Viernes, 08 de Agosto 2025, 09:41h
Tiempo de lectura: 3 min
Hace unas semanas les proponía a mis amigos de Instagram un juego: confesarnos nuestros placeres culposos. Hablo de esos placeres un poco vergonzantes que uno no cuenta por miedo de quedar como cursi redomado o un/una choni. A mí, por ejemplo, me chifla el reguetón. Solo mis nietos me entienden, el resto queda bastante estupefacto y dice que no va nada con mi forma de ser. Pero, a mí, que me quiten lo 'salseao'.
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