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Luces y sombras de los genios del color Degas, Renoir, Monet... ¿Por qué nos gustan tanto los impresionistas?

Las bailarinas de Degas, los jardines de Monet, la luz de Renoir... Pocos artistas han sido tan admirados, copiados y valorados. ¿Qué esconde su estilo aparentemente inacabado para capturar con tanta pasión los ojos del espectador? ¿Cómo lograron convertir la dura realidad de sus vidas, marcadas por el dolor, en una belleza que aún hoy nos conmueve?

Por Berta Blanco

Lunes, 03 de Julio 2023, 14:27h

Tiempo de lectura: 8 min

Todo comenzó con una burla, un mote irónico que alguien puso a los pintores que en la segunda mitad del siglo XIX defendían la idea de pintar la realidad no como la vemos, sino, mejor, como la sentimos: a la mirada objetiva del mundo anteponían la subjetiva y, aun más, la emotiva. La visión clásica de pronto alterada por un sentimiento; en general, de gozo ante la belleza. Donde sus contemporáneos más fieles a la tradición imponían las formas clásicas, la nitidez y la representación de las figuras con líneas puras, los impresionistas proponían la imprecisión deliberada en el dibujo, la vaguedad, la saturación del color y una inédita exaltación de la luz. Defendían, en suma, antes que la visión de la realidad, su impresión sobre nosotros. 'Impresión, amanecer', tituló justamente Monet el cuadro a partir del cual sus detractores, con ironía, comenzaron a hablar de 'impresionismo'. Nada de ello impidió que aquello se convirtiera en el movimiento artístico más importante de la modernidad. Sin embargo, detrás de tanta belleza y luz, no pocas sombras hubo en la vida de estos auténticos héroes del color.

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