Alicia González, psicóloga: «La gente piensa que tener buenos amigos es cuestión de suerte, pero no lo es»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Alicia González es psicóloga sanitaria.

La especialista explica que, a la hora de hacer nuevas amistades, «la gente que más triunfa es la más natural, porque la ves venir»

04 oct 2023 . Actualizado a las 15:34 h.

Tener buenas amistades es esencial en todas las etapas de nuestra vida para disfrutar de una buena salud mental. Pero Alicia González, psicóloga sanitaria, lamenta que nadie nos enseña a construir vínculos sanos, gestionar conflictos del día a día, recolocar o soltar amistades que ya no nos hacen bien. Sobre todas estas cuestiones conversamos con ella, a raíz de la publicación de su nuevo libro Amigos mejores. Construye amistades sanas, suelta las que no lo son y cura las heridas del pasado (Montena, 2023). 

—Siempre se dice que tener buenos amigos es cuestión de suerte. ¿Cree que es así?

—Durante mucho tiempo, yo misma he vivido esa frase. Cuando tienes una muy buena amiga o amigos te consideras una persona muy afortunada. pero claro, en el caso de no tenerlo, es una desdicha. Cuando todo queda en manos de la suerte, ahí no tienes ninguna responsabilidad y ningún poder. Ni en lo bueno, ni en lo malo. Te quedas ahí como un alga a merced de la corriente. Por eso creo que esto no es así. 

Sí que es verdad que en la historia vital hay un componente de suerte y encima no depende ni de ti, depende de tus padres. De dónde te sitúen. Que tengas la suerte de ir a un un colegio en el que coincida que vayas a hacer amigos. Pero los amigos de la infancia no siempre perduran y eso, no es bueno ni malo. Sin más. Pero como no nos han enseñado gestión emocional, a poner límites, ni a saber que hay cosas que no se tienen que tolerar, nos quedamos con las amistades que nos llegan y que, muchas de ellas, no nos hacen sentir bien. Por eso, entiendo que la gente piense que tener buenos amigos es cuestión de suerte, pero no lo es.

—Podemos estar rodeados de gente y aun así, sentirnos solos. ¿Cómo podríamos identificar que esas personas que tenemos alrededor no nos están aportando lo que necesitamos?

—Has dicho algo que es clave: no me aportan lo que necesito. Considero que las cosas tienen que tener un equilibrio. Ni se trata de que yo esté al cien por cien por y para ti, ni que solo me encuentre yo en las relaciones. Durante muchos años ha existido como una ola de individualismo, como si fuese la panacea, lo que nos va a liberar del dolor. Porque la gente huye del dolor. «Si no me aportas, aparta»: típica frase que se escucha mucho. Pero fíjate que cuando cambias el foco y dices «no solo existo yo en la relación, también existe otra persona», la cosa cambia. Quizá siento que no recibo lo que necesito y quiero, pero quizás a la otra persona tampoco le estoy dando lo que necesita y lo que quiere. Tampoco estoy mirando a la otra persona y estoy pensando si estará bien o no, si está pasando por un mal momento. A veces, vamos de blanco a negro: o me aportas o te vas. Te echo del todo.

—¿Existe un punto medio?

—Sí, hay veces que, aunque nuestros valores disten, se separen, se puede recolocar a esa persona en mi vida de otra manera. Puede que no haga falta echar a esa persona de tu vida. Pero cuando te sientes muy solo estando acompañado, normalmente ese es el resultado de no haber actuado en coherencia contigo durante mucho tiempo. Es como un clic. Estar en un lugar y decir: «¿Y yo qué hago aquí?». 

—¿Y ese momento en el que dejas de ser la prioridad de un amigo que para ti sí lo es?

—La vida no es estable. A ti y a mí nos pueden ocurrir cosas que propicien que nuestras prioridades se muevan. Pero fíjate que eso, al ego, no le sienta bien. Sentirme la prioridad de una persona, me hace sentir especial y me conecta con la exclusividad, un vínculo especial y único. Pero cuando entra una pareja en juego, o los hijos, la vida de la otra persona, cambia. Lo que sucede aquí es que no somos capaces de tolerar el duelo. Eso en primer lugar.

