Patricia Expósito, psicóloga: «El ''hasta que tú no te quieras, nadie lo hará'', genera mucha culpa»

SALUD MENTAL

La psicóloga, experta en apego, recuerda que por nuestros cerebros pasan una media de 800.000 pensamientos al día y que si los escuchásemos todos «estaríamos muy mal»
17 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«La autoestima es fundamental para nuestra vida y empezamos a construirla a raíz de cómo nos ven los demás», dice Patricia Expósito, psicóloga especialista no solo en ella, también en apego y trauma. Acaba de publicar Autoestímate. Lo urgente eres tú (Alfaguara, 2025), una guía con la que pretende ayudar a crear relaciones sanas, empezando por uno mismo.
—¿Cuándo empezamos a crear nuestra autoestima?
—La empezamos a crear por cómo nos ven los demás o cómo nos ve nuestro entorno. Le vamos dando forma durante toda nuestra vida y por eso, a veces, la tenemos un poco más alta o más baja, va fluctuando en base a lo que hemos vivido en la infancia o las situaciones que tenemos a día de hoy o que nos afecta en el futuro.
—¿Qué tiene que ver nuestro tipo de apego con la autoestima?
—También es la manera en la que nos vinculamos. El apego se genera por todas las interacciones que vamos construyendo a lo largo de nuestra infancia y dependiendo de cómo sean, nos vinculamos de una forma más ansiosa o más evitativa. Por ejemplo, evito los conflictos, o pienso que me van a abandonar y me salto los límites y me quedo en vínculos que me hacen daño. O si te han criado en un apego seguro donde te dejan explorar, pero sabiendo que, si pasa cualquier cosa, tienes a tus referentes al lado. En ese caso, es mucho más sencillo.
—¿Se puede trabajar ese niño o niña interior?
—Sí. Una de las terapias que más me gustan es la carta a mi yo interior y hay un modelo para hacerla, pero al final, la puedes modificar y hacer a tu antojo. Que cada uno haga introspección y vea cómo ha sido su infancia y que nos escribamos, porque siempre lo hacemos a otra persona, pero no nos enseñan que también podemos escribirnos a cada uno.
—¿Cómo de fácil es saber qué tipo de infancia hemos tenido? ¿Llegar al «puede que me pase esto porque me ha sucedido esto otro en la infancia»?
—Es muy difícil. En las primeras páginas del libro sí que menciono algunas heridas de la infancia, pero puede que no podamos acceder a los recuerdos o que tengamos muy difusas algunas situaciones; o que no sepamos cómo hacerlo. Recomiendo que nos sentemos o que veamos fotos; incluso, en caso de que se pueda, hablar con el entorno y que nos cuente. Empiezas a conectar un poco con este tipo de recuerdos, aunque no sean tuyos como tal o no hayas podido acceder a ellos.
—¿Qué opina de la frase «hasta que tú no te quieras, nadie lo hará»?
—Esto genera mucha culpa. Si yo veo que no me quiero al cien, me va a generar unas expectativas de que necesito trabajar a niveles de mucha exigencia para que alguien me quiera. Cuando en realidad, nos quieren solo por el hecho de ser. No necesitamos cumplir las expectativas de nadie, no necesitamos estar al 200 % ni dar nuestra mejor versión porque nuestra mejor versión también es tener un día cabreado o necesitar espacio. También somos eso, vamos en pack. Todos tenemos días malos que se nos hacen un poco bola.
—¿En qué se diferencia la autoestima del autoconcepto?
—Son dos términos bastante similares que pueden generar confusión. La autoestima es la manera de mirarnos y además la creamos cuando empezamos a socializar y demás. El autoconcepto también nos lo dan las creencias que tenemos sobre nosotras mismas. Por ejemplo, las etiquetas. Si me han puesto una de pequeña de «siempre estás enfadada» o «soy una persona muy torpe», al final estoy generando un autoconcepto: creo que siempre soy torpe. Voy a tener pies de plomo haciendo las tareas para no fracasar, porque seguro que la cago o lo hago mal. O no voy a poner límites porque ya me han dicho que soy una borde o que siempre estoy enfadada. Eso va a reafirmar esa etiqueta y ese autoconcepto sobre ti misma.
—¿Cómo salir de un pensamiento intrusivo?
—Siendo consciente de que tenemos 800.000 pensamientos al día. Si le diéramos voz a todos los que tenemos, estaríamos todos muy mal. No podríamos parar en ningún momento de darle voz a esos pensamientos, de darle realidad. Cuando muchos, aparecen sin más.
