Mapi Herrero, nutricionista: «A los niños les cuesta entender qué significa un consumo ocasional, también a los adultos»
VIDA SALUDABLE
La especialista en alimentación en familia y pediátrica recuerda que lo importante en vacaciones en mantener una rutina en todos los niveles
22 dic 2024 . Actualizado a las 12:59 h.La dietista-nutricionista Mapi Herrero, especializada en nutrición infantil y lactancia, sabe que las Navidades pueden ser un momento estresante para aquellos niños y familias que presentan conflictos con la comida. Por eso, pide compresión: «Hay familias para las que algo tan “sencillo” como compartir unas croquetas con su peque es inviable por muchas razones y eso, no es solo que dificulte la gestión de estas fiestas, sino que provoca frustración, rabia o tristeza que también hay que manejar», destaca. En conversación con La Voz de la Salud, habla sobre cómo mantener la rutina saludable en el hogar. En este sentido, lo más simple parece ser lo más evidente: que los mayores prediquen con el ejemplo.
—¿La mayor presencia de dulces en los hogares hace necesario que prestemos más atención a lo que comen los pequeños de la casa?
—La alimentación de los peques es importante todo el año. Es la base de su crecimiento, desarrollo y salud futura, pero eso no significa que solamente puedan comer aquello que hemos etiquetado como “saludable”. La alimentación cumple una función nutritiva pero otra hedónica, de proporcionar placer, que es igualmente importante. Si en casa estas fechas se disfrutan con postres caseros o con algún procesado típico de estas fiestas, los peques tienen que integrarse en la celebración familiar, porque comer es mucho más que nutrientes; es cultura y tradición. Que durante unos días se coman algún dulce típico no va a cambiar su estado nutricional, siempre que las bases de la alimentación saludable se mantengan. Esto también es disfrutar de la comida, no sentir culpa, no necesitar “compensar” o “castigarse”. Eso es algo que se aprende desde pequeños.
—En las familias que se enfrentan a conflictos relacionados con la comida y sus hijos, ¿estas fechas resultan especialmente complicadas?
—Sí. Es decir, si una familia tiene un conflicto con la comida —que puede ir desde una alergia a una enfermedad metabólica, pasando por un niño para el que el momento de comer es estresante— cuantas más comidas o celebraciones en torno a la comida haya, más complicada será esa época. Los problemas relacionados con la alimentación infantil no se limitan a peques selectivos, hay familias para las que algo que parece tan sencillo como compartir unas croquetas con su hijo es inviable por muchas razones. Esto no solo dificulta la gestión de estas fiestas, sino que provoca frustración, rabia o tristeza, las cuales también hay que manejar.
—Digamos que una familia quiere seguir una estructura más saludable en Navidad, ¿qué sería lo primordial?
—Lo primero que recomendaría es que, si los peques no conocen ni han probado dulces, no hay ninguna necesidad de presentarlos. Especialmente si tienen menos de dos años, cuando lo ideal es mantenerlos ajenos a ese mundo, porque ya llegará en un futuro. Creo que a veces esta oferta responde más a la necesidad y al disfrute del adulto que del propio niño. Cuando son más mayores, una alimentación saludable tiene que ser flexible, por lo que, si yo compro turrón en octubre, lo saco con el café, y está mi hijo delante, como es evidente va a querer comerlo. Lo ideal en este caso es darle un trozo sin mayor drama. La mejor gestión es la de contextualizar. Si es una comida festiva, el objetivo no es nutricional, sino de disfrute y todos tenemos derecho a ello, independientemente de la edad. Porque si solo atendiésemos a la salud, los niños no tomarían dulces, pero los adultos tampoco podrían brindar ni una sola vez con alcohol, ya que no existe una ingesta segura. Otro consejo es que en el menú diario mantengamos la ingesta habitual de frutas, verduras, legumbres u hortalizas, mientras que en los días festivos, celebremos con lo que más nos guste, apetezca y sea propio de nuestra familia.
—Una vez pasen las fiestas puede ser complicado gestionar que el niño vuelva a querer fruta en lugar de un trozo de turrón.
—El cerebro de un niño, cuando descubre algo que le gusta, lo va a pedir de forma insistente. Les cuesta entender el concepto de ocasional. Es más, diría que es una idea que ni siquiera los adultos entendemos. Si compramos dulces propios de la Navidad, estarán enmarcados en el contexto de estas fiestas. Así que, en este caso es sencillo, ya que dejan de estar a la venta y esto se puede explicar muy fácilmente. Lo complicado es que en estas fechas compremos otro tipo de procesados, que están a la venta todo el año. Porque ahí sí que vamos a tener que encontrar una razón coherente para decidir cuándo sí y cuándo no se pueden comprar. Y en esto de la coherencia, los adultos patinamos un poco.
