Candela Martínez, nutricionista ginecológica: «No sirve de nada comer más brécol si haces meriendas poco nutritivas»

LA TRIBU

La profesional enfoca su actividad clínica a lograr hábitos saludables que puedan ayudar en el tratamiento de patologías infraestudiadas como el síndrome de ovario poliquístico o la endometriosis
10 mar 2025 . Actualizado a las 10:22 h.Por un lado, la nutrición, lo que comemos y cómo lo hacemos; por el otro, los sistemas de nuestro cuerpo. Dos esferas totalmente independientes. Así es como, tradicionalmente, hemos enfocado la atención a nuestra salud. Compartimentos estancos, desligados en la teoría y en la práctica. Pero esto empieza a cambiar. Cada vez más, la atención clínica se enfoca hacia una visión global. De las parcelas a los vasos comunicantes; a que lo uno no se entienda sin lo otro. Y en casi todas las ecuaciones aparece ya el cómo comemos. Es, junto al ejercicio físico, el gran reto de los próximos años. Y, por supuesto, con qué y cómo nos alimentamos tiene un impacto ginecológico. Aquí trabaja Candela Martínez, desbrozando un terreno muchas veces olvidado, ya sea por desconocimiento o por cuestiones de negocio. El próximo 14 de marzo se conmemora el Día mundial de la endometriosis, una fecha perfecta para poner la discusión sobre la mesa.
—¿Hasta qué punto influye la alimentación en la ginecología?
—Por un lado, va a haber ciertos nutrientes que condicionen tanto la función ovárica como la endometrial. Pero es que además los procesos de excreción hormonales muchas veces están condicionados por otros que tienen todavía más vínculo con la alimentación, como por ejemplo la función hepática. Pongamos de ejemplo a los estrógenos, que se excretan por vía renal y hepática. Son cosas sobre las que podemos influir a través de nuestros hábitos. Además, el dolor menstrual está relacionado con la secreción de algunas sustancias como las prostaglandinas proinflamatorias que se pueden reducir desde la alimentación. La alimentación es una herramienta que nos sirve para condicionar tanto nuestra salud hormonal como los procesos inflamatorios de nuestro cuerpo; de nuestro sistema inmunitario que, en el caso de la búsqueda de un embarazo, es algo que también impacta.
—Habla de dismenorrea, de ese dolor durante la regla, ¿su intensidad puede variar en función de la alimentación?
—Sí podemos decir que la alimentación, entendiéndola como el conjunto de todos los hábitos que llevamos y que actúa de manera sinérgica, tiene un impacto en nuestro niveles de inflamación corporal. Estos, a su vez, van a poder reducir el impacto de la dismenorrea o de otros dolores cíclicos, como el dolor durante la ovulación.
—Pero entiendo que no podemos decir que, por poner cualquier ejemplo, comer brécol, disminuirá el dolor de regla.
—Más que de alimentos en concreto, tenemos que hablar de hábitos. No sirve de nada comer más brécol si luego haces meriendas poco nutritivas. Tenemos que hablar de hábitos. ¿Cuáles?, uno rico en antioxidantes, que incluya siempre frutas y verduras; dependiendo de la persona, también puede haber verduras u hortalizas que sean más recomendables. Crucíferas como el brécol, la coliflor, el romanesco u otras coles sabemos que nos ayudan a mejorar la excreción natural de estrógenos, por ejemplo. También nos interesará una alimentación que no sea rica en harinas refinadas, sino que preferiremos cereales integrales o alimentos de menor índice glucémico. También que sea rica en ácidos grasos de calidad, es decir, en omega-3, principalmente presente en pescados azules, semillas de lino, nueces, aceites monoinsaturados y de calidad como el aceite de oliva virgen extra o aguacate, que se puso muy de moda hace unos años, pero que tiene un impacto positivo en nuestra salud hormonal.
