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Tupperware, el fin de un negocio que marcó una época (y dividió al feminismo)

Se acabó la fiesta

Tupperware, el fin de un negocio que marcó una época (y dividió al feminismo)

Los envases de polietileno de la empresa Tupperware han inundado las cocinas de los hogares de todo el mundo durante más de medio siglo. Incluso dieron nombre al genérico “táper”. Ahora, tras una tremenda caída en bolsa, se ha declarado en bancarrota. Es el fin de una marca icónica. Te contamos las razones de su auge y su caída.

Martes, 27 de Junio 2023

Tiempo de lectura: 8 min

Todos tenemos táperes —o tuppers— en nuestras casas, pero es poco probable que tengamos recipientes de la marca original, Tupperware. Y es que la empresa que ha dado nombre a esos míticos envases de plástico ya no tiene la implantación que tenía, ni siquiera en Estados Unidos, donde nació; de hecho, está al borde de la quiebra, superada por la competencia y por la incapacidad de adaptarse a los nuevos tiempos y las necesidades de los consumidores más jóvenes. No en vano han pasado 77 años desde que sus recipientes herméticos de polietileno para conservar alimentos se convirtieron en un fenómeno mundial.

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Earl Tupper y Brownie Wise. Los creadores del fenómeno mundial Tupperware: él, creando el dispositivo de guardado y conservación de alimentos; ella, desarrollando una imparable estrategia de comercialización de un artículo que colonizó todas las cocinas.

Fue en 1946 cuando el químico Earl Tupper creó unos recipientes de plástico ligeros e irrompibles a los que añadió una tapa hermética, inspirada en la de las latas de pintura. El objetivo era que, al igual que esas tapas impedían que la pintura se secase, las de sus recipientes evitaran que los alimentos que se guardaban en el frigorífico perdieran calidad y sabor.

A pesar de su innegable utilidad y de que hoy nos parezca un utensilio básico en una cocina, entonces esos artículos (el nombre en inglés es la fusión del apellido del creador y ware, 'artículo' o 'mercancía') resultaban desconcertantes para los consumidores. Tanto que en las tiendas no se vendían.

Y ahí es donde entró en juego una mujer: Brownie Wise, una representante de ventas de productos domésticos que, en cuanto vio los tuppers, entendió su potencial, hasta el punto de dejar su trabajo para incorporarse a la compañía de Earl Tupper, de la que llegaría a ser vicepresidenta. Fue Wise quien en 1950 implementó un modelo de ventas revolucionario: las reuniones o fiestas Tupperware.

El exitoso modelo de venta directa de Tupperware ha acabado siendo su debilidad. Tardaron demasiado en saltar al mercado 'on-line'

En un principio, eran simplemente demostraciones directas del producto a los consumidores en domicilios particulares para mostrar sus ventajas. Los consumidores eran, obviamente, mujeres en su inmensa mayoría. Y esas amas de casa se convirtieron en su gran fuerza de venta. Ellas se convirtieron en las vendedoras directas de los productos que ofrecían en sus propios hogares a sus amigas y vecinas y cobraban una comisión por cada venta. Y así, aquellos envases herméticos conquistaron el mercado.

Esa fortaleza de su modelo de venta directa ha sido, sin embargo, lo que ha precipitado ahora su caída, tras más de siete décadas de éxito. Los jóvenes de hoy —a pesar de que mantienen como lema la regla de compra de las tres B: bueno, bonito y barato—, tienen una nueva norma imprescindible a la hora de añadir algo a sus cestas: que la compra sea rápida. Y si el producto puede llegar a la puerta de sus casas sin que ellos deban molestarse en lo más mínimo, mucho mejor. Pero nada de reuniones ni vendedores explicando nada.

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Armas de mujer. Una de las legendarias reuniones de Tupperware. Un modelo de venta directa que arrasó entre los años 50 y 70 en medio mundo (a España llegó más tarde), hasta el punto de que muchos años después derivó en la expresión 'reuniones tuppersex' para referirse a los encuentros de mujeres para hablar de su sexualidad y los aparatos que la estimulan.

