
Los expertos en la materia recuerdan que las causas no solo se explican por un aumento de la ingesta de comida y una reducción de la actividad física
19 sep 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Es un problema de salud pública que avanza por el mundo. El sobrepeso y, en especial, la obesidad, han ido ganando terreno desde 1987, cuando se empezó a monitorizar a nivel nacional. Según la última Encuesta de Salud de España, en ese primer año del que hay registros, el exceso de peso estaba presente en el 45,3 % de los hombres y el 33,5 % de las mujeres. En el 2023, estas cifras se sitúan en el 62,2 % para ellos y 48 % para ellas. El mismo documento también detalla los números relativos a la obesidad que se engloban dentro de los generales; en concreto, la sufre el 15,2 % de la población masculina, y en el 15,1 % de la femenina.
Lejos de porcentajes, esta enfermedad es tan común como desconocida. «Tiene un trasfondo cultural, en el que mucha gente relaciona un niño pequeño con exceso de peso con esa visión de salud», reconoce el doctor Diego Bellido, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo) y jefe de Endocrinología y Nutrición del Complexo Hospitalario Universitario de Ferrol, que añade: «Esto hace que, muchas veces, la población general no la consideren una enfermedad».
¿Qué es la obesidad?
Por definición, la obesidad es una enfermedad crónica, compleja en sus orígenes y con múltiples factores contribuyentes. Estos pueden ser intrínsecos, como la genética o las causas fisiológicas; como extrínsecos, el estrés, la nutrición, la actividad física, el nivel socioeconómico, las horas de sueño o el consumo de ciertos fármacos. «Es una enfermedad recurrente. No depende tanto de la voluntad del individuo, sino que hay unas causas que hacen que, en las mismas circunstancias, uno tenga tendencia a engordar y otro no», apunta el doctor Bellido, quien además destaca que no se trata de una patología estática. El exceso de peso cambia a lo largo del tiempo «por una serie de condiciones laborales, psicológicas, culturales o del entorno familiar, que condicionan un aumento de la ingesta energética o una reducción de la actividad física».
Se ha demostrado, además, un ambiente obesogénico que influye en la toma de decisiones alimentarias del paciente. Por un lado, el consumo de alimentos calóricos ha aumentado en los últimos años y ha ido disminuyendo el nivel de movimiento. Aquí no solo impacta lo que uno quiere hacer, sino también lo que puede. Y, por otro, entra en juego que cada vez resulta más fácil —alertan los expertos— el acceso a ultraprocesados. Así, sobre una base genética que pueda predisponer al individuo, como si de un interruptor se tratase, quien lo pulsa es este ambiente.
En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca que las transformaciones en los hábitos de vida saludables de una población son resultado de «cambios ambientales y sociales asociados al desarrollo», que además se entienden mediante «la falta de políticas de apoyo en sectores como la salud, la agricultura, el transporte, la planificación urbana, el medio ambiente, el procesamiento, distribución y comercialización de alimentos, así como de la educación».
¿Por qué se habla de obesidades?
La Guía Giro, que aborda la situación de esta enfermedad y firman distintas entidades médicas, entre ellas la Seedo, anima a hablar de obesidades en lugar de obesidad. «No todas son iguales, hay diferentes fenotipos. Hay personas que tienen una resistencia a la insulina, un síndrome metabólico, que condiciona un exceso de acumulación de grasa corporal y aumento del riesgo cardiovascular», ejemplifica el profesional del hospital gallego. También hay pacientes que han convivido con esta patología y que, por circunstancias médicas o personales, «han perdido peso, pero siguen teniendo un exceso de grasa», diferencia Bellido en referencia a los mal llamados «obesos sanos». De igual forma, hay individuos con otras patologías como el síndrome de Prader-Willi; o que tienen una predisposición genética desde la infancia, así como aquellos que padecen lipodistrofia u obesidad abdominal.
¿El sistema de salud la considera una enfermedad?