—¿Hasta qué punto la alimentación va a influir en que un embarazo sea mejor o peor o va a ayudar a lograr la concepción? Lo digo porque hay personas que, por muy bien que se alimenten, no van a poder nunca quedarse embarazadas.
—Tenemos que entender que entender que la nutrición es una herramienta más de la que disponemos, pero no es la única. Va a ayudar a mejorar nuestra salud, pero no le podemos decir a nadie que la nutrición va a ser la cura para enfermedades que son crónicas. Puede mejorar nuestra calidad de vida o, si buscamos un embarazo, nuestra calidad ovocitaria o regularnos a nivel inmune para lograr una implantación endometrial. Esto se puede asociar un menor riesgo durante el embarazo, pero tampoco hablamos de certezas. En un proceso reproductivo, nadie nos va a poder garantizar nada al 100 %.
—Su especialización mezcla dos campos de conocimiento en los que, tradicionalmente, se ha culpabilizado mucho al paciente. Si alguien tenía sobrepeso, era porque no comía bien o no hacía el suficiente ejercicio; si alguien no lograba un embarazo, es que tenía que relajarse. ¿Se ha encontrado con esta culpa?
—Aquí hay varias cosas. Es verdad que todo lo que tenga que ver tanto con la alimentación como con la ginecología, tanto en conjunto como por separado, se tiene que abordar con perspectiva de género. Al final existe una moralidad social sobre la nutrición que dice lo que está bien y lo que está mal. Y esto va a provocar que muchas veces haya culpa. Y la culpa se suele asociar al género femenino. Es muy común que las mujeres sientan culpa y en la alimentación es algo que se ve muy reflejado. Nueve de cada diez trastornos de la conducta alimentaria afectan a mujeres. Realmente, cuando una persona llega a consulta, además de sobre hábitos nutritivos, deberemos hablar de hábitos saludables. Y aquí es muy importante entender que la salud no es solo física como siempre nos han enseñado. Muchas veces podemos conseguir que un hábito sea muy nutritivo, pero no será saludable si la salud mental se queda por el camino. Va a haber momentos en los que, para una persona, comer chocolate con leche, que es algo súperdemonizado, vaya a ser saludable por el hecho de que le hará sentir bien. Si tu herramienta de regulación emocional ante situaciones de estrés es comer chocolate y te hace sentir mejor dentro de algún contexto, va a ser algo saludable para ti. Muchas veces en consulta nos encontramos con personas que llegan con esta moralidad, con estas ideas preconcebidas de que lo que les pasó puede ser su culpa o que todo se puede conseguir cambiando la alimentación. Debemos darnos cuenta que tener predisposición a una patología nunca va a ser nuestra culpa, que hay muchos más factores que los hábitos de vida, como la genética, que van a estar ahí y que no voy a poder manejar. Y dentro de esa parte de hábitos que puedo manejar, tendré que ver hasta dónde soy capaz de llegar. Porque perder mi salud mental por el camino es también un factor de predisposición para otras patologías.
—Tiene sentido, aunque seguro que habrá quien le haya reprochado mezclar la nutrición con la perspectiva de género.
—Cuando se habla de perspectiva de género parece que nos estemos refiriendo exclusivamente a las mujeres, es algo que afecta a mujeres y hombres. Porque yo tengo mujeres en consulta y también chicos, aunque en menor medida, porque mi especialidad se asocia a los cuidados y los cuidados siempre nos los han inculcado a nosotras, pero cuando llega una mujer lo hace por un problema de salud, o por una búsqueda de embarazo, o porque quiere perder peso; pero cuando viene un chico, lo más habitual es que el motivo de consulta sean hábitos deportivos. Y en las búsquedas de embarazo, vienen más ellas que ellos, pese a que, cuando hablamos de reproducción, hablamos de dos, no de uno. La perspectiva de género hay que aplicarla por ellas, pero también por ellos.
—Otro frente interesante es el de la nutrición posparto, donde muchas mujeres sienten mucha presión ante el anhelo de 'recuperar' el cuerpo previo al embarazo.
