, seguridad y eficacia para poder ser infundidos, después, en los pacientes», señala la investigadora.
Por el momento, la terapia CAR-T se está aplicando en tumores hematológicos, como mielomas, linfomas y leucemias. Más del 75 % de los pacientes en los que se aplicó respondieron al tratamiento. «También se están usando —precisa Baliu— en enfermedades autoinmunes». El futuro, que está llegando, mira al abordaje de tumores sólidos.