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Tipos geniales: las tipografías y sus creadores

Una manera de contar el mundo

Tipos geniales: las tipografías y sus creadores

Cada avance tecnológico y cada corriente política están vinculadas a un tipo de letra concreto. Sobrias, con arabescos, divertidas... le proponemos un paseo a lo largo de la historia de la tipografía. Un viaje por nuestra manera de entender y contar el mundo.

Viernes, 29 de Diciembre 2023, 13:14h

Tiempo de lectura: 8 min

Steve Jobs era un alma en pena en la Universidad de Reed. Desmotivado y sin blanca, decidió abandonar los estudios en 1972, aunque siguió en el campus. Iba descalzo, tomaba LSD y asistía a algunas clases de oyente. Caligrafía, por ejemplo. Le intrigaba que el profesor, Robert Palladino, fuera un monje trapense. ¡Era como tener a un copista medieval enseñándote los trucos del oficio! Jobs se obsesionó con la tipografía, el manejo de los tipos de imprenta. «Aprendí cosas sobre serif y sans serif [la 'serifa' es el remate de las letras; los tipos antiguos, 'serif', son más recargados; los modernos suelen ser 'sans serif', a palo seco]; sobre los espacios variables entre letras, sobre qué hace bella a una tipografía. Era fascinante», recordaría en su famoso discurso ante los alumnos de Stanford en 2005, en el que rememoró sus años perdidos; a la postre, sus años decisivos.

Ya en los ochenta, y gracias a una de esas carambolas del pensamiento lateral, Jobs aplicó sus conocimientos tipográficos al primer Macintosh. Había nacido la estética de Apple. «Diseñamos el Mac teniendo en cuenta todo aquello. Fue el primer ordenador con tipografías bellas. Si nunca me hubiera dejado atraer por aquellas clases, el Mac jamás habría tenido múltiples tipografías, ni caracteres con espaciado proporcional. Y como Windows no hizo más que copiar el Mac, es probable que ningún ordenador los tuviera ahora. En fin, si alguna vez hubiera decidido dejarlo todo, los ordenadores no tendrían la maravillosa tipografía que poseen», concluía.

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Tipos con pasado y con futuro. Los nazis usaron un tiempo la letra gótica Fraktur, para siempre vinculada a ellos. Y Futura es la 'tipo' que la NASA usó para el programa Apollo y, por lo tanto, la letra que llegó a la Luna. Las itálicas fueron creadas en 1501 para meter más palabras por página.

La madre de esas tipografías rompedoras fue Susan Kare, una diseñadora veinteañera, que creó fuentes de letra totalmente nuevas, estilosas y desenfadadas. La primera fue Chicago. La siguieron Geneva y Monaco. Hasta entonces, escribir en un ordenador era resignarse a la letra robótica de un trasto pensado para calcular. Jobs quería que el usuario asociara la experiencia de su producto a algo bello. Un toque de distinción. Era 1984.

Todavía se discute quién copió a quién. Si Gates a Jobs, o viceversa... El caso es que eran amigos y dejaron de serlo. Dos años antes, Microsoft ya había incluido la tipografía Arial en su sistema operativo Windows. Arial es una versión barata (y, a decir de los expertos, cutre) de Helvetica, que desde que fue creada en los años cincuenta dominó el lenguaje corporativo por su claridad y elegancia: logos, cartelerías, documentos... Hoy sigue siendo la fuente más usada en el mundo. En los noventa, Windows incorporó Times New Roman, adaptación de una tipografía creada 60 años antes para el periódico The Times. Y fue incorporando fuentes creadas expresamente para el ordenador, como Tahoma, Verdana o la última, Calibri, que es una tipografía pensada para la era digital y presente en múltiples plataformas.

