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Regeneración celular

El círculo de los inmortales: un misterioso laboratorio en busca de la eterna juventud

Premios Nobel de todo el mundo y científicos punteros, como el español Juan Carlos Izpisúa, están siendo reclutados por altos labs. Un misterioso centro de investigación que busca lograr la eterna juventud. Detrás se encuentran Jeff Bezos, de Amazon, y un enigmático magnate de origen ruso-israelí. Y están seguros de lograr su objetivo.

Por Carlos Manuel Sánchez | Ilustración: Mekakushi

Sábado, 09 de Abril 2022

Tiempo de lectura: 10 min

Dicen que si de joven has soñado con ser rico, cuando seas mayor soñarás con ser joven. Jeff Bezos, de 58 años, es el hombre más rico del mundo, con un patrimonio de 200.000 millones de dólares. Y Yuri Milner, de 60, un inversor y filántropo ruso-israelí afincado en Estados Unidos, roza los 5000 millones. Es un secreto a voces que ambos magnates están detrás de Altos Labs. Fundada en enero y envuelta en una aureola de misterio, esta compañía ha sacudido el mundo de la ciencia. Su objetivo es «revertir los estragos del envejecimiento que llevan a la discapacidad y a la muerte, mejorando a la vez la calidad de vida». A Bezos es un tema que le preocupa. Se despidió de los accionistas de Amazon con una carta en la que decía: «Evitar la muerte es algo en lo que hay que trabajar...». Para ello se ha reclutado a un equipo de ensueño a golpe de talonario que incluye a cuatro investigadores españoles de primera fila: Juan Carlos Izpisúa, María Abad, Manuel Serrano y Pura Muñoz-Cánoves.

Invitó a los mejores científicos a su mansión de California. El objetivo: una tormenta de ideas sobre como evitar el envejecimiento

La idea de Altos Labs se habría gestado durante la pandemia. Yuri Milner daba largos paseos con el empresario Rick Klausner, su amigo y vecino en Los Altos Hills. Ambos habrían debatido si es factible o no conseguir el elixir de la eterna juventud. ¿Por qué no reunir a los que más saben del asunto y hacerles la pregunta? Dicho y hecho. No todos los días te invita Yuri Milner a pasar el fin de semana en su mansión, la más cara de California. La cita tuvo lugar en octubre de 2020, según revelaría casi un año más tarde la revista MIT Technological Review. Por las empinadas cuestas con vistas a Silicon Valley fueron subiendo los coches de algunos de los mejores biólogos y genetistas del planeta. Otros se sumaron por videoconferencia. Durante la tormenta de ideas se llegó a una conclusión: el método más prometedor es la reprogramación celular, descubierta en 2006 por el japonés Shinya Yamanaka y que se ha ido perfeccionando gracias a los avances decisivos de tres investigadores españoles: María Abad y Manuel Serrano (en 2013) y Juan Carlos Izpisúa (en 2016). Sin duda, ese debería sería el plan A en cualquier hoja de ruta.

¿En qué consiste la reprogramación?

A medida que envejecemos, nuestro ADN se va llenando de marcas epigenéticas, como un libro en el que vamos pegando pósits. Esas marcas son instrucciones que sirven para encender ciertos genes, de tal modo que la célula se especializa y sirve, por ejemplo, para transportar hemoglobina o formar fibras musculares. Si los inhibes, la célula vuelve a un estado primitivo, como cuando era embrionaria. Y se torna pluripotente de nuevo, porque tiene la capacidad para convertirse en cualquier cosa. Al final de nuestras vidas hay tantos pósits cubriendo las páginas que el ADN se vuelve ilegible. Pues bien, Yamanaka descubrió que aplicando cuatro proteínas a células adultas en placas de Petri estas rejuvenecen. Abad y Serrano lograron replicar el experimento en ratones, pero con frecuencia aparecían tumores. Izpisúa ha conseguido que los ratones sobrevivan y ahora quiere probar con monos.

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Ubicándose. Una de las sedes de Altos Lab en Redwood, California, según informan las revistas económicas de Palo Alto. La web del centro de investigación no da pistas sobre su ubicación, aunque están acondicionando laboratorios en varias ciudades de Estados Unidos, el Reino Unido y muy posiblemente, Japón.

Los mencionados científicos y otros en la vanguardia de la reprogramación celular ya han sido fichados por Altos Labs. También hay un plan B: se llama 'la respuesta integrada al estrés', una reacción del organismo ante la falta de nutrientes que pone en marcha un programa de emergencia que devuelve a las células sus especificaciones de fábrica. Peter Walter es la mayor eminencia en este campo. Y también lo han fichado. El dream team se completa con un elenco de premios Nobel. Además de Yamanaka (que asesorará gratis), están Jennifer Doudna, coinventora de la técnica de edición genética CRISPR; Frances Arnold, experta en enzimas; y David Baltimore, en virus.

