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La salud mental de los adolescentes, en crisis

Cita con el orientador del cole

España es el país europeo con mayor prevalencia de trastornos mentales en niños y adolescentes, según el último informe de Unicef. Para saber qué está pasando, entramos en las aulas de la mano de los orientadores, el gran termómetro para detectar la huella emocional que la pandemia ha dejado en nuestros menores.

Por Raquel Peláez

Domingo, 23 de Enero 2022

Tiempo de lectura: 10 min

Que el orientador de nuestro colegio te hable sobre trastornos de salud mental, autolesiones o intentos de suicidio? Me temo que no te vamos a poder ayudar». Esta ha sido la contestación recurrente cuando se ha pedido información para realizar este reportaje. Lograr que los orientadores escolares hablen de la crisis de salud mental que atraviesan nuestros niños y adolescentes no es tarea fácil: «¿Dónde va a quedar la imagen del colegio?», alegan muchos de los directivos de los centros públicos, privados y concertados consultados.

Los orientadores son el gran termómetro de la estabilidad emocional de los escolares: detectan alteraciones y dan la voz de alarma, atienden a problemas de sociabilización, actúan frente las dificultades de aprendizaje, sirven de guía académica, orientan a los maestros… En definitiva, representan uno de los filtros más fiables para localizar y prevenir los problemas psicológicos de los menores. Pero, al llamarlos, la mayoría no disponía de autorización para contar lo que han podido ver desde el estallido de la pandemia. La precariedad a la que se enfrentan y la falta de recursos y protocolos para abordar algunos de esos problemas tienen mucho que ver con ese silencio…

Y, mientras, la sucesión de cifras se vuelve abrumadora: antes de empezar este curso, la Asociación Española de Pediatría ya alertaba de la situación. Según sus datos, se han duplicado los casos de urgencias psiquiátricas infantiles, los trastornos de conducta alimentaria, los casos de ansiedad, trastornos obsesivo-compulsivos, depresión, autolesiones e intentos de suicido en adolescentes. El último informe publicado por el Instituto Nacional de Estadística no es mucho más esperanzador: el suicidio es ya la principal causa de muerte no natural en las personas de entre 15 y 29 años.

«España es el país europeo donde los adolescentes sufren más problemas de salud mental, sobre todo ansiedad y depresión», explica la directora de Sensibilización y Políticas de Infancia de Unicef España, Carmen Molina. «El 20,8 por ciento de los jóvenes de entre 10 y 19 años sufre trastornos mentales, cinco puntos por encima de la media europea. Por eso tenemos que dejar de presentar estos temas como un tabú».

La figura del orientador se ha hecho más necesaria que nunca. En España hay un orientador por cada 800 alumnos, muy por debajo de la recomendación de la Unesco

Los expertos buscan explicaciones a esta crisis sanitaria y apuntan a la pandemia como una sacudida emocional que ha dado la vuelta a la vida de los menores. «Con la llegada de la COVID, en la clínica vimos un aumento de ansiedad y crisis de angustia en niños y se dispararon los casos de conducta autolítica (autolesiones)», cuenta José Ramón Gamo, director técnico de los Centros de Atención de la Diversidad Educativa (CADE). «También nos llamó la atención la cantidad de comentarios relacionados con el pensamiento suicida». El problema es que lo que comenzó con el confinamiento no ha bajado desde entonces: «Comprobamos que había una coincidencia entre lo que veíamos en la clínica y lo que estaba pasando en las aulas. Cuando hablamos con compañeros del ámbito educativo, profesores y orientadores, nos contaban que, cuando se recuperó la presencialidad, se siguieron manteniendo crisis de ansiedad entre los alumnos dentro del colegio con una frecuencia totalmente atípica».

