Mariel Buqué, psicóloga: «Deberíamos celebrar un funeral por los familiares que nos gustaría haber tenido, pero que solo están en nuestra cabeza»

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

Buqué es psicóloga especialista en trauma generacional.
Buqué es psicóloga especialista en trauma generacional. Ambar Jimenez

La psicoterapeuta, especializada en trauma generacional, recuerda que, en muchas ocasiones, «esa madre que te decía te quiero todos los días y te animaba no es la madre que tienes» y que no aceptarlo genera una «tensión psicológica»

27 mar 2025 . Actualizado a las 16:36 h.

¿Conocen esa frase que dice que los que acuden a terapia psicológica lo hacen por culpa de terceras personas que han decidido no ir? Está claro que todos nos encontramos problemas a lo largo de nuestra vida, de nuestra propia historia, pero a veces, además de los nuestros, en una consulta están también los de nuestros padres o nuestros abuelos. Los hemos heredado de una manera mucho más literal de la que se puedan imaginar. Porque sí, somos producto de las dinámicas de nuestras familias, pero también de las marcas genéticas que los traumas producen en generaciones anteriores. Esta es la perspectiva en la que Mariel Buqué, psicóloga y doctora por la universidad de Columbia (Nueva York, Estados Unidos) comenzó a investigar, con resultados sorprendentes. 

—¿De qué hablamos cuando nos referimos a un trauma generacional?

—El trauma generacional es el único trauma que se traslada de familiar a familiar. Tiene un componente genético, pero también psicológico. Es, por tanto, el único trauma con un componente de biológico que deberemos considerar, pero sin olvidar la psicología, lo social o las interacciones que esa persona va a tener con familiares o con cualquier otro. Este trauma se caracteriza porque los problemas emocionales que surgen de uno o varios eventos traumático, como un duelo no resuelto que ha vivido otra generación, ya fuese por falta de motivación, falta de herramientas o imposibilidad de acceder a otra persona que le pueda ayudar a sanarse, ese duelo, ese trauma, puede trasladarse a la siguiente generación. Cómo ocurre, responde a un proceso que es biológico. Si hay un padre que tiene un historial de trauma, su cuerpo puede transformarse genéticamente, se adaptará a su trauma crónico, y estos mensajes biológicos acabarán por trasladarse a sus hijos, que van a presentar esa vulnerabilidad biológica. Cuando estos niños tengan sus propios problemas dentro de la vida o con sus padres, ya existirá un camino despejado para que ellos también presenten síntomas de trauma. Y así, se convierte en intergeneracional.

—Claro, pero los traumas pueden ser de muchos tipos: desde su entidad clínica hasta su transversalidad. Porque la II Guerra Mundial es un trauma global, que ha vivido toda una generación. Algo muy distinto a que un individuo de esa misma generación pudiese en su día sufrir abuso. ¿Hablamos exclusivamente de traumas que derivan de marcas epigenéticas? ¿O también de los que provienen de eventos históricos?

—De los dos. No estamos hablando de un síndrome de estrés postraumático, algo que le ocurre a una persona dentro de una generación. Aquí se incluye ese proceso epigenético que se desencadena cuando esa persona tiene que vivir meses, años o décadas instalado en el trauma; transformándose de una manera biológica a base de lo que está ocurriendo a su alrededor, lo cual multiplica las posibilidades para que los que vengan después acaben heredando ese mismo trauma. Pero es a través de lo biológico y lo psicológico. En lo biológico, sabemos que esas marcas epigenéticas son capaces de trasladarse a la siguiente generación. Y en los psicológico, todos podemos imaginarnos a un pariente al que esa Guerra Mundial le haya provocado un problema emocional que cree dinámicas familiares tóxicas que impactarán a sus hijos o a sus nietos. Por eso debemos considerar las dos cosas al hablar del trauma generacional. 

—Claro, es que el contexto es esencial, porque en la década de los cincuenta uno podía tener un trauma por la guerra, pero el contexto hacía comprensible ese trauma. Ahora, heredarlo en un contexto de paz lo convierte en algo raro.

—Tenemos que considerar todas las cosas que tienes a tu alrededor. Podemos tener en un escenario a una persona que es descendiente de alguien que vivió la Guerra Mundial, pero este individuo sí pudo animar a su hijo, entregándole herramientas que le permitiesen lidiar con las cargas de la vida, o tuvieron otras personas dentro de la comunidad como primos o tíos que le dieron cariño y compasión. Pudieron, en definitiva, ofrecerle una vida que no le obligase a desarrollarse en condiciones de pobreza. Todo este contexto puede ayudar a esa persona a desarrollar una resiliencia y a disponer del apoyo necesario para no acabar experimentando los síntomas propios del trauma que surjan dentro de su vida. Ahora, segundo escenario, si tenemos a otro pariente que también vivió esa guerra, llegando a servir en el ejército, y vemos que bebe todos los días, que es verbalmente agresivo, que tampoco hay una buena situación financiera para poder brindar una buena alimentación o pagarse los estudios a él o a su familia y que viven en una situación límite en la que cuesta sobrevivir, pues es otro ejemplo de dos personas que vivieron la misma guerra, pero que disponen de recursos y ambientes familiares completamente diferentes. Es muy posible que el primer individuo no desarrolle esos síntomas de trauma generacional por haber dispuesto del ambiente social que le protegía, pese a partir de las mismas vulnerabilidades biológicas. Pero el ambiente le ayudó a tener una infancia tranquila y una vida en la que se sintió apoyado frente al segundo individuo que sí ha acabado por desarrollar ansiedad, depresión o trauma. Los ciclos continuaron y además no tuvieron recursos y apoyo familiar.