—El posparto es un momento delicado en la vida de una familia. Soy de las que creo que es algo que tenemos que ver siempre desde un punto de vista flexible, porque de lo último que te vas a acordar durante el posparto es de la alimentación. Es algo que pasa a un segundo plano y es perfectamente normal, algo con lo que tenemos que ser compasivos. Es algo que tenemos que trabajar de antemano, durante el embarazo, porque al final la alimentación posparto, más que centrarse en nutrientes, debería orientarse a cómo hacer mi vida cómoda intentando que sea nutritiva en la medida de lo posible. Es decir, en dotar de herramientas a las familias. Puede ser un batch cooking en el congelador o cualquier otra estrategia que te permita cocinar en poco tiempo. Quizás no priorizar tanto el producto fresco a costa de tener recursos en el congelador puede venirnos bien y nos facilitará la vida. Sería lo primero que se trabajaría inmediatamente después del parto, pero siempre hago hincapié en trabajar de antemano en ello, porque en ese momento no estamos para centrarnos en algo así. Una vez pasado el posparto inmediato, es cierto que muchas mujeres vienen a consulta para recuperar su cuerpo de antes, pero también por otros síntomas como cansancio o la lactancia materna. Un cuerpo que ha gestado a un bebé, que ha creado una nueva vida, algo bastante impresionante, ha tenido muchísimos cambios. Debemos entender que las mujeres, al igual que sus cuerpos, nunca vuelven a ser los mismos. Deberíamos enfocar esto, más que buscando un fin, desde la aceptación y la preocupación sobre la salud de esa persona. Cuando una paciente llega a consulta, a mí no me preocupa su peso o su forma física. Lo que me preocupa es los síntomas que dice tener y cómo están afectando a su calidad de vida. Y sobre ellos, trabajar.
—A nivel de patologías, sí sabemos que problemas como el síndrome de ovario poliquístico mantiene una relación directa con la aparición de resistencia a la insulina, ¿qué puede ayudar a una mujer con este cuadro?
—Hablamos de una patología que, hasta en un 80 % de los casos, existe una asociación con la resistencia a la insulina. Esto, en el largo plazo, nos predispone a una diabetes tipo 2, al igual que nos pasa durante el embarazo se sufre una diabetes gestacional. Se requerirá un abordaje personalizado en función de si esa paciente presenta una resistencia a la insulina o no y, después, sí es cierto que solemos recomendar una alimentación rica en grasas saludables, porque al final la función hormonal ovárica está muy condicionada por los ácidos grasos esenciales que ingerimos. También buscaremos una alimentación de menor índice glucémico, aunque nunca se debería recomendar restringir totalmente los hidratos de carbono. Deberán estar incluidos, pero que sean de calidad.
—¿Es común que tengan estas pacientes un especial cuidado de la alimentación?
—La mayoría de la gente que tiene síndrome de ovario poliquístico muchas veces no tiene un especial cuidado con la alimentación por puro desconocimiento, pero sí que existen recomendaciones clínicas internacionales de que la primera línea de abordaje deberían ser los hábitos de vida: la alimentación y la actividad física. Con esto, deberíamos ser capaces de mejorar. De no lograrlo, llegaríamos a la píldora como tratamiento de segunda línea.
—¿Hasta qué punto se relación mantienen con la ginecología?
—Una de las problemáticas que tenemos actualmente es que muchos de los profesionales de la ginecología desconocen cómo nuestro ámbito puede favorecer a sus pacientes.
—Se lo decía porque tengo la impresión de que muchas veces la píldora anticonceptiva no es la segunda línea de tratamiento, sino la primera.
