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El don de la palabra: los discursos de los premiados, al completo

II edición de los Premios XLSemanal

El don de la palabra: los discursos de los premiados, al completo

Emotivas, agudas, incisivas, incluso interpelantes, las palabras de Valentín Fuster, Antonio López, Adela Cortina y Paco Arango iluminaron la noche en que recibieron sus respectivos Premios XLSemanal en las categorías Ciencia e Innovación, Creación, Pensamiento y Valores. Recuperamos sus discursos de agradecimiento en la ceremonia celebrada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. 

Viernes, 21 de Junio 2024, 10:56h

Tiempo de lectura: 14 min

Categoría Ciencia e Innovación

Valentín Fuster: «No nos estamos dando cuenta de que es precisamente en la gente joven cuando la enfermedad de décadas posteriores empieza»

«Muchísimas gracias. Ciertamente es un honor el recibir este premio por la Ciencia y la innovación. Pienso: ¿por qué me han dado este premio? No lo sé. Pero sí que puedo contar lo que estamos haciendo. Actualmente hay una transformación en el campo de la ciencia y de la salud que creo que es importante. Creo que conocemos más la enfermedad que la salud. El tema, la primera pregunta es ¿qué es la salud? Porque si sabemos lo que es la salud, podemos prevenir la enfermedad. Esto es una cosa muy clara.

Trabajamos con grupos de tres edades muy distintas: del nacimiento a los 20 años. De los 20 a los 60 y de los 60 años a los 100. Los retos son completamente distintos si hablamos de salud. Por ejemplo, los que tienen de 20 a 60 años. Yo les puedo decir que un reto importante es la enfermedad de las arterias. Que puede dar lugar al infarto de miocardio, infartos cerebrales y también el cáncer. La enfermedad que a los 50, 60, 70 años puede dar lugar a un infarto empieza a los 20 años.

Con las tecnologías de imagen que hemos desarrollado vemos las arterias desde fuera. Pero ahora viene lo más importante. Si, por ejemplo, ustedes tienen, digamos, 35 años y un colesterol elevado, este colesterol elevado a los 35 años tiene muchísimo más impacto que si tienen 60 años. ¿Por qué? Porque las arterias del individuo joven reaccionan al daño del tabaquismo, de la hipertensión, del colesterol, de la obesidad, etcétera, mucho más agresivamente que cuando esto empieza más tarde.

Digo esto porque estamos perdiendo el tren. No nos estamos dando cuenta de que es precisamente en la gente joven cuando la enfermedad está empezando. Esto es lo que estamos aprendiendo trabajando en estas edades de los 20 a los 60 años.

La segunda pregunta es ¿cuál es el reto de los 60 a los 100 años? Yo creo que están todos de acuerdo en que es el cerebro. La enfermedad cognitiva, la enfermedad de alzhéimer, el perder el contexto de donde uno vive. Yo diría que hoy la sociedad está más preocupada por esto que por las enfermedades cardiovasculares. Pues bien, todas estas tecnologías nuevas que he mencionado, que estamos utilizando para saber lo que ocurre de los 20 a los 60 años, las estamos utilizando en el cerebro de los 60 a los 100 años. Les puedo decir lo que hemos encontrado. Todo esto se está publicando en estos momentos. Lo que hemos encontrado es que los factores de riesgo que ocurren de los 20 a los 40 años son factores fundamentales que cierran las pequeñas arterias del cerebro. Y el poder cognitivo disminuye a los 60, 70 años. Pero todo empieza muchísimo antes.

Estamos conociendo algo muy importante dentro de la salud. Y es que es muy pronto en nuestras vidas cuando realmente se está produciendo lo que más tarde nos va a preocupar. Les diré que la enfermedad de alzhéimer —por ejemplo; tenemos ya los datos— se acelera con los factores de riesgo que he mencionado: la presión arterial alta no tratada, el colesterol no tratado, la diabetes no tratada, la falta de ejercicio, el tabaquismo... Todo esto acelera la enfermedad, que es muy compleja.

