La motivación pasa por la tripa ¿No tienes ganas de hacer deporte? No eres tú, es tu microbiota
Nuevos estudios confirman que nuestra microbiota intestinal influye en las ganas que tenemos de hacer ejercicio. De momento no se han desarrollado tratamientos para conseguir motivar a esas bacterias que habitan en tu interior… pero, avisan: ya queda menos. Se te acaban las excusas para no ir al gimnasio.
Tus intentos de sabotaje al deporte pueden tener los días contados si cambias tu dieta y el cuidado de tu microbiota intestinal, el nombre que se le da a la comunidad de bacterias que viven en nuestro sistema digestivo. Esa es al menos la puerta que abren los hallazgos de los científicos de la Facultad de Medicina Perelman, en la Universidad de Pensilvania (Estados Unidos). Según su estudio, publicado en la revista Nature, esa floral intestinal podría ser diferente en las personas físicamente activas (esa gente admirable que disfruta haciendo ejercicio) frente a los que se cruzan de acera cuando ven un gimnasio.
Dos bacterias en el intestino producen una específica conexión entre el intestino y el cerebro. Si se eliminan esas bacterias con antibióticos, lo ratones dejan de correr en la rueda
La investigación, realizada de momento solo en ratones, ha relacionado algunas de las especies bacterianas presentes en la microbiota intestinal con un aumento en la motivación para realizar actividad física. Tal y como explican sus autores, estas bacterias producen moléculas capaces de estimular la producción de dopamina en el estriado ventral, más conocido como “el centro universal de la motivación”. Es decir, la región relacionada con el sistema de recompensa cerebral, donde se produce la sensación placentera después de la actividad física. ¿Qué no te suena? Pues ahí tienes la prueba: hay que hacérselo mirar.
Supe Ratón comía mejor que tú
El objetivo de los investigadores era averiguar qué bacterias intestinales influyen en el rendimiento mientras se realiza ejercicio. Para ello, seleccionaron a 199 ratones genéticamente diversos y los pusieron a correr en una rueda. La primera conclusión es que no existía relación entre sus logros deportivos y la genética. Una vez cerrada esa puerta, descubrieron que los roedores que pasaban más tiempo dándole a la rueda tenían una mayor proporción de dos especies de bacterias en su microbiota: Eubacterium rectale y Coprococcus eutactus.
Pero, ¿qué estaban haciendo las bacterias para tener a esas criaturas tan entregadas al fitness? Explica el estudio que la clave está en las sustancias que generan. Ambas producen metabolitos conocidos como amidas de ácidos grasos, responsables de estimular la transmisión de señales del intestino al cerebro y de aumentar la motivación por hacer deporte. Cuando los científicos interrumpieron el paso en el enlace de esas comunicaciones, matando las bacterias intestinales con antibióticos, los animales afectados perdieron el interés y empezaron a correr menos.
Los autores del trabajo señalan que la participación del intestino en el comportamiento del ejercicio puede haber evolucionado hace mucho tiempo en respuesta a la disponibilidad de alimentos. Los animales que a menudo deambulaban, exploraban y, por tanto, hacían ejercicio de forma regular, encontraban más comida, sobrevivían y se reproducían, transmitiendo los enlaces intestino-cerebro que fomenta el ejercicio.
De momento, aclaran, estos resultados son solo para ratones pero, «si pudiéramos confirmar la presencia de una vía similar en humanos, podría servir como vía para potenciar los niveles de ejercicio en las personas y mejorar la salud pública en general», concluye el doctor Christoph Thaiss, autor del estudio y profesor de Microbiología en la Universidad de Pennsylvania. ¿Significará esto que podríamos aumentar nuestro interés por hacer ejercicio tomando probióticos, cambiando nuestra dieta o modificando nuestras bacterias intestinales? «Probablemente», dice Thaiss.
En todo caso, lo que sí está demostrado es que practicar una actividad física a diario contribuye a aumentar la diversidad de la microbiota intestinal y, en consecuencia, mejora el funcionamiento del metabolismo y las respuestas inmunitarias. Según Daniel Badia, profesor colaborador de los Estudios de Ciencias de la Salud de la Universidad Oberta de Catalunya (UOC), «el ejercicio de resistencia tiene un efecto más intenso que el ejercicio de fuerza en cuanto al cambio de la microbiota». Entre las recomendaciones del experto para una dieta que beneficie nuestra microbiota se encuentran los alimentos vegetales (tan variados como sea posible), la cocción de los alimentos o las grasas saludables (aceite de oliva virgen, aguacate, coco, huevos ecológicos y pescado graso pequeño) y con proteína de calidad (legumbres, carne ecológica de pasto, huevos ecológicos, pescado graso pequeño, crustáceos y moluscos).
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