Me acuerdo cuando me quedé embarazada que tuve una amiga que no lo gestionó bien. En realidad, tuve varias. Una desapareció de mi vida por completo, pero la segunda me dijo: «Ali, te quiero infinito, me alegro tanto por ti, pero a la vez tengo tristeza porque nuestra vida va a cambiar». Era evidente. Lo que no podemos hacer es negar lo evidente. No es que mi amiga pase a no ser importante, que esto es un concepto súper relevante. Sino que, si con mi amiga me veía cada día, ahora a lo mejor me veo dos veces a la semana. ¿Por qué? Porque ahora necesito dar amor a otras cosas que son prioridad en el sentido de que están en coherencia con mi sentido vital y mis valores. Ahora bien, es mi responsabilidad cuidar de todos los vínculos también. Recordarle a mi amiga que la quiero. Cuando alguien, de repente, nos pega la patada, de cien a cero, es muy duro. Siempre hay que buscar el equilibrio, aunque es difícil de conseguir. 

—¿Qué diferencias hay entre un amigo y un mejor amigo?

—Hay muchos estudios que dicen que, mejores amigos, solo podemos tener un máximo de cinco. A mí me parece una barbaridad. Esos que sientes como tu familia, que dices: «Contigo me muestro al cien por cien». Evidentemente, esto es una generalización. Habrá personas que son capaces de tener más y otras que con cinco se desbordan, con una sola amistad así, son felices.

Luego los amigos, siguen siendo personas con las que tú puedes conectarte a un nivel profundo, pero no traspasar según que barreras porque sabes que en parte, están como instrumentalizados. Es decir, tengo una buena amiga con la que me veo una vez al mes y que oye, me siento bien como para compartirle mi vulnerabilidad, pero no hablaré con ella todos los días. Y a lo mejor tengo una amiga, la única que tengo, con la que comparto mi vida al cien por cien. 

—¿Crees que la amistad entre los hombres es diferente?

—Sí. Este tema me encanta. Crecí pensando que, cuando alguna amiga me hacía algún feo, en casa siempre me decían: «Eso es que te tiene envidia, hija». Lejos de sentirme bien, me sentía mal, en un mundo hostil. Primero, que no lo entendía. Pensaba: «¿Entonces, las mujeres, en general, nos tenemos envidia?». Crecí con esa sensación y con la madurez, me di cuenta de que las mujeres tenemos un peso muy grande en la sociedad en cuanto a la competición. Pero a la vez, también de que eso es de fuera hacia adentro. Muchas veces la sociedad nos señala. Crecí creyendo que las mujeres son más malas entre ellas, que somos más criticonas… Pero cuando fui más mayor me di cuenta de que no puede ser. Las amistades entre las mujeres son pasionales, intensas y leales. Y de esa lealtad es de donde, a veces, surgen las conductas tóxicas, los celos. Pero porque somos más intensas. 

—Hay quien prefiere establecer más amistades con los hombres porque se siente más a gusto. 

—Yo de pequeña me sentía más a gusto con los hombres. Pensaba que los hombres eras más buenos y simples. Luego me di cuenta de que los hombres también tienen su carga. Históricamente, se les han vetado sus emociones. No han sido libres de vivir y expresar sus sentimientos. Nunca les vi hablar de sus emociones. Y cuando el vínculo solo se maneja por la orilla o superficie, no profundiza y, por lo tanto, no hay dolor de traición, ni de deslealtad o honestidad. Porque lo que no profundizas no duele tanto. Ahora mismo, sí que es verdad que estoy vinculada a hombres que son capaces y les encanta y disfrutan de hablar y expresar sus emociones. El vínculo incluso es muy profundo. Ahora bien, las mujeres, cuando nos unimos, se crea una energía tan bonita que para mí es muy diferente a la amistad entre hombres y mujeres. Como mujer que soy, no se puede comparar. 

—¿Crees que está cambiando esa perspectiva de amistad que, según tú, tienen los hombres?

—Está surgiendo. Lo veo porque soy mamá y entre los padres de mi generación, está surgiendo esa educación respetuosa. Está completamente basada en respetar las emociones de los niños. Está cambiando en mi generación en el sentido de que, muchos, cada vez más hombres, acuden a terapia. Cada vez más, se dan la oportunidad de profundizar en sus relaciones de amistad. Si que, cuanto más mayores son, menos lo veo, pero en mi generación, cada vez más. Pero sobre todo, en los niños que vienen. Gracias al esfuerzo de muchas personas que han divulgado los beneficios de la educación respetuosa, cada vez hay más padres que lo hacen así con los niños. Niños que dicen «estoy enfadado», «estoy triste», con dos años y medio. Ya con esa edad se permiten verbalizar estas cosas, permitiendo validación desde muy pequeños. Ellos seguramente no entiendan esta diferencia de amistad cuando crezcan. 

—¿Por qué nos quedamos con quien nos hace daño? 

