Alejandro García, cirujano y dibujante: «Dibujar es una vía de escape cuando trabajas con el cáncer todos los días»

Lois Balado Tomé
Lois Balado LA VOZ DE LA SALUD

VIDA SALUDABLE

El cirujano e ilustrador, Alejandro García Pérez.
El cirujano e ilustrador, Alejandro García Pérez. ANGEL MANSO

Empezó garabateando en apuntes y ahora ilustra trabajos científicos junto a compañeros que le piden que colabore con ellos

16 mar 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Del punto más alto de un caballete sobre el que descansa una pintura titulada Extracción, cuelga una bata blanca, que funciona como metáfora de lo ambiguo. Como está rodeada de lienzos y de pinceles, parece estar destinada a protegerse de los manchurrones de los acrílicos y los óleos que salpican un taller de pintura —llámenle taller, llámenle salón de una vivienda—. En realidad es, sin embargo, la bata jubilada de un estudiante de medicina. Bordado, sobre el dobladillo del bolsillo, se lee «Alejandro Gª».

El estudiante era Alejandro García, hoy cirujano torácico en el hospital de A Coruña. El estudiante es también Alejandro García-Pérez, que ha incorporado un guion a su nombre, no por abolengo, sino por practicidad. Dice que, dado lo común del García y del Pérez, ese tándem ayuda a identificar su firma en los artículos científicos. No tanto a los que escribe como a los que ilustra.

Todo empezó, claro, por una carambola. Garabatos sobre sus apuntes de anatomía —previamente a Medicina, Alejandro ya había estudiado veterinaria— que sus compañeros veían y comentaban. De boca en boca, sus bocetos llegaron a oídos de uno de sus profesores, Juan Suárez Quintanilla. «Entonces, él necesitaba a alguien para dibujar un libro que estaba preparando sobre anatomía del aparato locomotor. Y todo empezó por ahí. En aquel momento solo dibujaba en grafito —lápiz, vaya—. Fui a su despacho y me dijo: ‘‘Oye, tú qué sabes hacer''. Le preparé una ilustración con un folio y un bolígrafo de un corazón y se lo enseñé. A partir de ahí, empezamos a trabajar juntos», recuerda Alejandro. Como la servilleta entre Messi y Carles Rexach, hoy esa pieza, enmarcada, tiene un lugar especial en su colección privada.

Del atlas al quirófano

Alejandro, chantadino, tiene 34 años y vive en un apartamento pequeño pero de vistas impresionantes a la ría de O Burgo, que invitan a la inspiración se sepa o no coger un pincel. En el año 2025, los metros cuadrados no sobran y un archipiélago de estancias desde las que trabajar han acabado por conformar su salón, que no tiene pared para tanta obra. Junto al ventanal, la zona de pintura tradicional. Antes del pasillo, otra mesa de trabajo con un ordenador y una tablet.

Hay también una nutrida librería, compuesta en buena parte por manuales médicos, aunque hay otros que no se mueven de la mesa de trabajo diario. El que siempre está es el Atlas Netter de Anatomía Humana, ilustrado por el propio Frank H. Netter —médico estadounidense— con el que llevan estudiando el cuerpo tropecientas generaciones de médicos. Fue el que le permitió pintar aquel corazón en bolígrafo sin haber visto jamás uno. Hoy, ver lo que esconde un tórax forma parte de su día a día.

Exposición en A Coruña. Hasta el próximo viernes 28 de marzo, la obra de Alejandro permanecerá expuesta en el edificio que el Colegio Oficial de Médicos de A Coruña tiene en el número 29 de la calle Riego de Agua. El acceso será gratuito y algunas de sus obras estarán a la venta. Muchas de las ilustraciones que se muestran en este vídeo estarán presentes en la exposición.

«¿Ha visto todo lo que ha pintado?», se le pregunta. «Prácticamente, sí», responde tras unos segundos de repaso mental. «Hay cosas, claro, que no es posible ver. Tengo ahí un ejemplo de una ilustración de un pulmón con una tuberculosis. Hoy en día, la tuberculosis ya no la vemos en esos estados en la práctica diaria», aclara sobre un precio que todos estamos dispuestos a pagar alegremente.

Dibujos en tiempos de IA

Sus ilustraciones, especialmente aquellas que salen del pincel y no del pen de una tableta, recuerdan, aunque con la precisión de nuestro siglo, a atlas vetustos. Más a las lecciones de anatomía del Dr. Nicolaes Tulp ilustradas por Rembrandt o a bocetos del renacimiento italiano que a las técnicas de imagen tan desarrolladas con las que cuenta hoy la medicina. ¿Tiene sentido seguir apostando por este tipo de ilustraciones cuando existen cámaras digitales o resonancias magnéticas?, ¿qué aportan? «Es una de las preguntas que más me hacen. Ahora están surgiendo las inteligencias artificiales, por ejemplo. La IA es una herramienta más, como lo fue la fotografía en su momento, y que no tenemos que dejar de utilizar. Que nos mejora la vida e incluyo a los ilustradores, aunque yo no las use. El papel de la ilustración sigue estando ahí. Hay mucha gente que me pide trabajos para sus artículos y que me manda una foto. ¿Por qué no ponen esa foto? Pues porque no muestra todo lo que quieres mostrar, o porque siempre hay alguna imperfección que quieres mejorar. Y, además, una imagen quirúrgica o de una técnica, no suelen ser amables. Son cosas que la ilustración médica permite solucionar», razona. Se ve que, si Instagram dispone de un filtro ante el contenido que pueda herir sensibilidades es porque está hecho a nuestra imagen y semejanza. Lo que está claro es que este tipo de ilustraciones interesan. De no ser así, Alejandro no recibiría peticiones de todo el mundo para describir, por ejemplo, nuevas técnicas quirúrgicas —su trabajo llega a lugares insospechados a través de las redes—. Así es como un cirujano torácico acaba, a través del dibujo, firmando un trabajo de divulgación junto a un anestesista.

Simbología terapéutica

De un tiempo a esta parte, la obra de Alejando ha ido ganando en licencias. De lo estrictamente académico, de la pura descripción de un abordaje clínico de esta y esta otra enfermedad, empiezan a aparecer lienzos con elementos ornamentales o, aún más allá, referencias simbólicas. «No soy un profesional de la pintura o el dibujo en absoluto. Aunque no creo en los autodidactas, porque todos tomamos nota de alguien, es verdad que he ido aprendiendo por mi cuenta; no tengo una formación artística reglada», reconoce.

La inclusión en su obra de aspectos más artísticos —aunque reivindica ser más artesano que artista— llegó como una respuesta casi adaptativa a lo que emerge tras una incisión de bisturí. «Lo que veo como cirujano torácico muchas veces es muy crudo, porque no dejamos de ser cirujanos oncológicos; trabajamos con el cáncer todos los días. Muchas veces abres un tórax y te encuentras cosas que no te esperas. Todo en la vida lo vamos normalizando, pero con la enfermedad es muy difícil porque tienen nombre y apellidos. Esto para mí es una vía de escape increíble», expresa y reconoce que a su artesanía debe parte de su mejor salud mental.

Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé
Lois Balado Tomé

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.

A Coruña (1988). Redactor multimedia que lleva más de una década haciendo periodismo. Un viaje que empezó en televisión, continuó en la redacción de un periódico y que ahora navega en las aguas abiertas de Internet. Creo en las nuevas narrativas, en que cambian las formas de informarse pero que la necesidad por saber sigue ahí. Conté historias políticas, conté historias deportivas y ahora cuento historias de salud.