La evolución paralela del trasero y el cerebro
La evolución paralela del trasero y el cerebro
El culo humano es excepcional. «Un trasero bien desarrollado es un rasgo peculiar del hombre. Ningún otro primate tiene algo tan bien evolucionado», escribía el antropólogo Ashley Montagu en 1966. Es decir, hay dos cosas que diferencian al Homo sapiens: un gran cerebro y un gran culo. Y con apoyo mutuo. Porque el desarrollo de ambas partes del cuerpo ha ido de la mano a lo largo de nuestra evolución. Y aclaramos antes de que algún lector extienda la teoría de esta relación a casos como el de Kim Kardashian: hay que leer hasta el final. Empezamos.
Tanzania. Hace 3,7 millones de años. Un grupo de primates necesita escapar de un depredador. Su única salida es esconderse entre la alta maleza de la sabana y, en cuanto puedan, salir disparados para trepar al primer árbol que encuentren. Su vida depende de su capacidad para erguirse desde el suelo y moverse atisbando el horizonte por encima de esos pastos. Vamos, lo que se conoce como desplazarse en posición bípeda. ¿Y qué parte del cuerpo crees que le permitirá colocarse y mantenerse en cuclillas y, desde esa postura, levantarse? Acertaste: el culo. Que lo mismo hoy en día ya no tiene sentido, pero esos primeros homínidos que desarrollaron la capacidad de caminar erguidos necesitaban un buen trasero para poder seguir evolucionando. Sin culo no hubiera habido cerebro. Porque el bipedismo contribuyó al desarrollo de un cerebro más grande. «Algún día evolucionarían, desarrollarían sus cerebros y sus inteligencias, fabricarían toda clase de instrumentos, descubrirían el fuego y ahuyentarían para siempre al león, al leopardo y a la hiena. Finalmente conquistarían el mundo», explica el paleontólogo Juan Luis Arsuaga en su libro La especie elegida.
Y bajo esa premisa de «sin culo no hay cerebro» han sido varios los científicos y pensadores que han querido seguir la pista del trasero a lo largo de la evolución. «Ya Aristóteles dijo que el ser humano es el único que tiene culo», asegura Arsuaga a raíz de la publicación de su libro con el escritor Juan José Millás, La muerte contada por un sapiens a un Neanderthal (Alfaguara). «Es el músculo más voluminoso del cuerpo humano, así que para algo tiene que valer», continúa.
El fisioterapeuta y experto en evolución humana Luis Perales también ha querido rebuscar en uno de los enigmas más curiosos de la evolución de nuestra anatomía. «¿Por qué el glúteo mayor es el músculo más grande si apenas participa en nuestra locomoción bípeda?», se pregunta tras comprobar que para caminar en horizontal no hace falta el glúteo mayor. Pues bien, según sus investigaciones, todo tiene que ver con la postura de cuclillas. Explica el experto que el bipedismo y el movimiento que había que hacer para ponerse de pie desde la posición de cuclillas exigieron un cambio biomecánico drástico y el glúteo mayor tuvo que asumir un rol importante: el descenso controlado del cuerpo a esa posición, el mantenimiento y la fase de ‘despegue’ hacia la vertical. Por eso las nalgas se convirtieron en nuestro principal músculo antigravitatorio, además de seguir ejerciendo su papel extensor de la cadera. Algo muy propio del ser humano porque los chimpancés, por ejemplo, no tienen esta necesidad ya que son cuadrúpedos y no requieren ese ‘propulsor’ para ponerse de pie. Explicado queda….
Pero, de nuevo, Arsuaga vuelve a plantear la duda: «Hay teorías sobre la función del glúteo: que si sirve para pasar de la posición de cuclillas a la postura erguida, que si para correr grandes distancias, que si para subir escaleras… Pero, para llevar a cabo todas esas funciones, no sería preciso que fuera tan voluminoso. Descartadas todas, por tanto, solo queda la de la selección sexual. El culo está ahí para gustar». Porque en el cuerpo humano no todo es biomecánica, sino que también hay belleza y atracción. Según Arsuaga, su verdadera función es llamar la atención como atractivo sexual, tanto de hombres como de mujeres, al igual que la cola en los pavos reales y, por tanto, procurar la reproducción de la especie a través de la selección sexual. «Ahora habrás comprendido también por qué (seas hombre o mujer) resulta tan difícil reprimir la mirada cuando pasa por delante de nosotros un buen culo», le explica a Millás. «Los genes de la selección sexual actúan a distancia», concluye.
