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Hacia una vejez sin demencias: las 12 reglas para tener un cerebro joven

Cuida tu flora intestinal y ¡camina!

Hacia una vejez sin demencias: las 12 reglas para tener un cerebro joven

Nuestro cuerpo influye en nuestro cerebro mucho más de lo que se creía. Los científicos han descubierto doce enemigos evitables que eliminarían el 40 por ciento de los casos de demencia, incluido el Alzhéimer. Te lo contamos.

Viernes, 12 de Julio 2024, 10:08h

Tiempo de lectura: 9 min

El alzhéimer es una de las enfermedades más temidas. Afecta a nuestro órgano más valioso: el cerebro. Las células nerviosas de la corteza cerebral van desapareciendo y, con ellas, la capacidad cognitiva y nuestros recuerdos. Los científicos defienden ahora que el alzhéimer y muchas otras enfermedades neurodegenerativas no son algo repentino; el deterioro se desarrolla durante décadas y se inicia en regiones alejadas del cerebro. Han descubierto que hay elementos externos que desempeñan un papel clave en cómo será nuestra mente en la vejez. Y que esos factores de riesgo pueden evitarse.

La doctora Daniela Berg y su equipo vigilan sobre todo cómo actúa la alteración de la flora intestinal en este proceso. «Si el equilibrio de los microbios se pierde por una mala nutrición, por contaminantes o por el uso frecuente de antibióticos, se producen cambios en la pared intestinal y se desencadenan procesos inflamatorios que contribuyen a que los contaminantes entren en el sistema sanguíneo, lleguen hasta el cerebro y puedan producir enfermedades neurodegenerativas».

En un artículo de la revista The Lancet, 28 expertos establecieron doce factores evitables que pueden dañar el cerebro: presión arterial alta, tabaquismo, obesidad, bajo nivel educativo, diabetes mellitus de tipo 2, inactividad física, pérdida de audición, aislamiento social, consumo excesivo de alcohol, depresión, lesiones cerebrales traumáticas y contaminación del aire. Estos factores de riesgo son responsables en conjunto del 40 por ciento de los casos de demencia del mundo, según el informe de The Lancet. 

La flora intestinal es clave. Consumir 30 gramos de fibra al día previene la pérdida de células nerviosas

Y, entonces, ¿qué pasaría si el cerebro estuviera protegido frente a estos doce enemigos? Los especialistas han dado la respuesta. Alrededor del 40 por ciento de las demencias nunca se daría o aparecería mucho más tarde, escriben. Un estilo saludable de vida no es una garantía total, pero sí una oportunidad científicamente probada de mantener un cerebro sano a medida que envejecemos. Más del 30 por ciento de las personas de 90 años padece demencia en la actualidad, y eso es una mala noticia. Pero la buena es que un 70 por ciento no la tiene y que si se aplicaran los nuevos hallazgos esa proporción podría aumentar. 

El cerebro: menos blindado de lo que se pensaba

Ninguna parte de nuestro cuerpo está tan protegida como el cerebro. Pesa 1,3 kilos aproximadamente y cuenta con unos 86.000 millones de células nerviosas. Además, está rodeado por una coraza: tres meninges y un casquete óseo de 5 milímetros de espesor. Por si fuera poco, flota en el líquido cefalorraquídeo para amortiguar los impactos. Y no solo eso; una barrera especial lo protege del resto del cuerpo: la barrera hematoencefálica, una serie de células de la pared de los vasos sanguíneos que mantiene alejados de nuestro encéfalo a muchos patógenos y contaminantes. Sin embargo, este baluarte no está tan sellado como se pensaba. Cerebro y cuerpo viven entrelazados, se leía recientemente en Nature.

Una de las pioneras de esta nueva visión es la doctora Daniela Berg, que dirige el Departamento de Neurología del Hospital Universitario de Schleswig-Holstein en Kiel. «Nuestro cerebro funciona bien cuando el resto del cuerpo también lo hace», dice. 

Locura de oído

El ruido crónico también desgasta los nervios porque puede provocar la liberación constante de cortisol, la hormona del estrés, la cual se sospecha que puede interrumpir ciertos procesos en el hipocampo y favorecer la demencia. Asimismo, la pérdida de audición es otro factor que puede generar problemas cerebrales. Los estudios han demostrado que el riesgo de demencia se duplica entre el 9 y el 17 por ciento después del inicio de la pérdida auditiva. La falta de información hace que ciertas estructuras del cerebro se atrofien, pero puede solucionarse con el uso de un audífono. 