—Seguramente lo hayamos normalizado, pero hay muchas explicaciones. Creo que, en primer lugar, no nos han enseñado. En realidad, todo ha pasado hace muy poco, por así decirlo. Nuestra generación ha sido transgresora, pero venimos de padres y abuelos que aguantaban relaciones tóxicas y de maltrato durante toda una vida. Padres que aún tienen esos resquicios encima… Como hijos, hemos crecido tolerando la toxicidad. ¿Y qué pasa? Que se habla más de relaciones de pareja que de amistad. 

—¿Tenemos una percepción errónea sobre las relaciones de amistad?

—Parece que la amistad es azúcar, cuesta dejarlo. Puede que con mi pareja sea una persona súper reactiva y el primer día que se pone celosa, le mando a paseo, pero a mi amiga, que quizás me deje de contestar toda una tarde porque he quedado con la que no le cae de todo bien, lo aguanto. Porque como nadie habla de esto, de lo que nadie habla, no existe. La toxicidad desconcierta. No sé si está bien o mal, si lo tengo que aguantar o no y, entonces, lo aguanto. Porque me da miedo quedarme sola. Y como estoy sola y no tengo herramientas para hacer amigos, me quedo con lo que tengo aunque me duela. 

—No siempre es fácil soltar. Qué consejo darías si esa persona nos está haciendo daño y queremos alejarnos de ella. 

—Entramos en un bucle de rumiación. Cuando te planteas soltar es porque ya llevas mucho tiempo pensando: ¿Aguanto o no? ¿Y si suelto, qué pasa? Uno de los mayores miedos cuando soltamos a alguien es la soledad. Si suelto, ¿a quién tengo? Porque una persona que disponga de muchos amigos o conocidos, no le da tanto miedo soltar porque tiene una red que le sostiene. Pero la peor situación se da cuando no tengo a nadie más a quien aferrarme.

Lo que creo que es importante para una persona que se está planteando soltar es reforzar mucho el por qué y el para qué. Quizás para construir relaciones con las que yo me sienta validada y visible. Que yo también pueda cuidar, porque me apetece cuidar a alguien que me cuida. Cuando tú refuerzas ideas, sales con más seguridad y menos dudas. Y la seguridad es muy importante porque no te machacas después, te empoderas. Y luego, una vez hecho esto, es importante pensar qué voy a hacer después. Es decir, si suelto a esta persona, qué otro tipo de amor me va a llegar. Porque lo necesitamos. Necesitamos del amor, de las personas, de esas situaciones. No desde la desesperación, que es muy fácil sentirla, pero sí desde la necesidad de conectar. Porque si no, caemos en una cosa que se llama la trampa de la soledad: Yo no necesito a nadie, me quedo en mi casa y me construyo mi cueva.

—¿Por qué es una trampa?

—Porque cuanto más solo estás, menos vas a conocer a personas. Puede sonar muy evidente, pero es que tu empatía y comprensión disminuyen. Porque cuando yo me centro en el «mí, me, conmigo», el mundo se vuelve más hostil y peligroso. Y cuando consigo salir, cuando consigo tener fuerzas y ganas, todos esos pensamientos de: «es que la gente», «es que las personas»… Sabotean mis intentos de conectar. 

—¿Qué banderas rojas son para ti infranqueables en una amistad?

—Diría, por ejemplo, el tema de los celos y el castigo. Que me castigue mi amiga sin hablarme días, para mí sería un intolerable. O que me trate o hable mal, que me haga sentir mal, ataque a mi autoestima, me critique. Para mí sería una bandera muy roja. También que no me pregunten nunca por mí, que yo sea como una espectadora de su vida y no estemos al mismo nivel, que solo exista ella. O que ridiculice a las demás amigas. Eso no lo concibo en una amistad. Ojo, hay gente que lo acepta y lo tolera, pero yo no. Para mí es una bandera muy roja. 

—¿Qué claves darías para hacer nuevas amistades?

—Quizás lo más importante es que no tengas miedo a la apertura. O si tienes miedo, que lo hagas igual. Va a ser imposible conectar con alguien si no te abres profundamente. Si no te muestras tal y como eres, si no permites que te conozcan, va a ser muy difícil conectar. No tienes que hacer un trabajo previo, puedes hacerlo en el momento, pero es importante que sepas quien eres, te conozcas con tus luces y tus sombras, y te presentes al mundo así. Porque además eso, se detecta. Cuando conoces a alguien que no es transparente, no da seguridad. Nos movemos en un mundo en el que, si nos podemos evitar el sufrimiento, lo hacemos. Y vivimos en un mundo con mucha gente con muchos mecanismos de defensa, con muchas heridas. Y cuando detectas que alguien no está siendo genuino, no te gusta. La gente que más triunfa es la más natural, porque la ves venir. Creo que eso sería muy importante: que te prepares para salir al mundo sabiendo quien eres y no avergonzarte de ser así. 

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.