«¿El momento ideal para infundir que la salud es importante? A los 5, 6, 7 años. Yo le diría al Gobierno: hay una asignatura de Salud que es fundamental y no existe. Hay que empezar a esas edades»

Pero estamos hablando de aceleración. Piensen que Alzhéimer vivió hace 120 años y él dijo: «Mi enfermedad es una enfermedad de las arterias que dan sangre al cerebro». Toda la investigación ha estado centrada en la célula cerebral. ¿Por qué? Porque si uno pierde el poder cognitivo, lo primero en lo que pensamos es en la célula cerebral. Nosotros estamos trabajando en la sangre para evaluar las células cerebrales. Nos estamos dando cuenta de que los factores de riesgo en edad muy temprana pueden tener esta repercusión.

Así que hace muy poco tiempo decidimos que teníamos que ir a la gente joven. A los niños y las niñas. Empezamos un proyecto con 50.000 niños y niñas en todo el mundo. Les enseñamos cómo funciona el cuerpo. Uno no puede hablar de obesidad si un niño o una niña no entiende cómo entra el alimento y cómo funciona o no sabe controlar las emociones. Los preparamos para que cuando más tarde estén en contacto con el alcohol, el tabaco, etcétera sepan decir que no, lo que llamamos self esteem. Tener el poder de decir que no, esto solo se enseña a estas edades tempranas. El ambiente de estas edades es lo que nos hace adultos. Si ustedes mismos estudian hoy cómo son, verán la importancia que tuvieron los primeros diez años de su edad y el ambiente en que vivieron.

¿Cuál es el momento ideal para infundir el concepto de que la salud es importante? Yo les diría lo mismo que diría al Gobierno de este país: hay una asignatura de Salud que empieza a los 5, 6, 7 años. Es fundamental y no existe. Hay que empezar en estas edades.

Y otro aspecto muy interesante de nuestros estudios es el ambiente. El ambiente en el que vivimos es fundamental. Por lo cual estamos entrando ahora absolutamente en temas de educación dentro de la familia, los padres, los hijos y los nietos. Estamos perdiendo cosas que son de sentido común. La educación es absolutamente crítica y la parte más fértil para la educación es precisamente de los tres a los diez años.

Y termino diciéndoles que estamos viviendo una paradoja muy importante. Y es el avance de la tecnología, por un lado, y la falta de educación pública, por otro.

Todo el mundo habla de inteligencia artificial. Seguro. Va a estar allí, nos guste o no nos guste. Pero al mismo tiempo tenemos una sociedad de consumo que funciona con una aceleración impresionante. No hay tiempo para pensar. Y es absolutamente importante. Yo cada mañana, durante 15 minutos, no hago nada. Me quedo sentado y pienso. Y me he dado cuenta de que aquellos 15 minutos son más importantes que todo el resto del día.

Tenemos que tener tiempo para pensar. Tenemos que parar el reloj. Ocasiones como esta para mí es parar el reloj. Te dan un premio. Algo debes haber hecho. Te da una satisfacción. Pero la satisfacción más grande es los que te han ayudado para llegar donde estás. Muchísimas gracias».

Categoría Creación

Antonio López: «En momentos de desorientación, vuelvo con el pensamiento a esta escuela en la que me formé»

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«Buenas noches. He escrito un pequeño texto que es un homenaje a mi vida en este lugar. Aquí, compartiendo el espacio con la Academia de las Artes estaba la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, donde yo estudié cuando era muy joven.

En Tomelloso, en el verano de 1949 realizaba mis primeros dibujos y pinturas hechos del natural guiado por mi tío Antonio López Torres. Me dio una paleta suya y unos pinceles y me colocó como modelo un bodegón muy manchego: una pequeña mesa de tijera con un puchero de barro, un trozo grande de pan y un vaso de vino blanco. Encajé el tema en el lienzo con carboncillo y empecé a pintar por lo que me parecía lo más difícil, el vaso de vino blanco con sus transparencias. Me sorprendió no sentir dificultad en reproducir lo que tenía delante.