Es cierto que la empresa no se ha quedado de brazos cruzados. En las últimas décadas ha tratado de potenciar sus propuestas y ha reformado sus diseños intentando engatusar a las nuevas generaciones con productos de moda, originales y llamativos, pero estas ya no conectan con la legendaria marca. Tupperware ha tenido que enfrentarse a la aparición de tiendas emergentes, físicas y digitales, con productos similares; primero. los bazares y luego, los mercados on-line, que venden contenedores de comida similares a precios más bajos y con diseños atractivos.

Las reuniones Tupperware permitían a las mujeres ganar un dinero propio, lo que aumentaba su autonomía, y relacionarse en un entorno seguro, lo que facilitaba las confidencias

Según los expertos, el error de la empresa estadounidense fue su demora en relegar el modelo de venta directa como fuerza principal. Tupperware acabó abriendo también su tienda on-line, ofreciendo a la vez ventas por Internet a todo el mundo, pero llegó demasiado tarde.

Hasta entonces, las 'fiestas' de Tupperware, esos rituales comerciales en los hogares, eran la base de sus ventas. Y durante muchos años, representaron incluso una forma de reivindicación de los derechos laborales de la mujer. Pero eso también ha sido puesto ahora en cuestión.

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La 'anti Mad Men'. Algunas analistas resaltan que las reuniones y la forma de venta que creó Wise (a la derecha) representa un entorno de trabajo opuesto al de la industria de la publicidad que mostraba la serie Mad Men.

En los años 50, pocas mujeres, incluso en Estados Unidos, seguían trabajando una vez casadas. Mayoritariamente, se convertían en amas de casa y, en muchos casos, se veían aisladas en los suburbios de las ciudades americanas. Las reuniones Tupperware les permitían ganarse un dinero propio, lo que aumentaba su autonomía, y relacionarse con otras mujeres en un entorno seguro, lo que facilitaba las confidencias y la vida social al margen de sus maridos.

Además, Alison Clarke, profesora de Historia y autora de Tupperware: The Promise of Plastic in 1950s America, defiende que aquellas fiestas fueron revolucionarias porque ofrecieron un modelo alternativo para el éxito comercial basado en la cooperación femenina en lugar de una competencia agresiva. «Las redes de Tupperware consistían en mujeres que ayudaban a otras mujeres y las capacitaban. Era la antítesis de la cultura corporativa masculina. Era lo opuesto a Mad Men».

Cuando Brownie Wise triunfó y se hizo popular, fue despedida. Eso, alegan las feministas, ejemplifica el escaso empoderamiento que las mujeres lograron en aquellos 'liberadores' encuentros

Pero no todos los analistas lo ven hoy igual: aquel modelo Tupperware, alegan, perpetuaba los estereotipos de género y, en realidad, confinaba aun más a las mujeres a su rol de amas de casa. Además, la venta directa en realidad les dejaba una comisión muy pequeña respecto al negocio millonario de la empresa. La prueba es que en los años 70, a medida que la mujer se incorporaba al mercado laboral, aquellas fiestas comerciales se redujeron de manera considerable. Y así siguieron descendiendo hasta casi desaparecer.

En España, conviene aclarar, la marca Tupperware, con sus reuniones de mujeres, no llegó hasta 1966. Y nunca tuvo la relevancia que alcanzó en Estados Unidos y otros países anglosajones. Aquí la posguerra impidió el desarrollo temprano de esa nueva industria de los envases de plástico con cierres herméticos, anclados aún en las tradicionales fiambreras.

Tampoco el rol de la mujer en los 50 en España era equiparable al norteamericano. En cualquier caso, un ejemplo de lo cuestionable que era el modelo Tupperware desde el punto de vista feminista es el despido de su gran promotora, Brownie Wise. Wise comenzó a vender ella misma los productos de Tupper para poder pagar las facturas médicas de su hijo enfermo, después de que su marido la abandonase. Fue ella la que convirtió ese modelo de ventas en la clave del éxito de la empresa, llegó a ser su vicepresidenta y fue la primera mujer en aparecer en la portada de la revista Business Week, en 1954. Pero, cuando su imagen, que incluía pasearse en un Cadillac rosa, empezó a ser omnipresente, fue despedida fulminantemente. En teoría, porque Earl Tupper desaprobaba su extravagante estilo de vida, pero para los críticos con su modelo de negocio, su despido ejemplifica a la vez el escaso empoderamiento que permitían aquellos supuestos liberadores encuentros de mujeres.