Ya se están acondicionando tres laboratorios en San Diego y San Francisco (Estados Unidos) y Cambridge (Reino Unido). El de San Diego lo dirigirá Izpisúa, que ha dejado el Instituto Salk, en la misma ciudad, después de 30 años. Es una 'fuga de cerebros' en tiempo récord que ha descabezado a centros de investigación punteros en varios países. Serrano abandona el Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona para ir a Cambridge; lo acompañará Abad, que deja el Instituto de Oncología de Vall d'Hebron; y el último fichaje, Muñoz-Cánoves, que descubrió los mecanismos por los que los músculos van perdiendo vigor, se va de la Universidad Pompeu Fabra. Todos le han comentado a su entorno que han recibido ofertas «irrenunciables».

Pocas 'start-ups' empiezan con tres mil millones de dólares en el banco. Altos Labs es la mejor financiada de la historia. 'En 20 años, podremos prevenir el envejecimiento', dice Izpisúa

Pero no es tanto una cuestión de sueldo, aunque cobrarán entre cinco y diez veces más que en sus antiguos trabajos, sino de filosofía. Altos Labs no espera resultados o ingresos inmediatos. «Se trata de hacer investigación impulsada por la curiosidad», expone Serrano. Esto encaja con la manera de pensar de Bezos, que durante años funcionó a pérdidas en Amazon para expulsar a la competencia. Liberarse de la necesidad de competir por subvenciones ya es un plus. «Pocas start-ups empiezan con tres mil millones de dólares en el banco, seguramente Altos Labs es la mejor financiada de la historia. Este colchón le permitirá no depender de la venta de sus futuras patentes a las grandes farmacéuticas», opina The Economist. El espejo en el que mirarse son los míticos Laboratorios Bell, cuyos científicos inventaron el transistor y el láser sin proponérselo, pues tenían libertad para curiosear. Tarde o temprano deberían surgir productos comercializables en Altos Labs. «En 20 años podremos prevenir el envejecimiento», pronostica Izpisúa. Y, con suerte, también irán surgiendo otras terapias para enfermedades vinculadas a la edad, como la diabetes, el alzhéimer o el cáncer. ¿Serán solo para ricos, como temen algunos?

La competencia es feroz. Varias empresas emergentes ya se dedican a la tecnología de reprogramación, como Life Biosciences y AgeX Therapeutics... Pero también hay escépticos. El genetista Jan Vijg dice que el envejecimiento consiste en «cientos de procesos diferentes para los que es improbable encontrar soluciones sencillas». Y Alejandro Ocampo, de la Universidad de Lausana, ve dudoso que la reprogramación se convierta en medicina a corto plazo. «Creo que el concepto es robusto, pero hay mucha fanfarria». El antecedente de Calico, compañía que fundó Google en 2013 para investigar la longevidad y que no ha obtenido ningún resultado relevante, invita a la prudencia.

Además, existen riesgos. Uno es el potencial cancerígeno. Y otro es que las células pierdan su identidad y no sean capaces de volver a realizar sus funciones originarias. Al fin y al cabo, al 'resetearlas' borras su memoria. Así que antes de emplear el método en humanos habría que saber cómo dosificarlo para no inutilizar órganos y tejidos. Estaríamos ante una nueva causa de muerte: óbito por rejuvenecimiento... Tampoco está claro cómo habría que administrar este remedio. En sus experimentos, Izpisúa ha usado ratones modificados genéticamente, pero crear humanos transgénicos no es aceptable.

A estas inquietudes responde Rick Klausner que reiniciar el reloj biológico es un proceso natural. Ocurre en cada generación cuando un óvulo fecundado se convierte en embrión y da lugar a un bebé. No hay ningún experimento que se haya repetido tantas veces como el de tener un hijo y legarle nuestros genes, tan limpios y relucientes como si fueran nuevos. La clonación también se aprovecha de la reprogramación: un ternero clonado a partir de un toro adulto contiene el mismo ADN que el de los padres, pero renovado.

Hay una última cuestión. ¿Por qué envejecemos y morimos? Como todo en biología, es un proceso regulado por la selección natural. La teoría más aceptada es la del soma desechable y sostiene que la muerte es un producto de la evolución. Es útil para la especie, aunque sea una faena para el individuo... De lo contrario, se reduciría la diversidad genética. Si fuera mejor vivir para siempre, la evolución hubiera apostado por mecanismos de autorreparación celular. Y no lo ha hecho. La naturaleza es sabia. ¿Si conseguimos enmendarla no nos estaremos pasando de listos?