—El que me comentaba antes, «soy una persona torpe porque siempre me han dicho que lo soy». ¿Se consideraría pensamiento intrusivo?
—Ahí sí que hay pruebas de realidad. Si yo he sido torpe cuando era pequeña o me lo han reafirmado en el entorno, es un pensamiento que ya tiene mucho más peso. Suelo mandar mucho ver qué pruebas de realidad tenemos con eso. Al final nos comportamos, nos queremos y nos hablamos como lo ha hecho, en muchos casos, nuestro entorno. Mi diálogo también va a cambiar en base a lo que me han dicho y mis pensamientos también irán por ese camino.
—Entonces puede haber personas que sean más propensas a entrar en ese bucle de pensamiento que otras.
—Sí, sí que las hay.
—¿Cómo se podría poner un límite adecuadamente?
—Depende de qué límite. Al final, para poder poner límites necesitamos ver qué necesidades tienes tú. Los límites los estás poniendo por ti, está claro que no los estás poniendo por la otra persona. Estás viendo qué necesitas, cómo lo necesitas y estás intentando expresárselo a la otra persona. ¿Cómo se pueden poner bien? Pues hay diferentes pautas de las que hablo en el libro. Por ejemplo, la técnica del disco rayado o la del sándwich, que al final te ayudan a marcar estos límites de una manera mucho más asertiva. Pero cuando hemos pasado toda nuestra vida sin poner límites, nos va a costar.
Siempre lo digo: poner límites puede generar un conflicto. ¿Estamos en el momento de poder afrontarlo? Hay mucha gente que no lo está. Porque emocionalmente no puede. Porque siente que si se pone un límite, la otra persona se va a ir y por lo tanto es un fracaso. O porque ya le han abandonado cuando era pequeña y está conectando mucho con eso. Por eso, primero trabajamos esa infancia y después empezamos a poner límites. Otra pauta que suelo utilizar mucho es poner límites en base al nivel de confianza. Si tengo mucha contigo, va a ser mucho más sencillo poner un límite, aunque sea decir que no puedes hacer cierta cosa. Aunque sean pequeños pasos, ya nos van a generar una confianza para ponerlos en un futuro.
—Como psicóloga, ¿cree que hay situaciones en las que se puede o debe aguantar?
—Eso sí que es un melón. Diría que depende. Hay que ver también el coste-beneficio que tiene marcar límites. Si existe un entorno en el que hacerlo me va a provocar mucho dolor y daño, tenemos que ver qué es más adaptativo para nosotros. Puede que el hecho de alejarnos o de mantener distancia sea mejor que marcar un límite. Incluso que el propio límite sea ese, marcar distancia. Pero no lo comunico directamente sino que me alejo y ya.
—Comunicar. ¿Qué claves daría para una buena comunicación?
—Primordial el conocerte, porque si yo quiero tener una conversación incómoda con mi pareja y estoy cabreada, irascible, no me voy a comunicar como se merece. Aunque tengamos un conflicto, siempre tiene que haber respeto. Puede que tenga que alejarme o le tenga que decir que necesito un poco de tiempo. Tenemos que ser conscientes de cómo estamos emocionalmente, ya sea con conflictos o, si tengo una charla con mi jefe, necesito saber qué nivel de ansiedad me puede generar esta. Me la voy a preparar, voy a ver qué preguntas me puede hacer, cómo quiero encaminar la conversación. Es muy importante que la gente no controle la ansiedad o las emociones, sino de que las gestionemos. Parar, respirar, ver qué quiero decir y cómo lo quiero decir y a partir de ahí, construyo.
—¿Y si en algún momento creo que he fallado o que lo he hecho mal?
—Todos cometemos errores. Al final, poner un poco de perspectiva y ver que es verdad que lo hemos podido hacer mal, pero que es solo una pequeña parte de todo lo que hemos hecho. Si yo, por ejemplo, me he equivocado en una pequeña parte y no estoy viendo todo, es como mirar por una pequeña rendija. Suelo utilizarlo mucho en terapia, el tema de las luces y las rendijas, o las puertas. Porque si ves solo ese mini punto, probablemente te vas a obcecar y vas a pensar que es un fracaso, que lo has hecho fatal o incluso que eres una persona horrible. Pero si abres un poco la rendija o la puerta, te das cuenta de que solo es una pequeña parte de todo lo que has construido. Tampoco se trata de fustigarnos, sino de ser consciente del error, ver todas las emociones porque nos están diciendo que no estás bien o que lo has hecho mal, pero viendo también todo lo que has construido alrededor.