Después, pintamos juntos dos temas y yo seguía sorprendido de que pintar –que entonces para mí era solo reproducir las cosas– me resultaba fácil y atrayente. Ese verano mi tío Antonio fue convenciendo a mis padres de que yo debía estudiar Bellas Artes. Y en octubre, con 13 años, me trajeron a Madrid para preparar el examen de ingreso en la Escuela de San Fernando.

«Han pasado muchos años. Todo ha cambiado aquí. Y yo también. Pero estos espacios son para mí algo inolvidable y limpio»

Estaba en una pensión que se llamaba El Peral, en la Calle de la Cruz. Por la mañana dibujaba en el Museo de Reproducciones y, por la tarde, en la Escuela de Artes y Oficios. Empecé mi nueva vida sin ningún temor y entregado al trabajo. Era puntual y no faltaba ni un día. En junio del año siguiente aprobé el examen de ingreso, que consistió en dibujar en 20 sesiones la escultura del Canon de Policleto.

Entonces, la Escuela de Bellas Artes compartía en este lugar el espacio con la Academia. Durante cinco años aquí hice mi vida. Aquí conocí a profesores que me trataban bien. Don Eugenio Hermoso, don Francisco Soria, don Manuel Álvarez Laviada, don Joaquín Valverde, Don Luis Mosquera. A compañeros con los que he hecho mi vida: María Moreno, Isabel Quintanilla, Cecilia Sagarra, Francisco López, Julio López, Lucio Muñoz, Joaquín Ramos, Chus Lampreave, Enrique Gran, Félix Alonso, Isabel Almeida, Conchita de Diego... Casi todos mayores que yo, me protegían, me enseñaban y tenían paciencia conmigo. Y se me desveló la maravilla, la complejidad y el riesgo de este trabajo.

En momentos de desorientación, para distraerme, vuelvo con el pensamiento a la escuela de entonces. Desde la entrada por la gran Puerta a la calle de Alcalá, sigo por los patios, subo por la espaciosa escalera de madera hasta la planta donde estaban las distintas aulas, las esculturas y pinturas del siglo XIX y XX, las copias de arte italiano realizadas por los pensionados de Roma, tan preciosas, sobre todo una muy grande realizada por dos pintores de la época del mural de Mantegna que está en Padua y que no me cansaba de mirar. En mis años de formación iba conociendo esta copia de Mantegna, los yesos griegos, romanos y renacentistas del museo de reproducciones, tan injusta como estúpidamente desmontado de su lugar, y el arte moderno. Era el arte que me enseñaba y me gustaba mirar y en el que pensaba.

A veces, por algún motivo, la vida me vuelve a traer a este lugar, como ahora. Han pasado muchos años. Todo ha cambiado. Y yo también. Pero estos espacios, con sus pinturas, sus esculturas, sus paredes tan nobles, tan unidos a mi juventud, son para mí algo inolvidable y limpio. Muchas gracias por este premio y un saludo afectuoso a mis compañeros premiados»

Categoría Pensamiento

Adela Cortina: «Un profesor mío decía que la filosofía es la ciencia por la cual, con la cual y sin la cual uno se queda tal cual. Para mí, eso no podía ser así de ninguna manera»

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«Quiero empezar agradeciendo a quienes han tenido la generosidad de concederme este premio a través de su voto. Yo no sé si han acertado, pero a mí me han dado una alegría. Y eso siempre es muy buena cosa. Gracias pues, a todos ellos.

Empiezo con unas palabras de un profesor mío que decía que la filosofía es la ciencia por la cual, con la cual y sin la cual uno se queda tal cual. Yo una vez oído esto, llegué a la conclusión de que eso no podía ser así de ninguna manera. Él lo decía de broma porque era un filósofo de raza.

