Miércoles, 10 de Abril 2024
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En nuestros océanos flotan tantos plásticos que sus habitantes están empezando a integrar nuestra basura como 'forma de vida'. Sobre el agua se ve flotar un balón de fútbol, algo desinflado, pero debajo habita una colonia de percebes. Llegaron flotando a las costas de Dorset, en el sur de Inglaterra, donde los ha 'retratado' el fotógrafo Ryan Stalker, pero es probable que hayan realizado una larga travesía por el Atlántico. La imagen ha sido reconocida como la ganadora del British Wildlife Photography Awards de este año. Greenpeace estima que en los mares hay entre 5 y 50 billones de fragmentos de plástico. Gran parte acabará en nuestro organismo, puede que 'camuflados' como percebes.
Los bastoncillos de los oídos tardan 300 años en degradarse y representan el 60 por ciento de la basura que acaba en aguas residuales. Un desastre natural que ya se evidencia en la mayoría de mares de todo el mundo. Este caballito de mar Hippocampus kuda de la fotografía también se enfrenta a este enemigo sintético en aguas contaminadas cerca de la isla de Sumbawa en Indonesia. El fotógrafo estadounidense Justin Hofman deseaba fotografiar a este caballito de mar suspendido en medio del océano y –muy a su pesar– debió conformarse con capturarlo aferrado al hisopo, llevado por una corriente. Es más, fuera del encuadre, las bolsas de plástico envolvían todo el arrecife.
Se espera que en 2050 la cantidad de plásticos supere ya al número de peces en los océanos. Atrás quedaron las conchas marinas, ahora los pulpos se refugian en latas, botellas y en el resto de desechos que acaban en el mar. Por lo general, suelen preferir los recipientes más oscuros u opacos, como el cefalópodo de esta fotografía de Serge Abourjeily que, en su travesía, transporta una botella de refresco. Una costumbre cada vez más generalizada entre los pulpos, que llegan incluso a poner huevos en el interior de neumáticos y otros desechos con metales pesados y otras sustancias tóxicas para ellos. En este caso, la 'emigración' a estos nuevos refugios está más que justificada: las conchas marinas –sus antiguos hogares– están en peligro de extinción. Y no les queda otra que ampararse en estos 'nuevos'.
Algunas zonas de los océanos contienen ya siete veces más plástico que larvas de peces, según una nueva investigación. Uno de los claros agraviados del ecosistema marino es el tiburón ballena, que se alimenta abriendo de par en par la boca mientras avanza engullendo lo que encuentra a su paso y filtrando el agua que también traga. Sin embargo, en un mar repleto de plásticos, alimentarse de forma saludable se vuelve complicado y, para estos peces, puede resultar incluso mortal. El tiburón de la fotografía corre, de hecho, ese peligro, 'engañado' por una bolsa de plástico en la que cree identificar una larva.
Este cangrejo no se ha librado del plástico ni tras salir a la arena. Las orillas representan también una de las más peligrosas zonas para los animales (y humanos). Se estima que las playas albergan una media de 250.000 residuos al día por kilómetro cuadrado. Algo que no parece tener freno: la producción de plásticos se duplicará para 2040, lo que implicaría que estos residuos se cuadriplicasen, tal y como ha señalado un informe del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF).
La cifra de tortugas marinas que mueren al año a causa del plástico es demoledora: 100.000 de ellas. Confunden las bolsas de plástico con medusas y algas y acaban consumiendo mucho más plástico del imaginable. Pero no es el único peligro al que se enfrentan. Muchas de ellas acaban atrapadas en redes de pesca por accidente. Y más de la mitad de las capturadas sufren el 'síndrome del buzo', una enfermedad que provoca la diferencia de presión y que les produce burbujas en su sangre. ¿Lo peor? Si no son tratadas de manera rápida, mueren en tan solo unos días.