Un estudio confirma que llueve plástico
Un estudio confirma que llueve plástico
Los residentes de la isla canadiense de Terranova se despertaron un sábado del mes de septiembre de 2021 con las calles llenas de ramas y escombros arrastrados por los fuertes vientos del huracán Larry. Una catástrofe que, esta vez, venía con una sorpresa añadida: microplásticos procedentes del océano. El hallazgo realizado por investigadores de la Universidad de Dalhousie (Nueva Escocia, Canadá) se acaba de publicar en la revista científica Communications Earth & Environment (Nature) y confirma lo que muchos expertos ya se temían desde hace años: mares y océanos están expulsando microplásticos a la atmósfera para que regresen a la tierra, tanto cuando las olas rompen como cuando las burbujas suben a la superficie, arrojando esos pequeños trozos de desechos a la brisa marina.
El valor de este estudio reside en que se centra en Larry, un huracán que no había tocado tierra antes de llegar a la provincia de Terranova; es decir, que todo lo que arrojaba solo procedía del mar. «Normalmente los huracanes pasan por el Caribe y luego llegan a través de Florida y los Estados Unidos, por lo que es difícil determinar si esos microplásticos provienen de la tierra o del océano», asegura Tony Walker, profesor de la escuela de estudios ambientales y de recursos de Dalhousie y coautor del artículo. Sin embargo, «Larry nunca tocó tierra, así que el único lugar de donde podrían haber venido esos residuos fue de la mancha de basura del Atlántico Norte», dice en referencia a la gran zona de desechos marinos y plásticos que se encuentra flotando en ese giro oceánico.
Los microplásticos son diminutas partículas de este material de menos de cinco milímetros de largo, que provienen de la degradación de productos plásticos más grandes o del desprendimiento de partículas de botellas de agua, envases y ropa sintética. La mayoría son tan pequeños que es imposible distinguirlos a simple vista. Según el estudio de Dalhousie, «debido a su pequeño tamaño y a que ya están en el aire, pueden ingresar a los organismos, incluidos los humanos, a través de la respiración, lo que tiene consecuencias para la salud que aún se desconocen en gran medida».
«Creo que ahora es importante que el público reconozca que la contaminación por microplásticos está en todas partes», advierte Walker. «El conocimiento es realmente importante porque luego podemos ayudar a cambiar a los que toman las decisiones y darles el poder de frenar la producción de plástico». Y es que una de sus virtudes, su resistencia, es precisamente lo que lo convierte en un contaminante alarmante. Nunca desaparece, sino que se rompe en trocitos cada vez más pequeños que, al entrar en la circulación atmosférica, pueden trasladarse a lo largo de miles de kilómetros, llegando a depositarse en las regiones más remotas del planeta.
El estudio de la Universidad de Dalhousie se suma a un creciente número de pruebas que demuestran que la contaminación por plásticos se ha infiltrado en la mayoría de los ecosistemas de la Tierra. Se han encontrado fragmentos de plástico de menos de cinco milímetros en los lugares más recónditos del planeta y en las partes más íntimas del cuerpo humano, como la sangre, los pulmones o la placenta de mujeres embarazadas. Hace solo unos meses, una investigación liderada por el profesor Hiroshi Okochi, de la Universidad de Waseda (Japón) encontró microplásticos en las nubes y su conclusión es que podrían contribuir a la contaminación global y la alteración del clima. En concreto, los investigadores hallaron varios tipos de polímeros y caucho en el agua de las nubes que rodean el Monte Fuji, la montaña más grande de Japón, y el Monte Ōyama. «Esto implica que los microplásticos pueden haberse convertido en un componente esencial de las nubes, contaminando casi todo lo que comemos y bebemos a través de la 'lluvia de plástico», advierten.
Y aunque la comunidad científica todavía no se ha puesto de acuerdo sobre los daños que los microplásticos provocan en nuestra salud, un grupo de investigadores del CSIC ha descubierto que su ingesta reduce la diversidad bacteriana de la microbiota del colon, además de producir una alteración del equilibrio en los microorganismos presentes. El estudio, publicado en la revista Scientific Reports, ha demostrado que tras la ingestión de microplásticos PET (asociados con la cadena alimentaria) disminuye la abundancia de bacterias conocidas por sus efectos positivos en la salud y se incrementa la presencia de otros grupos microbianos relacionados con una actividad patógena. «Dada la posible exposición crónica a estas partículas a través de nuestra dieta, los resultados obtenidos plantean que su ingesta continuada podría alterar el equilibrio intestinal y, por tanto, la salud», expone Victoria Moreno, investigadora del Instituto de Investigación en Ciencias de la Alimentación (CIAL) del CSIC.
«El incremento en el consumo de plásticos, especialmente de un solo uso, es alarmante. La producción de botellas, vasos y empaques alimenticios contribuye a una contaminación visible en ríos y lagos, lo que amenaza tanto al medio ambiente como a la salud humana», concluye Ana Boischio, asesora regional en seguridad química de la Organización Panamericana de la Salud.