Salt Bae El carnicero que conquistó Instagram El chef que ‘acosó’ a Messi en el Mundial se arrepiente
Se acuerda de él? Nusret Gökçe, alias Salt Bae, se coló en las celebraciones de la selección argentina nada más conquistar el Mundial de fútbol de Catar para hacerse un selfi con Messi y posar con la copa. En su primera entrevista desde el incidente, al diario británico The Times, el empresario turco de 39 años ha mostrado su arrepentimiento, además de sostener que no lo hizo con fines publicitarios.
«Simplemente, me apetecía –es su justificación–. Se unieron mi amor por Argentina y la emoción. Fue un momento especial. No diré porqué estaba allí, pero prometo que nunca volveré a pisar una cancha en un Mundial». Aquel episodio le valió a Gökçe una avalancha de críticas. La más notoria: la del exfutbolista y hoy comentador deportivo Gary Lineker: «Ese hombre es una plaga», dijo el que fuera campeón de la Recopa con el Barça. Las más crudas y abundantes, las publicadas en las redes sociales, origen precisamente de su éxito en los negocios.
La publicidad negativa, en todo caso, poco parece preocupar a Gökçe. Ya se sabe: «mientras hablen de ti...». Dar la nota es, al fin y al cabo, la filosofía detrás de la marca Salt Bae, un nombre que, mucho antes del partido que elevó a Messi al olimpo definitivo del fútbol, ya era una celebridad mundial. A pesar de la polémica –o, más bien, alimentada por ella– su cuenta de Instagram acaba de superar los 53 millones de seguidores y su cadena de restaurantes mantiene la ascendente trayectoria que inició en 2017, el año en que se dio a conocer al mundo gracias a su estrafalario modo de salar la carne.
Cuando trabaja, siempre lo acompaña un camarero dedicado en exclusiva a sostenerle la taza de sal
Signo de estos tiempos virales, todo fue cosa de un vídeo subido a Internet que lo mostraba en plena acción. Es decir: alzando el brazo al modo de una cobra para soltar suelta un puñado de sal gruesa que rebota contra su brazo antes de esparcirse sobre un bistec. Y eso es todo. Con ese simple gesto a modo de bendición sódica empezó a sumar seguidores. Los tres restaurantes que tenía entonces –en Ankara, Estambul y Dubái– forman hoy parte de una franquicia que ya suma 33 establecimientos, y su dueño pasó a ser conocido como «el chef más famoso del mundo». Cuando trabaja, hoy siempre lo acompaña un camarero dedicado en exclusiva a sostenerle la taza de sal. Otros cuatro empleados, además, lo siguen a todas horas para registrar en vídeo (sin palabras) todos sus movimientos y alimentar así su cuenta de Instagram.
Sus extravagancias, como su carne bañada en oro, y el precio de sus platos (tiene uno por más de 1600 euros) convirtieron sus locales en un imán para nuevos ricos, con especial predicamento entre actores, músicos y celebridades del fútbol. Leonardo DiCaprio, Mark Wahlberg, Drake, Bruno Mars, Roger Federer, P Diddy, Andrea Bocelli, el propio Messi, Paul Pogba, David Beckham, Maradona y hasta Nicolás Maduro figuran en su lista de clientes. A la que se añade también Gianni Infantino, el mandamás de la FIFA. Su amistad, de hecho, parece estar detrás de su polémico salto al césped en Qatar. Infantino comió varias veces en su local de Doha, capital del emirato, durante el torneo y fue quien proporcionó a Gökçe el pase VIP que acabaría dándole acceso al césped. Aunque ese es un asunto del cual el empresario turco no quiere hablar.
«Ese hombre es una plaga», dijo de Gökçe el exfutbolista y hoy comentador deportivo Gary Lineker
Le gusta más recordar su historia vital, otro elemento que ha contribuido a su mitificación global. Al fin y al cabo, este hombre cuya fortuna supera hoy los 70 millones de euros, dueño de un jet con el que viaja de restaurante a restaurante, de dos Rolls-Royce, de una lancha deportiva con la que suele cruzar el Bósforo y de varios relojes de oro y diamantes que luce en sus vídeos virales, es uno de los cinco hijos de un minero y una ama de casa del Kurdistán turco. Con once años la familia se mudó a Estambul, donde el pequeño Gökçe dejó los estudios para echar una mano en casa y, con 14 años empezó a trabajar como aprendiz de un carnicero en el distrito de Kadıköy, el más chic y exclusivo del lado asiático ciudad.
Fue allí donde decidió que la carne sería su vida. Por eso se marchó más tarde a Argentina y Estados Unidos, decidido a aprender todos los secretos de la carne. Y fue así como, con 27 años, abrió su primer restaurante, en Ankara, la capital; el origen de todo. Con permiso, claro, de su pueblo natal, Paşali, un lugar donde el salario medio apenas alcanza los siete euros diarios y donde, en 2018, Gokce se gastó un millón de euros en una mezquita de 4000 metros cuadrados. Sus cuatro hermanos, por cierto, hoy trabajan para él.
El trato a sus empleados (cerca de 4000 personas) ha centrado, precisamente, la última polémica a su alrededor. Insider, una influyente web de noticias financieras norteamericana, publicó en mayo testimonios de nueve exempleados de su cadena de restaurantes denunciando discriminaciones, irregularidades con las propinas y violaciones de los derechos laborales. Dicen de él cosas como que «ha desarrollado un complejo de Dios», que es «propenso al favoritismo y los despidos frecuentes e impredecibles», que sus restaurantes «ofrecen una falsa promesa de lujo», que se trabaja bajo la «cultura del miedo» o que el ambiente de trabajo en sus locales recuerda, por su imprevisibilidad, a la saga de Los juegos del hambre.
La respuesta del cocinero a tales acusaciones ha sido el silencio, mientras sigue ganando dinero a manos llenos y generando contenido viral en redes sociales. Christy Reuter, su abogada, si que ha replicado a Insider, desestimándolo todo. «Todas esas reclamaciones hace tiempo que fueron impugnadas y resueltas –afirma–. Son polémicas habituales en restaurantes de renombre y chefs prestigiosos como Salt Bae».
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