HITOS EN LA REPROGRAMACIÓN CELULAR

LOS TRES EUREKAS DE LA ETERNA JUVENTUD

2006 | Shinja Yamanaka

Dar marcha atrás al reloj celular

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getty images

Shinja Yamanaka es un cirujano japonés que decide dedicarse a la investigación fascinado por la clonación de la oveja Dolly. Pero durante una visita a una clínica de fertilidad observa un embrión al microscopio y se siente incómodo. «Pensé en mis hijas, que entonces eran pequeñas...». Se propone encontrar un modo para evitar el uso de embriones.

«Soy consciente de que hay muchas personas en contra de la utilización de embriones humanos, pero también entiendo el valor que las células madre tienen para la medicina», explica. Contra todo pronóstico, encuentra una manera. Mediante la adición de cuatro proteínas en el ADN, hoy conocidas como 'factores de Yamanaka', se puede instruir a las células para que vuelvan a su estado primitivo. Pero el milagro se limitaba a cultivos de laboratorio, ¿sería posible replicarlo en un animal vivo?


2013 | María Abad & Manuel Serrano

Rejuvenecer ratones

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María Abad hace el doctorado en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas de Madrid. Le propone a su director de tesis, Manuel Serrano, intentar algo que nunca se había conseguido: convertir las células adultas de ratones en células embrionarias.

Para ello desarrollan ratones transgénicos que en una parte de su ADN tenían insertados los cuatro factores de Yamanaka. A la semana, algunas células del intestino empiezan a mostrar proteínas de células madre embrionarias. Pero al cabo de dos meses los animales desarrollan teratomas, tumores constituidos por varios tejidos.

Paradójicamente, esto prueba la capacidad pluripotente de las células, es decir, que han dejado de estar especializadas (en este caso, en el aparato digestivo) y vuelven a tener la capacidad de las células jóvenes de formar parte de cualquier otro órgano, como los huesos o la sangre. Así que el experimento es un éxito. Y la revista Nature lo considera el avance más importante de ese año.


2016 Y 2022 | Juan Carlos Izpisúa

Rebobinar la vida... sin generar tumores

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El equipo de Juan Carlos Izpisúa idea una manera de rebobinar las células de ratones con progeria, una enfermedad que produce una vejez prematura. Para ello también utiliza ratones transgénicos con las proteínas de Yamanaka, pero estas solo se activan cuando los ratones beben agua con un antibiótico disuelto en ella. A algunos se les permite beber de esa agua continuamente. Y mueren...

Pero a otros solo se les deja beberla dos días por semana. Estos no desarrollan cáncer. Se vuelven más vigorosos, sus corazones bombean con más fuerza. «No matamos al ratón. No generamos tumores, pero sí que obtuvimos su rejuvenecimiento». El experimento lo publica la revista Cell y causa tal sensación que en Estados Unidos comparan a Izpisúa con Ponce de León, el explorador que buscó la fuente de la eterna juventud. Izpisúa volvería a repetirlo, esta vez con ratones sanos, y volvió a tener éxito. Se publicó recientemente en Nature Aging.


Pocos inversores tienen mejor ojo que Yuri Milner (Moscú, 1961). Puso su dinero en Facebook, Twitter, Airbnb, SpaceX y Alibaba cuando aún eran start-ups. Sus padres, intelectuales de origen judío, le pusieron Yuri por el cosmonauta Yuri Gagarin. Se graduó en Física, pero dejó el doctorado para vender ordenadores. Eran los años ochenta. Se marchó a Estados Unidos a estudiar finanzas y, a la vuelta, lanzó un fondo tecnológico. Milner asegura que se fue definitivamente a Estados Unidos en 2011 para desvincularse de sus socios en el Kremlin y que su fondo no recibe dinero de aquel país desde entonces.

Su mansión en Silicon Valley le costó cien millones de dólares: una finca de 70.000 metros cuadrados en Los Altos Hills, con 14 baños, sala de cine... Es amigo de Mark Zuckerberg, Peter Thiel y Jared Kushner, el yerno de Donald Trump. Y lo fue del fallecido físico Stephen Hawking. Influido por él, promueve la búsqueda de vida extraterrestre y financia un proyecto para enviar una nave a Alpha Centauri. Con su mujer, Julia Bochkova, una exmodelo rusa que se dedica al arte, dirige una fundación que otorga unos premios científicos de tres millones de dólares, el triple que el Nobel.

¿Pero de dónde procede el origen de su fortuna? Para rastrearla, hay que hablar de Alisher Usmánov, un magnate uzbeco de los metales y amigo de Vladímir Putin. «No puedo volver atrás y cambiar la historia. No puedo cambiar el hecho de que nací en Rusia. Ni que manejara algunos fondos rusos», reconoció a Bloomberg Businessweek tras la invasión de Ucrania. No opina sobre Putin, aunque reconoce que Ucrania es un «vecino soberano».

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