Ejercer la psiquiatría desde la facultad de informática: «Hay cosas que no se cuentan en consulta y sí en redes sociales»

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

SALUD MENTAL

CESAR QUIAN

Miguel Anxo Pérez Vila trabaja en una IA que alerte a los usuarios de si podrían padecer depresión, una trabajo doctoral que ha sido premiado

27 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Miguel Anxo Pérez Vila (A Coruña, 1997) plantea dudas razonables y expone algunas de las incoherencias en las que caemos como usuarios de internet. Por un lado, probablemente con razones de sobra, recelamos de ceder nuestros datos personales durante la experiencia online. Sabemos que son petróleo digital, que se hace negocio con ellos pese al ahínco en legislar. Sin embargo, no nos cortamos en repartir likes o compartir contenidos que salen de las redes a través de conversaciones de WhatsApp, la plataforma donde habitan gran parte de nuestros secretos. Tampoco de aceptar cookies sin demasiada reflexión o contratos de uso sin leer ni una sola cláusula. ¿No hay contradicciones en esta polaridad?, ¿somos tan naífs de pensar que cada contenido con el que interaccionamos no aporta información sobre nosotros, aunque no nos esté pidiendo nuestro DNI?

De ahí que este investigador plantee, teniendo en cuenta este escenario un tanto ilógico, si no sería más inteligente que los datos que cedemos sirvan a una causa mayor. Y mayor puede acabar siendo evitar un suicidio por haber detectado conductas peligrosas a tiempo. «Si a cualquier padre le planteases si firmaría un consentimiento de que, en caso de que su hijo muestre en redes sociales un comportamiento que pueda generar consecuencias catastróficas, se le notificaría el problema, pues seguramente todos firmarían esa autorización para el tratamiento de sus datos», aventura.

El trabajo de Pérez Vila en el CITIC (Centro de Investigación en Tecnologías de la Información y las Comunicaciones), dependiente de la UDC, ha sido reconocido como la mejor tesis doctoral por parte de la Sociedad Española para el Procesamiento del Lenguaje Natural (SEPLN). Su idea: aprovechar lo mucho —más de lo que podría parecer— a las redes sociales para diagnosticar trastornos de la esfera psiquiátrica. En otras palabras, aprovecharse de lo que sí le cuentas a Instagram, pero no al médico.

La fórmula

«A grandes rasgos, nos hemos centrado en usar técnicas de inteligencia artificial y Big Data para analizar los textos que puede dejar la gente en redes sociales y traducirlos en señales asociadas a síntomas clínicos que puedan evidenciar si un usuario está dejando pistas sobre algún riesgo de depresión o no», comienza a explicar Miguel Anxo. Su algoritmo —él es informático de formación— recoge las migas que los usuarios siempre dejan por el camino. «Engloba, entre otras cosas, modelos de lenguaje. Para que la gente se haga una idea, del estilo de chatGPT. Después, lo combinamos con algoritmos de búsqueda de información que son los que hacen el trabajo sucio de indetificar toda la información disponible que exista en las redes sociales. Te puedes imaginar la cantidad que hay», comenta.

La idea de que una inteligencia artificial rebusque entre nuestras publicaciones en redes para comprobar si hay problemas no es nueva —de hecho, lo humanos ya cotilleaban en los perfiles de la gente antes de que la IA se incoporase a nuestro vocabulario—. No es en el qué por lo que han premiado a este coruñés, es más bien el cómo el motivo del reconocimiento. «Pretendemos aportar un cambio con respecto al paradigma anterior, porque poder analizar si existe depresión o no es algo que ya se lleva tiempo estudiando. Pero todos estos modelos anteriores tenían un criterio un tanto opaco. Lo que nosotros hemos hecho ha sido colaborar con clínicos para basarnos en su metodología», explica Pérez Vila. Cuando habla de metodología clínica se refiere a que esta IA ha sido entrenada en base a los criterios para identificar trastornos graves del Beck’s Depression Inventory. «Este cuestionario de 21 síntomas es el conocimiento que está por debajo de nuestro sistema. De hecho, ahora estamos también trabajando con el DSM-5 —el manual de referencia para el diagnóstico de patologías psiquiátricas—, que es con lo que trabajan los clínicos, confirmando la presencia en las últimas dos semanas de ciertos síntomas. Si se cumple cierta presencia y frecuencia de síntomas, se considera depresión», comenta. Es cierto que en el diagnóstico psiquiátrico la estadística juega un papel fundamental —este síntoma, sí; este, no—, ¿pero dónde queda la parte humana frente al uso de estos sistemas?, ¿qué opinan los psiquiatras? «La verdad es que la aceptación, cuando hablamos con ellos, es bastante positiva. De hecho, les aporta muchísimo valor. La crítica de esto es que hay muchos factores que no podemos ver sin el cara a cara, sin el factor emocional o el lenguaje no verbal. Es cierto que es una limitación que existe. Pero también están muy interesados en poder aprovechar todo este conocimiento y evidencias que hoy en día nos dan las redes sociales y que, a lo mejor, en la clínica no las tienen. En un estudio reciente elaborado en Estados Unidos sobre personas con conductas suicidas que iban a terapia, se vio que muchos de ellos no había dicho al clínico que habían pensado en suicidarse. Sin embargo, sí lo habían expresado en redes sociales. El anonimato y la sensación de comunidad que algunas redes sociales aportan sí habían provocado que contasen en ese espacio lo que no habían comunicado al clínico.

La paradoja social

Al igual que se podría debatir si el fin justifica los medios —ceder privacidad a cambio de salud—, también si fue primero el huevo o la gallina. Resulta curiosa la vuelta dada al calcetín, tratando de diagnosticar depresiones a través de redes sociales que, quizás en muchos casos, no hubiesen existido sin esas mismas redes. «Estoy totalmente de acuerdo. Es la pescadilla que se muerde a la cola. A veces esta hiperconexión que, en parte, es producida por las redes sociales provoca muchos de estos síntomas que acaban derivando en depresión. El bum de las redes sociales y la hiperconexión va a ser muy difícil de mitigar, así que por lo menos aprovechémonos de toda esta red que existe ahora mismo para paliar sus grandes limitaciones y problemas», razona, pragmático, Miguel Anxo Pérez Vila al que, por edad, le ha tocado crecer en esta realidad.

RECIBIR UN AVISO Y PEDIR AYUDA, ¿FUNCIONA?

Actualmente, y dado que las plataformas sociales están obligadas a preservar la privacidad de sus usuarios, las alertas que recibirán las personas a las que una IA les detecta señales de alarma en su comportamiento se limitarán a un mensaje dentro de las propias plataformas ofreciéndoles teléfonos de ayuda o sugiriendo que pidan ayuda profesional. ¿Pero hasta qué punto estas recomendaciones se traducen en consultas reales a profesionales de la salud mental?

Según datos de la plataforma «Suicide prevenTion in sOcial Platforms» (STOP), este tipo de anuncios, ofrecidos a aquellos usuarios a los que se les detecten patrones de riesgo de ideación suicida, depresión o trastornos alimenticios, aumentaron las llamadas a las líneas de ayuda de prevención del suicidio en un 60 %. Según este grupo, el éxito de estas vías de ayuda se debe a las dificultades de acceso a profesionales de la salud mental, así como al estigma y la discriminación que aún impera.

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.