Es una de esas hermosas palabras de nuestra lengua que encierran más de lo que a primera vista parece. Se refiere a ella la carta de esta semana para exponernos el modelo de funcionamiento social de las hormigas, que carecen de un liderazgo y administran sus colonias con arreglo a una inteligencia colectiva que las incluye a todas y de todas se alimenta. El individualismo de los seres humanos, que tantos logros admirables ha propiciado a lo largo de nuestra corta historia –más corta, aún, si se la compara con la de las hormigas–, nos arroja en los últimos tiempos a despropósitos como los que a diario se registran en cualquier red social o, lo que es peor, en las tribunas a las que suben los individuos ambiciosos y petulantes que nos lideran. Algo deberíamos aprender, tal vez, de las modestas hormigas.
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