Cada época tiene su estilo

Las guerras tipográficas entre Microsoft y Apple no son algo nuevo. Se han sucedido desde que Gutenberg creó la imprenta y usó un tipo de letra gótica para imprimir la Biblia en 1454. Su elección tuvo un carácter económico: ahorrar tinta y espacio, además de tiempo, pues hacía falta componer los tipos en moldes de plomo. Aunque la legibilidad dejaba que desear. Mejoró en 1470 gracias a Nicolas Jenson, que inventó el tipo Roman, inspirado en las inscripciones de la Roma antigua. La Columna Trajana y sus mayúsculas imperiales inspirarían a varias generaciones de tipógrafos hasta una fecha tan reciente como 1989, cuando Carol Twombly creó la fuente Trajan para la compañía Adobe. La invención de las itálicas también tuvo un sesgo mercantil. Fueron creadas por el italiano Aldus Manutius en 1501 y era una manera de meter más palabras por página.

Cada época tiene su estilo, que acaba jubilando al anterior. La letra del Antiguo Régimen es Garamond, que dominó Versalles con sus elaborados adornos. Pasará de moda y el testigo lo recogerá Giambattista Bodoni, que trabajaba para el Vaticano y que en 1788 publicó un manual tipográfico que será la referencia hasta bien entrado el siglo XIX, y donde brilla la fuente Bodoni como el nuevo canon de la elegancia. Hasta que el público se cansó de las fuentes serif y pasó a preferir diseños minimalistas (sans serif), más apropiados para la era industrial, como Franklin Gothic, creada en 1902 por Morris Fueller.

Un tipo de letra dota de mayor o menor veracidad a la información. Los lectores tienden a confiar en la Baskerville, porque es el estilo de los escritos científicos

La tipografía está asociada al poder porque es una herramienta de la burocracia y, por tanto, una extensión de la dominación económica y administrativa, como sucede con los asientos contables o la correspondencia colonial que se conserva en el Archivo de Indias, en estilo Neogranadino. Y fue una herramienta fundamental de la publicidad a partir del siglo XIX, cuando se crearon tipos como Fat Face, cuyo gran tamaño trataba de llamar la atención en los carteles.

«Con cada nueva tipografía cambia nuestra manera de contar y de entender el mundo. Facilita o dificulta la comprensión; anima o desanima a la hora de enfrentarse a un texto», explica el historiador del diseño Paul McNeil, autor de la monumental The Visual History of Type. Una fuente incluso dota de mayor o menor veracidad a lo que se cuenta. Según un experimento, los lectores tienden a confiar en la credibilidad de un escrito si está impreso en Baskerville, quizá porque es el estilo que dominó los Journals científicos de los siglos XVIII y XIX. Sin embargo, escribir lo mismo en Comic Sans influye negativamente. Un estudiante que redacte un trabajo con ese estilo jovial recibirá peor nota que si lo presenta con cualquier otra fuente más seria y sesuda.

La tipografía está asociada al poder. Es una herramienta de la burocracia. La Helvetica ha dominado el lenguaje corporativo desde los años cincuenta por su claridad y elegancia

Cada avance tecnológico y cada corriente política han tenido su correlato tipográfico. Solo hay que pensar en el nazismo y su letra gótica Fraktur. Y que cayó en desgracia para el propio régimen hitleriano por la sospecha de que se inspiraba en fuentes hebreas. Fue sustituida por Antiqua en plena Guerra Mundial; otra gótica, pero con pasaporte ario.

La letra que más lejos ha viajado

Las vanguardias artísticas tienen también su traslación tipográfica, como recuerda el diseñador Douglas Thomas. El paradigma es Futura, creada en los años veinte. «Menos es más. Con Futura nos concentramos en lo esencial, en las formas básicas: círculos, cuadrados y triángulos. Es una ruptura consciente con el pasado, parece algo hecho por una máquina», explica Thomas. La NASA la rescató para el programa Apollo porque transmite la visión de que el hombre, aliado con la tecnología, puede con todo. Los astronautas dejaron una placa conmemorativa al pie del vehículo lunar, escrita con esta tipografía optimista; y en negrita para subrayar un mensaje que hoy se antoja actual: «Los seres humanos del planeta Tierra llegaron a la Luna por vez primera en julio de 1969. Venimos en son de paz y en nombre de toda la humanidad».