—¿Qué se puede hacer si el niño rechaza la carne y el pescado, ambos típicos en estas fechas?
—Si la familia disfruta de estas elaboraciones, estarán en la mesa y se puede invitar al peque a probar, sin presión y sin obligación; teniendo en cuenta que puede que no le guste, no lo quiera comer y no pasa nada. El objetivo es normalizar y dar oportunidad de disfrutar. Además de esto, y en previsión de que al peque no le apetezca probar o no le guste, tendrá que tener un menú que sea agradable para él o ella. Por otro lado, a veces el concepto de “mal comedor” es en realidad una desproporción entre lo que el adulto considera que debe comer y lo que en realidad es suficiente para el peque.
—¿Es mejor adaptar el menú a sus gustos o verlo como una oportunidad para introducir nuevos sabores?
—Siempre es una oportunidad de probar sabores, alimentos y texturas, pero esto se tiene que hacer por placer, porque les apetezca descubrir. Hay muchos niños con dificultades en la alimentación para los que esto no es una opción, simplemente no pueden soportar algunos olores, sabores, texturas o colores. Y si ponemos el foco en ellos vamos a generar estrés, y nadie disfruta de ese momento en familia. Así que, oportunidad sí, pero obligación no.
—¿Cómo se encuentra el equilibrio entre no prohibir el consumo de los dulces, por ejemplo, y no ser permisivos con todo?
—Algunos compañeros utilizan la frase de «no ofrecer, no negar», que resume bastante bien ese equilibrio. Significa que, si no lo ha visto y no lo pide, no hay que ir ofreciendo. Ahora bien, si el dulce está a la vista y al alcance del peque y además otras personas en la mesa lo están comiendo, lo lógico es que él o ella también pueda. Claro está, salvo alergias o patologías, en cuyo caso mi recomendación es que no esté aquello que no todos puedan comer.
—¿Hasta qué punto considera importante mantener la rutina?
—Es la base del equilibrio. Tener una rutina de hábitos saludables la mayor parte del tiempo. Hacer actividad física en familia, mantener en el menú los alimentos ricos en nutrientes, de esa forma, el aporte de vitaminas y minerales está asegurado y, aunque haya otros días “menos nutritivos”, no está en riesgo la salud de los peques. Al final las Navidades comprenden la cena de Nochebuena, la comida de Navidad, la cena de Nochevieja, la comida de Año Nuevo y la comida de Reyes. Dentro del período vacacional, que es de aproximadamente veinte días y cien ingestas, puede haber un total de cinco o seis fuera de lo que entendemos como normal. Es una cantidad tan baja que ni siquiera es representativa.
—Como propósito de año nuevo, puede haber familias que decidan cambiar su dieta hacia una más saludable. ¿Cómo se lo explicamos al niño?
—Si los hábitos de la familia no son saludables, es la mejor inversión que se puede hacer en salud. Un pequeño matiz, pero importante, esto no quiere decir que en año nuevo el objetivo del cambio de hábitos sea adelgazar. A los niños muchas veces no hay que explicarles nada, nos observan todo el tiempo y aprenden más de lo que ven que de lo que les decimos, por eso es importante no hacer comentarios sobre alimentos “buenos” o “ malos” o sobre el cuerpo, propio o de los demás, o sobre la forma de comer. Con estos detalles les estamos dando información. Que el 2025 decidamos comer más veces a la semana legumbre, o cambiar el desayuno, o poner más fruta de almuerzo, no necesita explicación. Lo ideal es hacer esos pequeños cambios de forma natural y mantenida en el tiempo.
—Entiendo que al peque no le vamos a decir: «Hay que adelgazar».
—Nunca, porque además no es cierto. Adelgazar no lo resuelve todo, digamos que es un efecto secundario del cambio de hábitos. Al peque lo que se le explica es que hay que comer más vegetales, hay que probar más frutas y que hay que descubrir los frutos secos De hecho, en consulta, cuando mi objetivo con un pequeño o familia es que reduzcan el consumo de algo, lo que hago es omitirlo de las sesiones y de los materiales de trabajo. Lo que no se nombra no se ve, se acaba olvidando.
—¿Cuáles considera que son los cambios más sencillos de hacer?
—Depende mucho de cada familia. A veces damos consejos generales que no están adaptados y lo que para una es muy fácil y asequible, para otra puede ser muy complicado. Creo que lo más efectivo a nivel de alimentación familiar es que los adultos entendamos que harán lo que ven en nosotros, así que lo más sencillo es, en primer lugar, tomar conciencia de que quiero conseguir y después buscar las herramientas para lograrlo
—¿Cómo se les explica que hay cosas que no se deben comer todos los días?
—Explicando que, en realidad, lo que hay son alimentos que necesitamos todos los días, y dejando que el olvido haga su efecto.