Jueves, 20 de Noviembre 2025, 15:26h
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El verbo empieza a sonar algo arcaico, y quizá sea más por culpa de lo poco que se conjuga entre nosotros que por su morfología peculiar, que lo distingue de otros que son de más uso entre los hablantes no demasiado esforzados. Para muchos, por razones diversas, la procreación es una acción sospechosa, en la que no conviene o directamente no se debe incurrir. Falta de recursos económicos, falta de ganas de invertir las energías que demanda la crianza o deseo de destinarlas a otros asuntos, hasta hay quien nos dice ya que tener un hijo es la mayor agresión que podemos cometer contra el medioambiente. Y, sin embargo, las comunidades humanas, su continuidad y su conciencia de sí mismas necesitan gente a la que pasarle la llama recibida de quien nos la dio antes. No podemos entregársela a las mascotas.
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