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Kirk, Michael y Cameron

Adicciones, infidelidades, arrestos... La maldición de la familia Douglas

De generación en generación, el apellido Douglas parece marcado por los escándalos. El último capítulo de la tragedia lo protagonizó el heredero del clan, el joven Cameron, condenado por narcotráfico a cinco años de prisión. Ahora, rehabilitado, anuncia que hará una película con su padre... al mismo tiempo que éste, Michael, aparece en público con un aspecto desmejorado e inquietante.

Por Carlos Manuel Sánchez

Martes, 08 de Noviembre 2022

Tiempo de lectura: 8 min

Te presento a tu nuevo amigo». El niño miró con curiosidad. «¿Qué es, mamá, un gato?» «Es un ocelote, mi vida. Como un leopardo en miniatura. Vivirá con nosotros. Tienes que quererlo mucho.» La escena sucedió en un lujoso apartamento de Nueva York hace unos años.

Diandra, la madre, rica heredera de una familia de diplomáticos, tenía una extraña noción de la ecología. Estaba empecinada en convertir a los animales salvajes en mascotas. El niño, Cameron Douglas, vástago de una saga de actores oscarizados. Hijo de Michael (Wall Street, Instinto básico), nieto de Kirk (Espartaco, El loco del pelo rojo). Heredero de un legado genético inconfundible. Cara: hoyuelo en el mentón. Cruz: propensión a las adicciones.

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De tal palo... Michael Douglas y su hijo Cameron repitieron la turbulenta y casi inexistente relación que el actor de Instinto básico tuvo con su propio padre, Kirk Douglas. De adolescente, Cameron hizo pinitos como DJ en Nueva York. En 2009 fue condenado por trapichear con kilos de metanfetaminas y cocaína.

Aquel felino impuso un régimen de terror. Cameron, acobardado, se atrincheraba en su cuarto. Michael se desentendía de las rarezas de su esposa; estaba siempre viajando, de rodaje en rodaje, de borrachera en borrachera y de falda en falda. Un día, el ocelote atacó al niño. Cameron acabó en urgencias y el animal, en una jaula trasladado a la reserva de la que procedía. En otra jaula, Cameron, que tiene 31 años, dispone ahora de tiempo de sobra para recordar este episodio y otros de su vida. Le han caído cinco años en la penitenciaría de Lewisburg (Pensilvania): «¿Cómo he acabado en este agujero?».

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La familia unida. Cameron, Michael, su segunda esposa, Catherine Z. Jones, y Kirk, en 2018. Michael asegura que lo mejor que le pasó a su padre fue la trombosis que estuvo a punto de matarlo hace unos años. A Kirk le cambió el carácter. Comenzó a estudiar la Torá, pensando que la enfermedad era un aviso de Dios, que intentaba castigarlo por sus culpas pasadas. A partir de ahí se reconcilió con los suyos.

Esa misma pregunta sobrevoló el juicio por narcotráfico de este privilegiado en 2009. ¿Cómo un joven que tiene de todo menos preocupaciones acaba inyectándose heroína seis veces al día? ¿Por qué alguien destinado a triunfar sin apenas esforzarse se convierte en un camello? De un modo simbólico era la familia Douglas la que estaba siendo juzgada. Todo salió a flote en el juicio: un padre famoso, pero ausente; una madre que recorre medio mundo embarcada en cruzadas admirables, pero que deja a su hijo al cuidado de niñeras; un matrimonio torpedeado por infidelidades compulsivas; una infancia solitaria...

¿Sólo era una estrategia de la defensa para inspirar lástima? Si es así, tuvo éxito. A Cameron le han caído cinco años, una multa y unos cientos de horas de servicios a la comunidad por trapichear con varios kilos de metanfetaminas y cocaína. Pero ha salido bien parado, le pudo caer la perpetua.