Eso no podía ser así de ninguna manera, sino que la filosofía tenía que mancharse las manos. La filosofía tenía que meterse en la vida, tenía que cambiar las cosas. Y precisamente lo que Espido Freire ha contado es efectivamente lo que yo soñaba. Y no voy a repetirlo porque no quiero cansar al público. Por eso hoy voy a decir una cosa un poco distinta, aunque está en la línea de siempre, y es la alegría que me produce que sea un premio al pensamiento. El pensamiento es una característica de los seres humanos, que nos constituye como tales. Y yo creo que el pensamiento une razón y emoción, esos dos lados que son fundamentales para los seres humanos. La razón por una parte, pero no solo la razón lógica, sino también la razón del corazón. Y la emoción, pero no la pura emoción sino una exploración, una emoción con argumentos, con razones, con fundamento.

Las dos tienen que ir juntas: razón y emoción. Y en ese sentido es en el que yo me alegro mucho de que me den un premio a nada menos que al pensamiento, que es algo extraordinario. Esto del pensamiento se puede entender de muy diversas maneras. Hay una que me parece que es impresentable y otra que es la que me parece que habría que potenciar.

Lo que me parece impresentable es entender que pensar es maquinar. Hay quienes piensan que pensar es tratar de ir viendo cómo sacar las mejores posibilidades para lograr el medro personal o el mérito del grupo. Maquinar no es pensar en la colectividad, sino pensar en cómo sacar lo mejor posible teniendo en cuenta lo que piensan todos para sacar lo mejor para sí mismo o para su grupo, excluyendo a todos los demás.

«La filosofía tiene que mancharse las manos y cambiar las cosas. Sirve para pensar cómo podemos hacer un mundo mejor, cómo podemos hacerlo todos juntos»

Un pensamiento que es excluyente no es verdaderamente humano. Maquinar para ver qué es lo que saco de rentabilidad frente a los otros es verdaderamente deprimente y hay que intentar acabar con ello.

La otra manera de pensar es el pensar dialógico. Al fin y al cabo, somos seres en diálogo, como decía Hölderlin. Los seres humanos somos en diálogo, nos hacemos el diálogo incluso cuando vamos pensando con nosotros mismos. No tenemos más remedio que estar en relación unos con otros, ser interlocutores unos de otros, ser interlocutores válidos unos para otros.

El pensamiento no tiene que ser excluyente, sino todo lo contrario, tiene que ser un pensamiento inclusivo, siempre pensando en diálogo, en argumentación de unos con otros, para tratar de encontrar acuerdos, para tratar de encontrar entendimiento. Cuando yo fui a Alemania y estudié la ética del discurso, me gustó mucho la idea de que el pensamiento y el lenguaje van dirigidos a encontrar el entendimiento.

Creo que es un momento maravilloso para potenciar un tipo de pensamiento que vaya encaminado al entendimiento, al acuerdo, que acabe con las polarizaciones, que acabe con las crispaciones. Creo que en nuestro país, por ejemplo, es muy posible entenderse. Creo que hay muchos españoles que están deseando entenderse, ponerse de acuerdo y potenciar un pensamiento que vaya encaminado al entendimiento, al acuerdo, a construir todos juntos, a no excluir a nadie. Creo que ese es un pensamiento propositivo que merece la pena potenciar. Es un pensamiento dialógico y no una maquinación de unos contra otros, de excluir a unos o a otros.

Como se ve, la filosofía sirve para algo. No solo es la ciencia por la cual, con la cual y sin la cual uno se queda tal cual, sino que también sirve para pensar cómo podemos entendernos, cómo podemos hacer un mundo mejor, cómo podemos hacerlo todos juntos. Eso es algo que realmente merece la pena. Muchas gracias por este premio».