Una historia con estilo

Cronología de la tipografía


Dame una letra y conquistaré el mundo... Cada época está dominada por una fuente tipográfica, desde las mayúsculas trajanas del Imperio Romano hasta la Helvetica imperante en la actualidad. Repasamos algunas de las más importantes.

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1454. Bastarda: La Biblia en pasta. Con Gutenberg y su imprenta arranca la tipografía moderna. Utiliza la Bastarda por una decisión comercial. Le caben más palabras por hoja y ahorra papel. Su Biblia tiene 1282 páginas de 42 líneas. No era muy legible, pero impresa salía más barata que manuscrita.
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1522. Fraktur: La gótica prohibida. Fue la letra nacional alemana desde el siglo XVI hasta que los nazis, sospechando que la tipografía estaba inspirada en fuentes judías, la prohibieron en 1941. Las imprentas tuvieron que cambiar sus tipos y colocar el de la nueva letra oficial: Antiqua.
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1540. Garamond: Elegancia cortesana. Diseñada por Claude Garamond, un impresor de París, por encargo del rey de Francia. Dominó durante un par de siglos en Europa con sus florituras, cayó en el olvido cuando se prefirieron fuentes más sobrias y resucitó en 1988 con una versión adaptada para la compañía Adobe.
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1757. Baskerville: Letras que ciegan. Su aparición causó controversia, aunque pronto fue adoptada por los científicos. John Baskerville, su creador, recibía cartas indignadas: «Está cegando a los lectores de la nación; porque los trazos, tan finos y estrechos, dañan el ojo», se quejaba un remitente.
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1927. Futura: A la vanguardia. La diseñó el alemán Paul Renner, influido por la Bauhaus y el futurismo. Simbolizaba la fe en el progreso que nos traerían las máquinas. La NASA la rescató para su misión Apollo porque transmite una visión épica y optimista. Se utiliza mucho en ciencia ficción.
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1929. Times New Roman: Un asunto de caballeros. El director del diario londinense 'The Times' escuchó que el tipógrafo Stanley Morison se burlaba de la calidad de impresión de su periódico. Así que lo retó a mejorarla. Morison creó una tipografía tan universal que incluso Microsoft la adoptó para su procesador de textos.
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1954. Helvetica: La letra del capitalismo. La más usada del mundo. Versátil, clara. Fue creada por el suizo Max Miedinger. Omnipresente en publicidad, logos de corporaciones, cartelería de carreteras y aeropuertos... Por ley, las advertencias sobre los riesgos para la salud en las cajetillas de tabaco se escriben con ella.
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1976. Frutiger: Volando voy. Fue diseñada por Adrian Frutiger para el aeropuerto parisino Charles de Gaulle, pero tuvo tanto éxito que se extendió. «Se convirtió en la expresión estilística de los años setenta y ochenta», recordaba Frutiger. Aunque pasó de moda, se sigue utilizando en cartelería.
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1984. Chicago: La era digital. La lectura digital no sería lo mismo si los gigantes de Silicon Valley, que en los años 80 no tenían nada de gigantes, no se hubieran lanzado a explorar nuevos estilos que fuesen legibles en la pantalla del ordenador. Apple lanzó Chicago, de la mano de Susan Kare. Fue un hito.
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2004. Clearview Hwy: El lenguaje de las autopistas. Se creó para mejorar la legibilidad de las señales en las carreteras norteamericanas con cualquier meteorología, en especial, al alba y al anochecer. Está diseñada para facilitar la visión a los conductores mayores de 65 años sin aumentar el tamaño de los carteles.


Fotografía de apertura: Jobs, impulsor de nuevas ‘tipos’ de ordenador; Fuller, el gran prolífico; Manutius, creador de las itáilcas; Renner, autor de la Futura; Bodoni, sus letras llevan su nombre; Twombly, creadora en Adobe; Garamond y Frutiger, clásicos con ‘tipos’ propias; Kare, tipógrafa de Apple, y Baskerville, uno de los pioneros.