El párkinson se cree que lo causan versiones alteradas de una proteína llamada 'alfa-sinucleína'. Estas proteínas dañadas se acumulan como escoria en el cerebro y es probable que maten a las células nerviosas productoras de dopamina. Es precisamente la ausencia de dopamina la que causa los síntomas típicos de esta enfermedad: temblores, músculos rígidos, dificultad para el movimiento...

La flora intestinal no es el único factor que puede producir cambios patológicos en nuestro cerebro; la inflamación crónica del tejido adiposo aumenta la probabilidad de que se pierdan células nerviosas; la diabetes mellitus de tipo 2 atasca los vasos sanguíneos de la cabeza; y las arterias coronarias calcificadas están relacionadas con un mayor riesgo de demencia. Toda esta interacción cerebro-cuerpo, cuya importancia se ha reconocido recientemente, está dando lugar a un nuevo enfoque. «Si algunas enfermedades cerebrales comienzan fuera del cerebro –dice Nature–, entonces las terapias para estas enfermedades tal vez podrían venir de fuera del cerebro».

El 70 por ciento de las personas de 90 años no tiene demencia. siguiendo estas reglas, el número sería mucho mayor

¿Se puede ayudar a los enfermos tratando los intestinos en lugar del cerebro? Eso es lo que recientemente intentaron hacer investigadores belgas. Implantaron en 21 pacientes con párkinson una muestra de heces de donantes sanos que contenían muchas bacterias intestinales. Para ello mezclaron las heces con una solución salina para formar una mezcla líquida que pasaron a través de un tubo por la nariz del paciente hasta sus intestinos. Las bacterias intestinales beneficiosas debían instalarse en el intestino receptor y normalizar nuevamente la flora. Un año después, los científicos examinaron hasta qué punto habían cambiado los síntomas del párkinson. El resultado: en comparación con las 22 personas de control, los receptores se sintieron mucho mejor, temblaban menos y sufrían menos estreñimiento. Según los biólogos del experimento, el trasplante fecal es una forma rentable de mejorar la calidad de vida de millones de personas con párkinson en todo el mundo. El sufrimiento podría evitarse incluso por completo si se cuidaran de forma adecuada las bacterias intestinales. Quien consume unos 30 gramos de fibra al día garantiza un buen entorno microbiano y, por tanto, posiblemente previene la pérdida de células nerviosas en el cerebro. 

Las dos formas más comunes de olvido patológico son el alzhéimer y la demencia vascular, y tienen orígenes distintos. En el alzhéimer se depositan en el cerebro versiones patológicas de las proteínas tau y beta-amiloide. Eso hace que en partes de la corteza cerebral como el hipocampo, importante para la formación de la memoria, se destruyan células nerviosas. La demencia vascular, por su parte, es a menudo el resultado de una calcificación vascular o arteriosclerosis. Esa calcificación provoca pequeños problemas circulatorios que se extienden con el tiempo. Esta llamada 'microangiopatía' modifica las células nerviosas, que suelen estar conectadas entre sí a través de sinapsis. Con la demencia vascular esta red se disuelve, se deshace como un dulce de azúcar. A partir de ese momento, las personas se vuelven más lentas y pesadas, y tienen problemas para tomar decisiones. Por supuesto, aunque los orígenes de la demencia vascular y del alzhéimer sean distintos, muchas personas pueden padecer los dos a la vez. 

Durante el sueño se activa el sistema glinfático, una especie de triturador de desechos. dormir es fundamental

Es cierto que algunas enfermedades neurodegenerativas también son causadas por mutaciones en los genes. Pero la forma hereditaria del alzhéimer solo se presenta en el 1 por ciento de los casos. De hecho, los expertos consideran que solo el 10 por ciento de la durabilidad de tu cerebro está determinada genéticamente. Visto así, el 90 por ciento corresponderá a tu estilo de vida y a los factores enumerados por The Lancet. 