Respuesta negativa, aunque la Organización Mundial de la Salud sí la considere como tal. «La ha descrito como la epidemia del siglo XXI», recuerda el doctor. Que no se valore como patología limita la financiación de tratamientos. Y, aunque se trate de «una asignatura pendiente», tiene esperanza: «Es cierto que en el plan de cronicidad que está elaborando el Ministerio de Sanidad ya se habla del abordaje de la obesidad como patología crónica. Es un pequeño avance».
¿Con qué enfermedades se relaciona?
En las personas que conviven con obesidad se detecta una disfunción del tejido adiposo en sus dos funciones principales: la de almacenar el exceso de energía y la de órgano endocrino. Por ello, la grasa empieza a acumularse en otros tejidos como el músculo, el hígado y páncreas, lo que conduce a una alteración de estos, un proceso que se conoce como lipotoxicidad.
Así, este exceso y mala función deteriora el estado de salud y contribuye al desarrollo de otras patologías a corto, medio y largo plazo, a la par que reduce la esperanza de vida. Existe un amplio abanico de enfermedades relacionadas con la obesidad, como la diabetes tipo 2, la enfermedad renal crónica, la enfermedad hepática grasa asociada a disfunción metabólica y las patologías respiratorias crónicas como la EPOC o la apnea obstructiva del sueño. También el desarrollo de cáncer de mama, colorrectal, vesícula biliar, riñón o hígado, entre otros; la enfermedad cardiovascular como el infarto, hipertensión o dislipemia; las patologías asociadas con la salud mental, como la depresión, los trastorno de la conducta alimentaria, y, por último, las complicaciones musculoesqueléticas y la incontinencia urinaria y fecal.
¿Cómo se mide?
Hasta ahora, los estudios epidemiológicos y poblacionales utilizaban el IMC como medida antropométrica para determinar la gravedad de una obesidad. Según sus niveles se clasifica en obesidad leve o grado I, moderada o grado II, grave o grado III y doble obesidad grave o grado IV.
Con todo, en los últimos años, ha ido perdiendo terreno porque, según la Seedo, presenta ciertas limitaciones para ser empleada en la práctica clínica diaria. Por un lado, no mide directamente la grasa corporal, sino el tamaño; no indica la distribución del tejido adiposo en el organismo, ni tiene en cuenta la masa muscular, y se aplica sin distinguir entre hombres y mujeres. Por ello, se recomienda incluir en esta medición otras herramientas como la circunferencia de cintura o, preferiblemente, el ratio entre cintura y altura.
¿Qué tratamientos hay disponibles?
El tratamiento de la obesidad debe ser multidisciplinar. Si la persona no tiene hábitos de vida saludables, debe adquirirlos, y además, se puede sumar la terapia conductual, el uso de fármacos y, en último, caso, las opciones endoscópicas y cirugías bariátricas.
En el terreno farmacológico, la enfermedad ha experimentado un cambio de paradigma en los últimos años. A medida que se fueron conociendo los mecanismos hormonales involucrados en el apetito y el metabolismo —alterados en algunos de estos pacientes— la industria ha sabido dónde poner el foco. Así, han aparecido los agonistas del receptor GLP-1, entre los que se encuentra la semaglutida, cuyo nombre comercial es Ozempic o Wegovy; los agonistas duales de GLP-1 y de GIP, como la tirzepatida (Mounjaro); y, en la actualidad, se investigan agonistas triples que combinan GLP-1, GIP y glucagón.
El doctor Bellido, que lleva trabajando con la obesidad unos cuarenta años, ha podido experimentar el avance de la farmacología en esta enfermedad. «Siempre hemos tenido la ilusión de tener un fármaco eficaz, que reduzca tejido graso, que baje las comorbilidades, que sea eficaz a largo plazo y que prevenga las enfermedades cardiovasculares y la mortalidad», reconoce. Así, los últimos medicamentos que han aparecido en consulta «parece que logran todos estos requisitos», indica el experto, quien asegura que esta es la vía correcta. «Hay más de 200 fármacos en investigación, cuando en el mercado ahora mismo solo tenemos tres. Potencialmente vamos a tener muchos más», adelanta el especialista. Eso sí, el principal limitante sigue siendo el coste, ya que, cuando se habla de pérdida de grasa y, con ello de peso, no están cubiertos por la seguridad social.