—Pero entiendo que esta visión trasgeneracional complica mucho el diagnóstico, porque no será fácil conseguir relacionar lo que le pasa a una persona con los traumas de una o dos generaciones anteriores. Sobre todo si no hay psicoterapeutas todavía especializados en este campo en el que usted trabaja.

—Es difícil, pero no es imposible. Por eso en el libro, pero también en la parte más puramente teórica de mi trabajo y también en su aplicación, hacemos un repaso por el árbol genealógico del paciente para poder entender de dónde han surgido los patrones de esa familia que han acabado causando daño. Muchas veces, las personas se sienten de una determinada manera, pero no tienen un entendimiento de por qué y no pueden combatirla. Pongamos por ejemplo a alguien ha padecido sintomatología de depresión en los últimos veinte años. Hay algo que tienes dentro de tu vida que es, posiblemente, algo que no se ha resuelto dentro de tu familia y que es lo que está ayudando a esa depresión a permanecer. Cuando empezamos a ver cuáles fueron los familiares, quién hizo daño o quién no hizo nada, porque muchas veces se debe a que simplemente una persona no protegió o no dio amor, podremos determinar que hay algo que sí impacto y que no se tuvo el conocimiento o el valor poder entender qué era.

—Más allá de los genes, actualmente estamos en una pugna intergeneracional entre la generación X, llamados despectivamente boomers, que siguen ocupando los puestos de más relevancia, y los millennials y Z, educados en una emocionalidad que esta generación anterior no tuvo. La mezcla es explosiva. 

—Yo me estoy acercando a los cuarenta años y entiendo perfectamente de lo que hablas. Cuando veo los patrones de comportamiento de esta generación X, veo que han sido enseñados a lidiar con los problemas de una forma muy concreta que consiste en no hablar de las cosas que pasan, tragarse los sentimientos o no autoayudarse. Los millennials somos los que estamos tirando de esta agenda para tratar de sanar lo que nadie ha querido sanar. Ellos normalizaron lidiar con los sentimientos tragándoselos; y nosotros estamos normalizando sacar los secretos del armario y lidiar con estos problemas de una forma más abierta. Como son diferentes maneras de afrontar la misma situación, entramos en conflicto. Cuando uno se sienta y observa a abuelos, a tíos o a otros parientes, realmente se ve cómo ellos han lidiado con los problemas tragando. Es casi masoquista y esos patrones son muy comunes en esa generación. Y pasa también que los millennials estamos tratando de empujar a nuestros parientes a poder lidiar de la forma en la que nosotros lo hacemos. Pero es que arrastran cincuenta o sesenta años de estar programados de esta manera. Y queremos que cambien en un instante, algo que obviamente no va a ocurrir así como así. Porque desde un punto de vista psicológico, lo que les estamos pidiendo es que entren al punto más vulnerable de su ser sin entregarles las herramientas para saber entrar.

—Es que en esta época en la que se recomienda terapia a todo el mundo, ¿siempre es una buena idea recomendar a alguien que acumula años y años de traumas acumulados que empiece a desmontar esa montaña? Porque puedes quitar un ladrillo y que la casa se venga abajo.

—Es interesante ver cómo hay muchos miembros de la generación X que creen que la generación Z es demasiado sensible. Cuando tenemos esas conversaciones entre generaciones, tenemos que tener en cuenta cómo ha sido programado todo el sistema nervioso de cada una. Cómo han aprendido a lidiar con su ambiente, con todos escenarios potencialmente traumáticos que se habrán encontrado. Es por eso que traté de poner herramientas dentro del libro para que las familias pudieran tener algo para utilizar dentro de sus conversaciones. 

—Ante diferencias tan grandes entre generaciones, ¿a veces es mejor rendirse y aceptar que no va a ser posible el entendimiento?

—Hay un punto en el libro en el que propongo que, de manera intencionada, deberíamos asistir al funeral de los familiares que nos gustaría haber tenido. Porque esos familiares solamente existen en nuestras cabezas. Esa madre que te decía te quiero todos los días y te animaba no es la madre que tienes. Lo que crea esto dentro de nosotros, este deseo que no se corresponde con la personas que tenemos enfrente, es tensión psicológica. Cuando logramos aceptar que esta es la madre que tengo, así es ella, no supondrá aceptar que un abuso continúe, pero sí nos permitirá aceptar la realidad. Y lo lograremos celebrando el funeral de la madre que nos gustaría haber tenido. Con eso podré encontrar, al menos, un poco de paz en mi vida. Además, es importante entender que, aún permaneciendo en el mismo ambiente familiar que han compartido toda su vida, al corregir las formas en las que nuestras emociones reaccionan a las personas en su familia, será un paso hacia delante, lo que les permitirá seguir integrados en sus familias pero sin salir tan heridos. 

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.