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EL BLOC DEL CARTERO

Risa

Lorenzo Silva

Sábado, 18 de Septiembre 2021, 01:22h

Tiempo de lectura: 5 min

Más pronto que tarde, quien ejerce cualquier forma de tiranía acaba convirtiéndose en un personaje risible, además de siniestro. Para constatarlo, basta echar la vista atrás hacia los tiranos que hemos tenido, algunos hasta fechas no muy lejanas. El poder que se asienta en el miedo y alimenta la adulación entontece sin remedio a sus beneficiarios, que acaban siendo pasto de comedia bufa, por más que su desempeño pueda resultar trágico. Sintomático es en ese sentido que uno de los primeros ejecutados por los nuevos amos de Afganistán haya sido un payaso, cuya humillación y cuyo maltrato se viralizaron en un vídeo. La tiranía teme a la risa porque sabe que, allí donde esta fluye, su proyecto es inviable. Mientras estalla la carcajada, se sostiene la libertad y se abortan el despotismo y la estupidez.

Cartas de los lectores

• Un pequeño reconocimiento

Hace ya unos veinte años, ha llovido desde entonces; en un país que presumía de ser el más seguro del mundo, unas moles de acero y hormigón se vinieron abajo con la facilidad que cae un castillo de naipes. El mundo entero pudo verlo en directo. Por aquel entonces se aprobaron unas actuaciones, sobre todo militares, en un país llamado Afganistán y que ahora se han dado por finalizadas, como la mayoría de la gente sabe. No defiendo estas actuaciones militares, tampoco estoy en contra. Solo defiendo a todas esas personas que, sin importarles lo más mínimo los enrevesados entresijos que utilizan los altos mandatarios, se enfundan un uniforme y acuden donde el deber las invoca. Y a quienes otean estas situaciones desde la cómoda lontananza decirles que la mayoría de los que fuimos allí (sí, un día fui una de esas personas) no fuimos a invadir ningún país ni nada por el estilo; fuimos a ayudar y a defender la libertad que unos pocos intentaban coartar, objetivo que hoy parecen conseguir. Algunas personas entregaron lo más preciado que tenían y no consiguieron cumplir la misión, pues entregaron su vida en ello. Otros, la gran mayoría, cumplimos, mejor o peor, pero cumplimos, y pudimos volver a casa. Tanto es así que hoy puedo escribir estas líneas para recordar a todas esas personas que dieron su vida para que otras (soy una también de ellas) podamos disfrutar de esa libertad que tanto cuesta y dedicarles un «gracias por todo».

José Miguel Esparrell Rodríguez. Torre Pacheco (Murcia)


• El billete

Era un día anodino, rutinario, sin mucho que hacer, que delataba que seguíamos en mitad de un confinamiento gracias a un virus llamado 'COVID-19'. Como si del día de la marmota se tratara, iba a ser una jornada como muchas anteriores, dedicada a la contemplación, meditación, algo de tele y, sobre todo, lectura. Mucha. Ese día en cuestión, me entraron ganas de limpiar o, mejor dicho, de ordenar. Pero no lo que está a la vista, sino lo oculto, lo que hay en armarios y cajones. En uno de los armarios, entre miles de cosas, hay una carpeta negra grande con múltiples compartimentos llenos de recuerdos a modo de recortes de periódico, fotos, folletos... Hurgando en el portafolios se deslizó de repente una especie de chequera, con un papel muy fino y sus correspondientes copias al carboncillo. Y ocurrió. Todo se me vino a la memoria, absolutamente todo, como algo que estuviese viendo en vivo y en directo. Mi reacción fue quedarme sentado en el suelo evocando el drama de aquel trágico suceso del que fui testigo un 11-S. Lógicamente, no lo voy a describir por falta de espacio y porque todo el mundo lo conoce. Como dije al principio, era un día anodino, o lo iba a ser, hasta que apareció el billete. De avión.

Matías R. Wencelblat. Campos (Mallorca)


• Formación

Todo Estado tiene la obligación de fortalecer sus bases. Dotar a la ciudadanía de los instrumentos suficientes que garanticen superveniencia. Es decir, los políticos tienen el deber de legislar en favor de la sociedad y dotarla de cuanto sirva para mejorar la calidad de vida. Uno de los pilares fundamentales es la formación de los jóvenes. La enseñanza es el pilar vertebrador de cualquier país y hoy no parece ser prioridad de nuestros dirigentes. Están dando pasos atrás y con ello perjudican no solo a los jóvenes: están contribuyendo a que el país se vaya empobreciendo. Se va a permitir que los alumnos, sin haber hecho el esfuerzo adecuado para aprobar las asignaturas, pasen de curso. Pero hay un hecho grave. A los jóvenes se les está colocando 'una pantalla oscura' para evitar que aprendan la historia reciente de nuestro país. Los libros de texto casi ignoran que la banda terrorista ETA nació del PNV y que, durante medio siglo, asesinó, chantajeó y extorsionó a quienes se oponían a sus objetivos totalitarios. Así es perfectamente entendible que en ningún libro aparezca que ETA asesinó a una treintena de menores de edad y que secuestró a José Antonio Ortega Lara durante 532 días en un agujero o zulo. Un estado que amortiza su pasado pasará a ser pasto de las llamas del olvido.

Fernando Cuesta Garrido. Vitoria

¡No riais! ¡Callad! La risa ha muerto, ha sido proscrita. ¡Prohibido reír! Prohibido reírse de nadie, y menos de unos guerrilleros armados con kaláshnikov. Si os invitan a reír sobre el escenario, tened cuidado porque os puede salir caro. Tomad precauciones. Disfrazaos de lo más extraño. Pintaos el pelo, dejaos melenas, barbas grandes; camuflad la voz, echad humo; que no os graben, y si puede ser, mejor, llevad un robot que actúe por vosotros a vuestro dictado para que lo culpen a él de lo que hagáis o digáis. Ha muerto un afgano. Un payaso. Uno de muchos. Vendrán muchos más. Biden y la UE, culpables. Ha muerto un payaso. Han matado la risa. Han impuesto la congoja, el llanto. Nadie 'pía' ni dice 'mu'. Mandan las armas. Fueron a por él. En su refugio pensó que debía de ser un error. Abrió la puerta entre bromas. Todo el mundo lo quería. Hacía reír a todos, menos a sus enemigos, los talibanes. No les gustaban sus bromas, su sorna. Lo metieron en el coche con dos guardianes a su lado, armados con fusiles. El payaso, al entrar en el coche, trató de hacer reír a sus captores: los conocía, se habían reído muchas veces con sus actuaciones. Dos bofetadas lo pusieron en guardia. Varios tiros en el pecho y corte de cuello completaron la infamia contra la risa. Descanse en paz. Hoy hará reír al Altísimo, y Él, que lo perdona todo, sabrá perdonar al payaso si lo critica por no parar esta guerra sin sentido. Las culpas echadlas a Biden y a la UE por permitir que acaben con la risa.

Cayetano Peláez. Correo electrónico

Por qué la he premiado… Porque quizá sea el mejor símbolo de lo que ha muerto en Afganistán este verano.

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