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El bloc del cartero

Alcohol

Lorenzo Silva

Sábado, 02 de Julio 2022, 00:16h

Tiempo de lectura: 4 min

Clama un lector contra la indulgencia que en una carta se manifestaba hacia los jóvenes que surten a los menores de edad de alcohol para sus botellones. Coincide con una joven lectora que se duele de que su generación se distinga por darse sin tasa a la intoxicación etílica, como forma preferida de evasión frente a los problemas que la acucian, ignorando tanto el esfuerzo que proporciona recursos para afrontarlos como otras formas menos insalubres de ocio. Más allá de estas críticas, basadas en argumentos que muchos podemos suscribir, tal vez se haga necesario a estas alturas del siglo preguntarse por qué hay tantos habitantes de las sociedades desarrolladas, jóvenes y no tanto, que hallan en el consumo de drogas legales e ilegales su única válvula de escape. Ese fracaso es de todos.

Cartas de los lectores

La generación perdida

Nos estigmatizan como la «generación perdida». Nos quejamos de que nos denominen de esta manera tan peyorativa. Sin embargo, hemos sido nosotros los que nos hemos tatuado esta etiqueta en la frente. Nos molesta que nos den por perdidos, pero nuestra única respuesta es salir de fiesta, invadir las discotecas hasta que salga el sol huyendo de nuestros problemas, sin querer afrontarlos, refugiándonos en el alcohol. Me niego a formar parte de esta juventud tan tóxica. Este año he aprendido a pasar tiempo conmigo misma. Afortunadamente, tengo unos valores y unas metas por las que lucho día a día; tengo a los mejores a mi alrededor y, sobre todo, tengo la mejor razón para ser feliz: ser quien soy hoy.

June R. Bilbao


Si la tribu no ayuda

Indignado, no... lo siguiente. Esa es la sensación que me dejó la carta que leí en XLSemanal el 19 de junio. En ella se veía como normal la ayuda que prestan los jóvenes a chicos de 14 años para comprarles ginebra para sus botellones. Si la 'tribu' no ayuda, ningún padre puede estar seguro de que a sus hijos preadolescentes no se les facilitará de esta manera el alcohol. No debe estar bien visto normalizar la costumbre del consumo de alcohol en menores de edad.

Ignacio Mainer Guerrero. Zaragoza


Turistas tras el desastre

Ya va para casi 30 años que paseo mis pinreles por la sierra de la Culebra en nuestras vacaciones. Cada vez que hemos ido, siempre oía la misma cantinela a los abuelos que aún quedan por allí: «El monte está muy sucio, como prenda va a quemarse todo». Hoy, algunos de ellos no han podido volver a sus casas porque el fuego es el rey. Mi suegro fue pastor siendo casi un chiquillo. Había tantas vacas y ovejas que la hierba no crecía apenas al ser sabroso pasto gratuito para el ganado. Ese ecologismo sabio qué bueno fue. El cambio climático no ha quemado él solo nuestra sierra, más lo ha hecho el desinterés público. Las autoridades ya estarán de camino para visitar la zona con un autobús detrás lleno de periodistas. Serán los primeros turistas tras el desastre. Así nos va. Les dejo doblemente triste porque por mi Navarra los recuerdos también se están quemando.

José Ignacio Fortún Pérez de Ciriza. Pamplona (Navarra)


El café

Siempre me preguntaba de joven: ¿por qué una persona se sienta siempre en un mismo café o restaurante? La mayoría de las veces habla con el camarero, saluda a alguien y poco más. El asunto es la tan triste y temida soledad no buscada. Sentarse rodeado de personas con las que coincides todos los días hace que te sientas en familia. Y al irte te despedirás con una sonrisa y pensarás que hay vida a tu alrededor y que tú eres parte de ella. Eso es la terraza de algunos de nuestros muchos cafés.

Juan Carlos Ruiz de Villa. Las Arenas (Getxo, Bizkaia)

El destino te llevó al patio de mi casa. Llegaste una mañana de julio del año pasado y mi vida cambió para siempre. Apenas pesabas quince gramos y aguantaste una caída de casi siete metros. Nadie daba un duro por ti, pero yo me empeñé en sacarte adelante. Un tesoro caído del cielo. Mi pequeño vencejo. Nos hicimos amigos desde el primer momento. Yo te cuidaba con toda mi alma y tú cada día me regalabas montones de valentía, de fuerza y de alegría. Hubiera querido parar el tiempo, pero los días pasaban y se acercaba el momento de despedirnos para siempre. Decidiste irte a finales de agosto, yo escogí el sitio y tú la hora. Viví el minuto más emocionante de mi vida, verte volar hasta perderte en el cielo, allí donde está tu casa, allí donde vivís los ángeles. Ha pasado casi un año y has vuelto de tierras africanas. Estoy segura. Miro al sol y te encuentro porque sé que eres uno de ellos y sonrío, pero con los ojos empañados. Y aquí me has dejado, buscándote cada día entre las nubes. Con mucha tristeza, pero con la esperanza de vivir para siempre en tu recuerdo.

Elena Rivero Peláez. Medina de Rioseco (Valladolid)

Por qué la he premiado… Por contar tan bien lo que implica cuidar al que es libre y no puede dejar de serlo.