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Suicidio: romper el silencio 03 | Ramón Campos, guionista y productor de éxitos como ‘Fariña’ «Me intenté suicidar con pastillas. No sé ni cuántas cajas me tomé»

Más de 4000 personas se quitan la vida cada año en España y la cifra sigue aumentando. Tras décadas de tabú y silencio, varios personajes públicos dan un paso adelante y nos cuentan su historia. El exitoso productor televisivo Ramón Campos, el actor y expresentador de ‘CQC’ Javi Martín y el bicampeón olímpico Gervasio Deferr saben que hablar salva vidas.

Por Raquel Peláez | Fotos Daniel Méndez

Viernes, 13 de Enero 2023, 13:05h

Tiempo de lectura: 4 min

Ramón Campos nació en Noia (A Coruña) en 1975 y es uno de los guionistas y productores televisivos más importantes de España. Cofundador de Bambú Producciones junto a Teresa Fernández-Valdés, Campos ha sido el responsable de éxitos como Gran Hotel, Las chicas del cable, Velvet, Gran reservaFariña. Tras un intento de suicidio, Campos nos habla de la importancia de pedir ayuda y la necesidad de impulsar campañas de prevención.

«Era el año 97, yo tenía 21 años y estaba estudiando la carrera en Pamplona. En mi situación actual parece un poco irónico, pero en ese momento pensé que nunca iba a conseguir hacerme un hueco en el sector audiovisual y me agobié. Acababa de pasar también por una ruptura amorosa y para mí nada tenía sentido».

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«Me intenté suicidar con pastillas. No sé ni cuántas cajas me tomé. Vivía en un piso con otros compañeros de la universidad y tuve la suerte de que me encontraran y me llevaran al hospital. Me hicieron un lavado de estómago y la sensación que te queda es horrible. Yo solo quería marcharme, dejar de sufrir, pero los médicos que me estaban salvando, que en teoría deberían estar tratándome con cariño, me pegaron una bronca».

«Los problemas nunca se solucionan callándolos. Levanta la mano»

«Luego llegaron mis padres. Les comentaron lo que había pasado, pero cuando entraron al box en el que yo estaba no hablamos del tema. En realidad, nunca lo hicimos. Y es curioso porque aquello que acabé tratando con mi psiquiatra y mi psicólogo nunca lo hice con mi familia. En aquella época y en una universidad del Opus como la mía, el tabú se multiplicaba por tres: el suicidio era pecado. Y, aunque yo no soy practicante, tengo una educación católica y de alguna manera creía que lo que estaba haciendo era algo muy malo. Por eso, nunca pedí ayuda. Pensaba que nadie iba a estar abierto a recibir mi miedo. Esa oscuridad, el estar tan lejos de la familia… Me superó».

«Después empezó un periodo de ansiedad brutal y comencé a tener miedo de algunos de mis pensamientos. Estaba tan mal que volví a Galicia con mis padres y por la noche me encerraba en la habitación y tiraba la llave por debajo de la puerta hacia fuera porque temía hacerles algo. Allí, encerrado, estaba seguro: no podía hacerle daño a nadie y nadie podía hacerme daño a mí. ¿Cómo le iba yo a explicar eso a la gente? Pensarían que estaba loco. Pues bien, cuando al final se lo conté a mi psicólogo y me dijo que se trataba de pensamientos intrusivos y que le pasaba a mucha gente, me eché a llorar».

«40.000 personas se han suicidado en los últimos diez años. Y no acabo de entender por qué los gobiernos nunca han mirado este tema con profundidad»

«Ahora sabemos que hablar de suicidios no provoca más suicidios. Todo lo contrario. Hablarlo hace que la gente se anime a pedir ayuda. Hay que normalizarlo. Les conté a mis dos hijas de 11 años que había intentado suicidarme porque no había sabido encontrar las herramientas para pedir ayuda. Les dije que, si ellas en algún momento de su vida se encontraban en ese callejón, debían hablar de ello. Que nadie las iba a señalar, que nadie las iba a estigmatizar. Creo que al final las próximas generaciones acabarán asumiendo como algo normal el hecho de buscar terapia, ayuda, medicación, lo que sea. Los problemas nunca se solucionan callándolos».

«Todo el mundo tiene recaídas. Se pierde el miedo a la muerte y eso es algo que te acompaña. Mi padre, que era maniaco-depresivo, me reconoció que no se había suicidado porque no podía soportar la idea de pensar cómo me lo tomaría yo. Al final, todo esto ha hecho que yo tenga una relación muy natural con la muerte, pero también soy consciente de que puedo pedir ayuda. Tengo a mi psiquiatra, a mi psicólogo y tengo amigos. Y en cuanto me encuentro mal, levanto la mano. Ese es el mensaje».

«Ahora sabemos que hablar de suicidios no provoca más suicidios. Todo lo contrario. Hace que la gente se anime a pedir ayuda»

«En ese momento de oscuridad, la mayoría de la gente no piensa en el futuro. Por eso, lo único que se puede hacer es decirles que esperen un poco, que busquen ayuda, que en una semana se encontrarán mejor. Pero, al mismo tiempo, los gobiernos deberían ser los que se encargaran de proporcionarles esa ayuda. Tampoco hay campañas para prevenir el suicidio y eso se está llevando a la gente por delante. Más de 4000 personas cada año, es decir, 40.000 se han suicidado en los últimos diez años. Y no acabo de entender por qué los gobiernos nunca han mirado este tema con profundidad».

«Estoy trabajando en una serie documental sobre el suicidio en los adolescentes. Hasta ahora, las cadenas y plataformas tenían la teoría de que este tema echaba a la gente fuera. Afortunadamente, eso está cambiando. El mensaje de que se puede prevenir es fundamental».

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