—El diagnóstico ginecológico a día de hoy tanto del ovario poliquístico como de la endometriosis son bastante complejos. En muchas ocasiones, lo que vemos desde la atención primaria es que cuando una mujer presenta un problema de salud hormonal como primera línea de tratamiento sí se la pauta la píldora, sin recurrir siquiera a ginecología. Cuando a una paciente le damos la píldora, lo que estamos haciendo es suprimir su sistema hormonal. Esa persona dejará de tener síntomas, porque pasará a tener los ovarios apagados. En muchos casos, esa persona no dejará la píldora hasta que finalice su etapa reproductiva. Lo que nos encontramos en patologías como el síndrome de ovario poliquístico es que, en pacientes que han dejado de tomar los tratamientos anticonceptivos por una búsqueda de un embarazo unos años más tarde, esa búsqueda no tiene éxito.
—En otros problemas de salud hormonal como la endometriosis, sabemos que el retraso diagnóstico es de años, ¿por qué pasa esto?, ¿científicamente podríamos hacer más o es un problema de rentabilidad o de cualquier otro tipo?
—Aquí hay varias cosas. Por un lado, la inversión que hay en investigación sobre endometriosis es baja. Mi tesis doctoral es sobre el papel de la alimentación en la endometriosis y te aseguro que no hay financiación para ello. No hay fondos públicos destinadas concretamente a esto, como sí los hay para otras patologías masculinas. Y luego, no existe ningún biomarcador propio que se asocie en este momento a la endometriosis. Muchas veces se utilizan otros marcadores tumorales como el CA-125 que a veces pega algún susto a los pacientes cuando lo ven en la analítica. Realmente, uno de los problemas que tenemos es este. Otro es que muchos ginecólogos no están formados en endometriosis. Lo cual es algo chocante dado que es la patología más prevalente en mujeres en edad fértil. Sin embargo no tenemos ginecólogos que estén formados. De hecho, sanidades de referencia en este sentido en España. Recientemente han salido a la venta unos test de saliva que detectan una proteína concreta de la endometriosis, pero de momento solo se comercializan en Francia, que es donde se realizó el estudio. En España, de momento, no sabemos nada sobre ellos.
—Pero estamos hablando de una patología objetivable, ¿no?
—Sí y no. Es cierto que las guías clínicas actuales describen los grados de la endometriosis según los órganos que se vean afectados o cantidad de tejido, porque de alguna manera hay que clasificarla, pero hay muchas mujeres que tienen mucho tejido y no presentan sintomatología; y hay mujeres con una endometriosis superficial con una sintomatología muchísimo más acervada. Entonces, realmente, el daño que hay a nivel físico que se pueda observar es algo tangible, pero no siempre se corresponde con la clínica del paciente.
—Lo preguntaba porque no sé a qué responde el que una mujer que llega a la consulta de medicina de familia tenga complicado obtener su diagnóstico. Si es una cuestión de dificultad por falta de herramientas o también de actitud.
—Generalmente, no hay una actitud proactiva. Mayoritariamente, el diagnóstico es muy difícil de conseguir porque el dolor menstrual siempre ha estado muy normalizado. Hasta hace muy pocos años la salud reproductiva de la mujer no se estudió, el dolor era algo normalizado y sigue habiendo muchos facultativos que lo achacan a que eres joven o a que no tuviste hijos. De hecho, hay pacientes que han tenido que escuchar que si quieren curarse, que tengan un hijo, cuando esto no tiene ningún tipo de evidencia científica. La endometriosis es una enfermedad crónica y es muy fuerte que un médico, que se supone que debería estar ayudando, te diga que esto se cura con un embarazo.
—Hablaba de que la endometriosis es la patología más prevalente en mujeres en edad fértil, ¿de qué cifras estamos hablando?
—La prevalencia estimada es de una de cada nueve mujeres. Pero los profesionales especializados en esto siempre hablan de que es muy probable que sea mucho más alta, pero al ser tan difícil de diagnosticar, ¿cómo se haría el conteo?, ¿cómo podríamos hacer estudios si los profesionales que deberían diagnosticarla no están preparados para ello? Porque no es una patología fácil de observar, tampoco. Entonces, siempre se dice que probablemente la prevalencia sea más alta.