Categoría Valores

Paco Arango: «Vamos a seguir luchando. El bicho nunca nos va a quitar la sonrisa»

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«Primero, muchas gracias a Vocento. A mi madre le habría encantado este premio porque le encantaba esta revista. Es todo un orgullo estar con vosotros. Me siento absolutamente inapropiado de estar aquí con estos tres premiados. Groucho Marx decía que nunca pertenecería a un club que admitiera como miembro a alguien como él. En este caso, si el club lo integran estas personas, yo haría una excepción conmigo mismo y aceptaría encantado ser parte de él. Felicidades, de verdad, a los tres.

Permitirme ahora fardar de Aladina. Yo me llevo la gloria, pero detrás de mí hay un grupo de personas que son absolutamente extraordinarias, de lo mejor que hay en el mundo. Estoy rodeado de gente absolutamente top. Tengo gente en los hospitales que son extraordinarios y voluntarios que son extraordinarios.

Aladina cuida a los niños desde el primero hasta el último día. Y en el caso de que fallezcan, que lamentablemente es el 20 por ciento de los casos, acompañamos a los padres un año entero en el duelo. Y les devolvemos la sonrisa. Es también extraordinario.

Yo me metí en el cine por Antonio, un niño canario. Le dije ‘mira, Antonio, voy a contar en una película que este sitio donde estamos, lejos de ser un sitio triste, es un sitio extraordinario donde se vive el mayor amor en la primera butaca de la fila’. Y él me dijo ‘Paco, de acuerdo, pero con el dinero haces de este centro –que no está muy bien– el mejor centro de España’. Nos dimos la mano, empecé a hacer el guion y él me iba haciendo peticiones. Tenía 15 años, era un canario muy, muy divertido. Me decía ‘tienes que meterme una novia’. Entonces se metió una novia. Fui formando el guion con él. Lo que no sabía Antonio es que en mi película él fallecía. Y él me decía ‘mándame el guion’. Yo le mentí con los cambios. Decidí ir a verle a Canarias.

«Yo me llevo la gloria, pero detrás de mí hay un grupo de personas que son absolutamente extraordinarias»

Pero lamentablemente uno de sus padres me llamó y me dijo: ‘Cógete un avión porque Antonio está falleciendo de un virus’. Fue muy inesperado. Me dio tiempo a llegar a Canarias. Y le di un beso en la frente. Nos despedimos. Y con el dinero de esa película pudimos hacer el centro de transplantes.

Y quiero compartir otra cosa mágica que me pasó, porque en Aladina nos pasan cosas extraordinarias. Cuando recibí la llamada de que finalmente teníamos el medio millón de euros para el centro de transplantes, yo estaba en Nueva York. Y me dice el doctor: 'Vamos a Valencia, porque hay una doctora que ha hecho el centro para trasplantes para adultos y lo vamos a copiar. Vente conmigo, tendremos que ver a la doctora la semana que viene'. Menos mal que estaba con alguien, porque, si no, nadie me creería. Bajo al lobby del hotel de Nueva York y me tomo una hamburguesa muy rápida en la barra porque nos tenemos que ir. Y empiezo a hablar con dos personas que estaban allí. Resulta que una de esas personas era española y resulta que su hermana era la doctora de Valencia. Eso es Maktub. Y en Aladina nos acompañan mucho por el bien que hacemos con los niños.

Por último, quiero dedicarle este premio a tres personas. Primero a Álvaro, que lamentablemente falleció la semana pasada. Un luchador de siete años. Y una historia tremenda detrás.

Segundo, a Telma. La conozco desde hace ocho años. Está en plena guerra. Está verdaderamente luchando, como en Ucrania, como los niños que hemos traído desde Ucrania. Está en una batalla. El que rece que, por favor, rece por Telma.

Y por último, Guille. Él se salvó. Contra todo pronóstico. Pensamos que se moría. Y hoy en día simplemente estamos preocupados de que beba demasiadas copas y que no vuelva a casa pronto.

Esa es la realidad de la vida. Y vamos a seguir luchando. El bicho nunca nos va a quitar la sonrisa. Se lo digo a todos los niños y a toda la gente. Muchísimas gracias».

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