Hoy, la empresa Tupperware debe hacer frente al aumento de la deuda y la búsqueda desesperada de inversores, la caída del 48 por ciento del valor de sus acciones en bolsa, el incumplimiento en Wall Street por no presentar sus resultados en más de una ocasión... Todo indica que la histórica compañía va a quedarse fuera de juego. Eso sí, el nombre del 'táper' o tupper ha quedado consolidado para siempre en nuestro lenguaje desde que en 2017 lo admitió el diccionario de la Real Academia de la Lengua, desterrando definitivamente a la pobre fiambrera.


Cinco casos legendarios

CUANDO LA MARCA DA NOMBRE AL GENÉRICO

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Tirita

Para proteger a su mujer. Este fue el propósito del invento de Earle Dickson (1892-1961), un joven norteamericano de 28 años que veía como su pareja se hacía casi siempre cortes en la cocina. Para frenar la hemorragia, tuvo un día la idea de colocarle cinta y apósitos de crinolina con desinfectante. Le presentó el invento a James Wood Johnson, uno de los fundadores de la empresa en la que trabajaba. Y así fue como comenzó a comercializarse hace ya más de un siglo. A España el apósito llegó en 1939 de la mano del valenciano Gerard Coll. El primer nombre comercial fue Espárapractic Unitex, pero un año después pasaría a llamarse Tiritas, un nombre tan pegadizo que se convirtió en genérico. La RAE lo incluyó en el diccionario en 1984.
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Chupa-chups

Para que los niños se ensuciaran menos. El barcelonés Enric Bernat (1923-2003) también fue unos de los que consiguió que su invento diese nombre a cualquier dulce pegado a un palito. En 1958, tras observar como los niños se manchaban al comer caramelos, se le ocurrió comercializar un caramelo con un palito del cual sujetarlo desde abajo. Aunque el primer nombre que contempló el catalán para bautizar a estos míticos caramelos fue Gol, logró imponerlos bajo el nombre Chupa Chups.
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Rímel

Para realzar la mirada. Hoy existen miles de máscaras de pestañas a la venta, pero todos se designan por el genérico 'rímel', que en realidad es el apellido del inventor de este producto de belleza, que se remonta a 1834. Eugène Rimmel fue el joven francés que creó la primera máscara de pestañas de la era moderna (en el Antiguo Egipto ya usaban polvo de malaquita para realzar la mirada). El producto de Rimmel estaba hecho de polvo de carbón mezclado con vaselina y, además de ser muy difícil de aplicar, irritaba los ojos, pero fue un gran éxito, tanto que su apellido es el homónimo del producto en varios idiomas.
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Papel Albal

Para guardar la comida de los soldados.  Fue una empresa estadounidense —Reynolds— la primera en comercializar el papel aluminio tras el final de la Segunda Guerra Mundial, durante la cual se había utilizado para guardar la comida de los soldados. Pero fue el grupo francés Péchiney el que lanzó en 1965 el primer rollo de papel de aluminio doméstico, un envase práctico para mantener los alimentos dentro y fuera de la nevera. Lo llamó Albal, acrónimo de aluminio y embalaje. En España el nombre arraigó especialmente y sigue siendo el más usado para llamar a cualquier papel de aluminio.
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Kleenex
Lo que hoy utilizas para secar tus lágrimas en un día malo, antes era un salvavidas ante los gases tóxicos de la Primera Guerra Mundial. De hecho, su principal uso era como filtro para las máscaras antigás. La empresa americana Kimberly-Clark inventó un material llamado cellucotton que servía para esos filtros y para producir los pañuelos desechables que comercializaron como Kleenex. Su gran popularidad se debe a los artistas de Hollywood de los años 20, que comenzaron a utilizarlos para sonarse la nariz y desmaquillarse. Así fue como los Kleenex sustituyeron a los míticos pañuelos de tela de la época y el nombre de la marca sigue designando a todos los pañuelos de papel.