Un papel importante para el buen estado de tu cerebro lo desempeña el sistema glinfático. Una especie de triturador de basura que transporta las proteínas dañadas y, por tanto, la alfa-sinucleína mal plegada, el beta-amiloide o los desechos metabólicos. Este sistema de limpieza está principalmente activo durante el sueño profundo. Por eso, para que el cerebro se limpie, es fundamental dormir lo suficiente. Los adultos deben hacerlo unas siete u ocho horas. 

La dieta también tiene una gran influencia en el funcionamiento del cerebro. Los polisacáridos que contiene, por ejemplo, la fibra no solo garantizan un buen entorno microbiano en el intestino, sino que también se convierten en ácidos grasos de cadena corta, que según estudios en animales actúan como bálsamo para el cerebro porque refuerzan su adaptabilidad y su plasticidad y pueden ayudarlo a permanecer con capacidad de aprender hasta bien entrada la vejez. El consumo de alimentos altamente procesados implica todo lo contrario y está relacionado con un mayor riesgo de demencia. Esos productos rara vez contienen fibra y están compuestos industrialmente por azúcar, grasas y una gran cantidad de sustancias químicas como antioxidantes, potenciadores de sabor, emulsionantes o conservantes. Entre ellos se encuentran las hamburguesas de comida rápida, sopas de sobre, platos preparados para microondas, así como nuggets de pescado y bebidas energéticas. 

Al Andar, nuestros músculos liberan miocinas, sustancias que apoyan el trabajo de las células del cerebro

Para un estudio, investigadores de Brasil y Estados Unidos preguntaron periódicamente a casi 11.000 personas de entre 35 y 74 años y aún mentalmente activas qué comían. Al mismo tiempo ponían regularmente a prueba su memoria y otras capacidades cognitivas. Después de ocho años tuvieron clara la 'foto': los sujetos que comían más comida basura perdían sus capacidades cognitivas mucho más rápidamente. 

Cuida tu cerebro: ¡Camina!

Ya se sabía que la obesidad afectaba al corazón, pero ahora se ha confirmado que también afecta al cerebro. Los distintos estudios establecen que los sujetos con sobrepeso severo tienen varias regiones de su cerebro conectadas de forma más débil. Esto podría significar que la obesidad hace que el cerebro envejezca más rápido y sea más susceptible al alzhéimer. Parece que sustancias mensajeras nocivas que surgen del tejido adiposo llegan al cerebro y posiblemente desencadenen allí procesos inflamatorios.

No es menos perjudicial para el cerebro que la gente pase demasiado tiempo sentada. Según un estudio estadounidense realizado con más de 50.000 personas mayores, aquellas que hicieron poco o ningún ejercicio durante más de diez horas al día tenían un riesgo significativamente mayor de desarrollar demencia.  De hecho, la conexión entre el ejercicio y el cerebro es fácilmente comprobable: a las personas que caminan con regularidad a menudo se les ocurren buenas ideas o soluciones a sus problemas. Y eso se puede explicar biológicamente: cuando los músculos están en tensión, liberan en la sangre unas sustancias mensajeras parecidas a las hormonas denominadas 'miocinas', que apoyan el trabajo de las células del cerebro. Algunas miocinas incluso son capaces de crear nuevas células nerviosas, quizá porque en la evolución, cuando el cuerpo empezaba a moverse, necesitaba fortalecer su cerebro para procesar la información de su cambio de ubicación. Recuerda: por naturaleza, el cuerpo humano está diseñado para correr unos 15 kilómetros al día. 

El lugar donde vives también influye en el cerebro. El humo maltrata a las células nerviosas y las sinapsis. El equipo de la Universidad de Emory de Atlanta (Georgia) examinó los cerebros de 224 personas que murieron alrededor de los 76 años. Los resultados demostraron que las personas que tres años antes habían vivido en una zona con niveles muy altos de contaminación en el aire tenían una cantidad notablemente grande de depósitos de proteínas en la cabeza. Los pesticidas también causan daño en el cerebro. Probablemente generen radicales libres, moléculas dañinas que matan a las células nerviosas; entre ellas, las productoras de dopamina asociadas al párkinson. 

En conjunto, todos estos estudios muestran que el estilo de vida activo y evitar influencias nocivas pueden tener más beneficios que los medicamentos.


© Der Spiegel


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