«Las hembras de los primates no humanos exhiben grandes inflamaciones en su trasero en la época de celo y esta visión constituye un potente reclamo sexual para los machos. Este hecho fue considerado por el autor de El mono desnudo, el zoólogo inglés Desmond Morris, como un factor decisivo en la distribución de la grasa femenina en la pubertad», explica Luis Perales. «Aquellas hembras cuyas caderas fuesen más anchas (por variabilidad genética) y con tendencia a acumular sus depósitos grasos en esta región tendrían mayor éxito reproductivo al evocar en cierta forma en los machos las inflaciones propias del celo en las hembras primates no humanas. Se trataría de un claro ejemplo de selección sexual».
Ahora acaba de publicarse un nuevo libro que incide en esa línea. En Butts: A Backstory (Traseros: una historia de fondo), la escritora Heather Radke reconstruye la devoción sociocultural por los traseros, desde sus vestigios esclavistas hasta el twerking de Miley Cyrus. Radke señala 2014 como «el año del culo», gracias la industria musical y del entretenimiento con figuras como una Nicki Minaj con el videoclip de Anaconda, o Beyonce, con el álbum Bootylicious. «El trasero se ha usado para reforzar las jerarquías raciales y es un medidor del deseo y la disponibilidad sexual. La forma y talla del trasero de las mujeres se ha percibido como un indicador de su naturaleza y su moral, su feminidad e incluso su humanidad», escribe Radke.
En esta misma sentido, la periodista Sarah Ditum analiza la vinculación del culo con la reproducción y lugar donde eso coloca a la mujer: «La pelvis femenina es más ancha para acomodar el parto. Desde esta perspectiva, un gran trasero en una mujer podría contener para un hombre la promesa de una reproducción exitosa». Una teoría que podría explicar por qué la parte trasera se ha convertido en un fetiche, por qué la figura curvilínea de Kim Kardashian ha sido fundamental para su imagen pública y por qué ya podemos poner en la misma frase 'Kardashian' y 'culo' sin necesidad de añadir 'cerebro'.
A finales del siglo XVI y principios del XVII, para reafirmar los glúteos las mujeres llevaban un rollo de tela acolchado que se sujetaba alrededor de las caderas. Se añadía un miriñaque, una estructura en forma de campana hecho de hueso de ballena, madera o alambre, que ampliaba las faldas. Más adelante, las mujeres victorianas llevaron polisones de seda y crin de caballo, que reemplazaron a los miriñaques. Se ataban a la cintura, las caderas y las nalgas por debajo de la falda. El polisón se retraía cuando la mujer se sentaba y volvía a su sitio cuando se levantaba.
En la Europa del siglo XVI ya se usaban los corsés de huesos de ballena o madera. Más tarde se sustituyeron por muelles de acero. Se diseñaban para definir la cintura, con lo que se lograba dar mayor protagonismo a las caderas. Han tenido altibajos en el mundo de la moda, y desde luego fueron una esclavitud para la mujer, pero siguen vinculados al erotismo y la sensualidad.
La faja elástica, popular a mediados del siglo XX, era la heredera del corsé. Se extendía desde la cintura hasta los muslos, pasando por el vientre y las caderas, y se llevaba debajo de la ropa para dar una forma de reloj de arena a lo Marilyn Monroe. Las fajas casi desaparecieron con los movimientos de liberación de la mujer, pero volvieron a ponerse de moda gracias a una nueva 'tecnología'. La marca más famosa es Spanx, lanzada en 2000: convirtió a su fundadora, Sara Blakely, en multimillonaria.
El lifting de glúteos fue pionero en Brasil en los años sesenta, con implantes de silicona. En los 80, tras la llegada de la liposucción, los cirujanos plásticos empezaron a extraer células adiposas de otras partes del cuerpo para transferirlas a los glúteos. Kim Kardashian contribuyó a 'universalizar' los implantes de glúteos a extremos que parecían imposibles hace unas décadas, a veces con altos costes para la salud. Pero, aunque con distinto 'método', ese realce del trasero se viene practicando desde la época victoriana.