La comunicación, hoy
La comunicación, hoy
Martes, 11 de Junio 2024, 17:18h
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Lo has visto mil veces. Gente que le habla al móvil y, al cabo de un rato, se lo lleva a la oreja y escucha. No está manteniendo una conversación, tan solo un intercambio de audios. No hay interrupciones. Nadie pisa a nadie. Los estudios han llamado a sus principales usuarios ‘la generación muda’ ya que, según datos como los recogidos por la plataforma digital BankMyCell, el 81 por ciento de los jóvenes siente fobia a enfrentarse a una llamada de teléfono.
Pero, como ya sabemos que los más jóvenes tienen de mudos lo que Harpo Marx, los expertos que realizaron el informe se han visto obligados a darnos más explicaciones. «Las llamadas los hacen sentir vulnerables», explican desde la plataforma. Y los que todavía conservamos el coraje de llamar a alguien sin avisarle antes por WhatsApp de que lo vamos a hacer no damos crédito. ¿'Vulnerables' han dicho? Así es. Y lo explican: porque durante una llamada en vivo tienen menos tiempo para meditar sus respuestas. Es decir, esconderse detrás de los mensajes evita decir algo inconveniente o equivocarse y tener la posibilidad de borrar la conversación si has soltado una palabra inadecuada alivia mucho su ansiedad... Hasta luego humanidad.
¿El resultado? Audios de WhatsApp en forma de monólogo, que trascienden a todas las generaciones y que a veces duran más que una película de Scorsese. Y es que, sin restarle ni un ápice de mérito al género, no es el monólogo lo que nos ha hecho evolucionar como especie… Ni lo que caracteriza a las democracias. ¿De verdad es exagerado decir que las notas de voz son el fin de la humanidad? Igual es pasarse, pero alguna explicación habrá que encontrar.
«No es que la gente guarde silencio, simplemente están encontrando formas de evitar una conversación cara a cara», explica Sherry Turkle, psicóloga del Instituto de Tecnología de Massachusetts y autora del libro En defensa de la conversación: el poder de la conversación en la era digital. Y llama a esta situación 'escapismo de la vulnerabilidad'. «Los usuarios de notas de voz no tienen que reaccionar al roce con el estado afectivo de otra persona ante un desacuerdo o una pregunta inesperada», explica Turkle en The Washington Post. Lo leo y se me saltan las lágrimas. «Los mensajes de audio básicamente no suponen ningún riesgo», añade. «Estamos perdiendo la capacidad de mantener conversaciones empáticas, que es como conectamos unos con otros. Necesitamos practicar eso. La gente está muy preocupada por mostrar demasiado de sí misma».
Para muchos de sus defensores, los mensajes de audio no son impersonales o cerrados, sino que permiten un tipo especial de intimidad. Pero, ¿se habrán puesto a pensar si a los demás les gusta recibir su inagotable periplo verbal? Los que nos hemos criado hablando por teléfono de manera natural no entendemos que alguien se tenga en tanta estima que espere que tú escuches sus divagaciones e, incluso, se permita masticar mientras habla porque le pilla en la cocina de su casa.
¿Lo peor? Los titubeos del tipo: «Holaaaaa… estooooo… ¿qué te iba a decir? (toses en primer plano) Ay, perdón, que tengo un catarroooo. Nada, queeeee, estaba pensando queeee…. Espera, que estoy sacando un pollo del horno…. (segundos de tensión, vacío existencial, estruendo de platos y cacharros). Ya… ¿que si nos vemos el finde?». Pues no. No te pienso ver. Escribir solo la última frase te hubiera costado tres segundos. Y a mí me hubiera ahorrado esta terrible animadversión.
«Me encanta enviarlos, pero me mata recibirlos», parece la gran conclusión. Y, ante la poca probabilidad de que esto vaya a menos, no nos queda otra que acudir a expertos en protocolo (también digital) como Elaine Swaan, que explica en The Washington Post que las notas de voz no deben utilizarse para enviar largos monólogos, sino solo en las circunstancias en las que sea necesario «escuchar el tono para entender la conversación. Por ejemplo, en el caso de una disculpa».
Y, sobre todo, «ten autocontrol», suplica la experta. «No te entrometas en la vida de alguien con un mensaje de audio interminable». Los temas que requieran más detalle, según Swann, deben guardarse para una llamada telefónica, cuando ambas partes pueden participar activamente.