Niños y salud Los dientes de leche esconden los traumas de la infancia

Una primavera de hace unos 250.000 años nació un pequeño neandertal en el sur de Francia. La criatura dejó de tomar el pecho a los dos años y medio, en otoño. Estuvo expuesto al plomo al menos dos veces en su vida y un invierno de su infancia pasó una enfermedad que le hizo perder peso. ¿Cómo podemos conocer estos detalles? Porque algunos de sus dientes fueron encontrados en un yacimiento arqueológico. Antropólogos y arqueólogos llevan décadas obteniendo una información muy valiosa a partir de restos dentales: sobre el clima, la dieta, enfermedades y otras adversidades sufridas...

Ahora, los científicos creen que no hay por qué restringir esta información a lo ocurrido hace miles de años. Erin Dunn, epidemióloga social y psiquiátrica en el Hospital General de Massachusetts, se ha propuesto comprobar si los dientes de leche caídos de forma natural pueden funcionar como un 'archivo' de hechos ocurridos en nuestra tierna infancia. O incluso antes.

La formación de los dientes comienza antes de nacer, entre la sexta y la octava semana de desarrollo. Capas de esmalte van acumulándose, dejando marcas cada 6 o 12 días, que forman una serie de anillos concéntricos similares a los del árbol al crecer. Esos aros funcionan como biomarcadores que podrían permitir conocer la existencia de traumas o adversidades en la infancia o en fase fetal: pobreza familiar, un suceso traumático, un desastre natural...

Todo deja huella en las capas de esmalte. Esto permitiría anticipar la aparición de enfermedades. Por ejemplo, hay un aro negro en las capas interiores del esmalte que tenemos todos. Se conoce como 'línea neonatal' y corresponde con nuestro primer episodio estresante: el parto. Se sabe que episodios traumáticos y estrés crónico pueden dejar marcas físicas en el cuerpo y el cerebro.

Si la violencia u otro trauma o dificultad (léase guerra o desastre natural) ha aparecido en la infancia, durante el desarrollo de la estructura cerebral, es fácil que los niños crezcan con problemas cognitivos o emocionales o una mayor propensión a padecer cáncer o enfermedades coronarias. Para la investigadora Erin Dunn resulta importante contar con un indicador objetivo que muestre problemas psiquiátricos padecidos en la infancia. Y lo ha encontrado en los dientes que decenas de voluntarios le envían. Son analizados por rayos X y tomografía axial antes de cortarlos en finas 'rebanadas' que permiten analizar los anillos de esmalte. Y buscar huellas de eventos traumáticos.

Un estudio de 2015 revelaba que los dientes actúan como repositorio de sustancias químicas a las que ha podido estar expuesto el feto.

En un artículo de 2016 se evaluaron las marcas químicas y estructurales en la dentadura de seis monos a los que se había separado temporalmente de sus madres siendo pequeños. Observaron líneas de estrés en ellos que coincidían con el momento en que habían sido apartados del grupo.

Erin Dunn analizó los dientes de 70 pequeños a los que se les habían caído de forma natural cuando tenían entre 5 y 7 años. Vieron que la línea neonatal, que se produce durante el parto, era mucho más gruesa en aquellos menores cuyas madres habían sufrido depresión, ansiedad y otras enfermedades psiquiátricas a partir de la semana 32 del embarazo.

Crecer en un barrio pobre deja una marca en los dientes también: se ha comprobado que la línea neonatal es más gruesa en aquellos menores crecidos en entornos desfavorecidos. Lo mismo se ha observado en la población de color en Estados Unidos.

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