Ya el patriarca del clan, el bisabuelo de cameron, abandonó a los suyos, dejándolos en la miseria. Kirk sobrevivió vendiendo periódicos por las calles

Da la sensación, una vez dictada sentencia, de que las desdichas de Cameron Douglas son algo más que una astucia legal. Repasemos el guión de una vida poco ejemplar, a la sombra de gigantes con pies de barro. Habría que empezar con un flashback. Palma de Mallorca, día en el exterior. Mansión de los Douglas en S’Estaca. Verano, años noventa. En palabras de su madrina, Cameron es un adolescente «tímido y muy dulce» que está de vacaciones del internado donde estudia. Bronceado como un apache, acaba de subir de la playa. La cocinera ha hecho paella... para uno. Come solo. No tiene hermanos. Su padre está de 'promo'. Le han dado un Globo de Oro por su papel de presidente de Estados Unidos, oportunamente viudo, que vive un romance con una defensora del medio ambiente. Su madre asiste a una conferencia por el desarme nuclear. A la hora de la siesta, Cameron se encierra en su cuarto y se lía un porro detrás de otro. Consume marihuana desde los 13 años y cocaína desde los 15. No se ha duchado y nota la camisa áspera de la sal del mar. Se la quita. Todavía conserva algunos moratones, recuerdo del equipo de fútbol americano en el que ha jugado ese semestre. Quiere que lo traten como a un chaval normal y corriente, pero los rivales van a por él. Catapum. Chúpate ésa, niño rico.

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Michael en la cancha. Una de las últimas apariciones de Michael Douglas, de 78 años, ha sido en un partido de baloncesto, donde se apreció un desmejorado aspecto que preocupó por lo que revela de su estado de salud. Ya superó hace unos años un cáncer de garganta.

Cameron no terminó la secundaria. Aspira, vagamente, a emular a su padre y a su abuelo y convertirse en actor, pero le falta talento y capacidad de sacrificio. Es un veinteañero que va dando tumbos, de fiesta en fiesta, metiéndose de todo. Un precursor de la generación ni-ni. Hace sus pinitos como pinchadiscos en Tunnel, un club de moda en Nueva York. Mientras tanto, sus padres se divorcian. Michael, repentinamente preocupado por la espiral autodestructiva de Cameron, le paga caras estancias en clínicas. Él ha superado su alcoholismo (se publicó falsamente que en realidad era adicto al sexo) y comienza una nueva vida con la actriz Catherine Zeta-Jones, empeñado en ser mejor esposo y un padre modélico para sus nuevos hijos: Dylan, que ahora tiene nueve años, y Carys, de seis. Pero los periodos de rehabilitación y las recaídas se suceden en la vida de Cameron. Uno de sus tíos muere de una sobredosis. Hace propósito de enmienda, pero el susto le dura poco tiempo. En el año 2004 se engancha a la heroína.

Cuesta abajo y sin frenos desde entonces, otros heroinómanos se convierten en 'su nueva familia'. Su novia, Kelly Scott, no era adicta, pero tiene una mentalidad parasitaria. «Su compromiso y su empatía hacia Cameron hacen que se enganche a las drogas. Su razonamiento es que, si comparten adicción, su lazo emocional será más fuerte», detalla uno de los informes psiquiátricos incluidos en el sumario judicial.

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Los ausentes. Michael, con Diandra y el hijo de ambos, Cameron en 1991. El adulterio y el alcohol marcaron el matrimonio. Michael siempre estaba de viaje o en rodajes; Diandra, defendiendo alguna causa; Cameron, solo.

Michael Douglas decide que ya está bien. Se acabaron las zanahorias, a ver si la táctica del palo funciona... Deja de darle dinero. Cameron, sin oficio, que se ha mudado al lujoso hotel Gansevoort y que siempre pagaba sus drogas y las de sus amigos, opta por la salida fácil: se hace camello. Trafica desde 2006 hasta que lo trincan cuando intenta colocarle medio kilo de cristal a un informante de los federales. Cae con todo el equipo el verano pasado. Su padre le contrata excelentes abogados y Cameron declara lo arrepentido que está. Ablanda al magistrado, que ordenó un arresto domiciliario hasta el juicio, pero su novia es sorprendida cuando intenta pasarle nueve gramos de heroína escondidos en un cepillo de dientes eléctrico y se acaban los paños calientes. Todo el peso de la ley está a punto de caer sobre él.

«Quiero a mi hijo y no soy ciego a sus actos. Los genes son una influencia poderosa. No soy un ángel, soy un mal padre», aseguró Michael Douglas ante el juez

La familia Douglas cierra filas entonces. Todos a una piden clemencia para el hijo pródigo. Es una reacción conmovedora y patéticamente tardía. Una respuesta solidaria en un grupo que nunca brilló por su espíritu gregario desde que Herschel Danielovich, el patriarca del clan y bisabuelo de Cameron un emigrante judío de origen ruso que emigró a Nueva York, abandonó a los suyos, dejándolos en la miseria. Kirk sobrevivió vendiendo periódicos en la calle y bocadillos a los trabajadores de las fábricas. Se alistó en la Marina y luchó en la Segunda Guerra Mundial. Se casó con una actriz, Diana Dill. El matrimonio duró ocho años, hasta que Diana se hartó de los adulterios de su marido, que no se escondía. Al contrario, presumía de virilidad y nunca sintió la necesidad de pedir perdón. Era otra época...

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El adios al patriarca. Cuando murió el patriarca, Kirk Douglas, en 2020, a los 103 años, la familia dio muestras de unidad. Poco antes, Cameron compartía una fotografía del último cumpleaños de su abuelo, quien, dijo, había sido «una luz de guía y una fuerte de inspiración para mí. Te quiero».

Kirk se marchó a Hollywood y durante largos años no se preocupó en absoluto por sus hijos. Michael tuvo siempre la necesidad de demostrarle a su padre que él también existía. Ganó un Oscar con 31 años, la misma edad a la que su hijo ha acabado en la cárcel, sólo para darse el gustazo de restregárselo a su progenitor. Acabaron haciendo las paces a finales de los años noventa. Y las tres generaciones Douglas protagonizaron incluso una película, It runs in the family (2003). La aparente armonía fue efímera.

El sentimiento de culpa atraviesa las cartas al tribunal y las declaraciones de los Douglas intercediendo por Cameron. Michael escribió: «Estimado juez Berman: no quiero aburrirlo con una letanía en favor de mi hijo y de su historial de rehabilitaciones desde que era adolescente. Ahora es un adulto y responsable de su propia vida. Quiero a mi hijo, pero no soy ciego ante sus actos. Sin embargo, los genes y la presión del entorno son influencias poderosas en un adicto. Yo mismo tengo alguna idea de lo difícil que es encontrar tu propia identidad cuando tienes un padre famoso. ¿Hubiera sido mejor haber estado más con Cameron? Sin lugar a dudas. Estuve ausente muchas veces. No soy ningún ángel. Asumo la culpa de ser un mal padre si eso significa trabajar como un esclavo para sostener tu carrera. Cuando mi hijo Cameron nació, yo llevaba poco tiempo como actor y tenía que viajar por todo el mundo para hacerme un nombre. Me gustaría tener otra oportunidad. No la desaprovecharía. Mis prioridades han cambiado y ahora mi familia está antes que mi profesión».

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Días de pesca. En 2003 la película Cosas de familia reunió a los tres Douglas. Ahora, tras la muerte del abuelo, otra película, Blood Knot, reunirá a Michael y Cameron en torno al mismo ambiente: la pesca. Y abordará la conflictiva relación padre-hijo.

Diandra, la madre, fue más cáustica: «Ser hijo de Michael y nieto de Kirk Douglas ha sido una cruz increíble para Cameron, que se sintió derrotado antes de tiempo». Incluso su madrastra, Catherine Zeta-Jones, elogió «lo buena persona que puede llegar a ser cuando está limpio». Al final, ser hijo y nieto de famosos resultó un atenuante a la hora de dictar sentencia.

¿Y qué pasó con Cameron? Salió de prisión en 2016 después de más de siete años de prisión por posesión y distribución de drogas. La condena era de cinco años, pero aumentó cuando lo descubrieron vendiendo estupefacientes a los reos.  Pero finalmente, rehabilitado y limpio de drogas recuperó la libertad. Escribió un libro de memorias, Long Way Home, en el que detalló su tortuosa vida y desde entonces ha intentado retomar su carrera como actor. De hecho, acaban de anunciar que protagonizarán una película juntos, Blood Knot, que aborda, precisamente, la relación entre un padre y un hijo y su intento de volver a conectar a través de la pesca. El director, Howard Deutch describe el proyecto como una película sobre «la redención, el amor y el perdón».


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