«La pandemia ha dejado una huella emocional que tendrá consecuencias a largo plazo en niños y adolescentes. No podemos hacer como si no hubiera pasado nada y mirar hacia otro lado», asegura Sonia López Angulo, orientadora educativa en Cantabria y asesora de formación del CEP (Centro de Profesorado de Santander). «Los orientadores no podemos jugar a ser psicólogos clínicos porque los temas de salud mental se abordan en el servicio de salud infanto-juvenil, pero sí tenemos capacidad para identificar las situaciones de alarma y derivar». En líneas generales, la experta señala que, en estos últimos dos años casi, ella y sus compañeros han detectado mucha mayor apatía, desgana y tristeza entre los alumnos. «Las familias nos cuentan que en casa ocurre lo mismo: presentan cuadros de ansiedad, irascibilidad e ira sin recursos para gestionarlos, ya que los adultos también están sufriendo. Hay fatiga social y cada ola no ayuda en el camino, sino que genera más incertidumbre».

«La pandemia ha dejado una huella emocional que tendrá consecuencias en niños y adolescentes, no podemos mirar hacia otro lado»

Sonia López AnguloOrientadora educativa en Cantabria y asesora de formación del CEP

Por todas estas razones, la figura del orientador se ha hecho más necesaria que nunca. Sin embargo, desde el sector reclaman más recursos y hablan de precariedad. «En España, la media es de un orientador por cada 800 alumnos. Tendríamos que multiplicarlos por tres para acercarnos a la ratio recomendada por la Unesco, que es de 250 alumnos por orientador», explica la presidenta de la Confederación de Organizaciones de Psicopedagogía y Orientación en España, Ana Cobos. La buena noticia es que a partir de este año y, según la nueva ley de protección de la infancia, será obligatoria la figura del coordinador de bienestar y protección en todos los colegios. Un nuevo perfil que deberá estar en contacto con todo el personal del centro, desde maestros hasta cocineros, para detectar riesgos y que derivará los casos a las instituciones públicas en caso de ser necesario. «Algo muy importante porque la escuela es donde mejor se pueden revelar problemas emocionales, ya vengan de su relación con compañeros o con su familia en casa», asegura Carmen Molina. 

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Orientadores en el colegio Fuentelarreyna, en Madrid

Jesús Ramírez y Sergio Cook

Psicólogos educativos

'Comenzamos a ver chicas que se realizaban pequeños cortes el curso pasado'

Nada más empezar el curso en 2020, comencé a ver casos de alumnas que se realizaban pequeños cortes en los brazos. Eran casi siempre chicas de entre 13 y 16 años», apunta Sergio. Su compañero Jesús explica que las chicas suelen contar más lo que les pasa: «Incluso se cortan en sitios determinados para que tú lo veas. Con los chicos te enteras menos». Pero ¿por qué lo hacen?: «Muchas veces se trata de crisis de ansiedad puntual, pero hay que tener cuidado porque se les puede ir de las manos. Hubo un caso concreto, muy reiterativo, que acabamos derivando a los servicios de salud mental infanto-juvenil». Y continúa Jesús: «A raíz de este suceso empezaron a salir a la luz más problemas. Sobre todo muchísimo aumento de ansiedad y depresión, pero también trastornos de conducta alimentaria, adicción a los videojuegos, ausencia de sueño… Y todo eso ha provocado muchas conductas desafiantes con los padres y caída del rendimiento académico».

Jesús lleva trabajando 40 años y Sergio empezó en septiembre de 2020. Ambos son psicólogos educativos y orientan a alumnos de entre 3 y 18 años. «El peor caso que hemos visto le ocurrió a una compañera orientadora de otro centro –explica Sergio–. Una de sus alumnas de 17 años apareció con múltiples heridas en brazos y muñecas mientras repetía sin parar que se quería morir. El problema es que en los colegios tampoco tenemos un protocolo oficial para el tema de suicidios y autolesiones. Al final lo que hizo es montarse con ella en una ambulancia y llevarla al centro hospitalario cercano. Hicieron una evaluación y análisis y al final se quedó como que la alumna había tenido un momento caótico y que se le irá haciendo seguimiento. El problema es que el caso fue muy grave, pero la niña tiene que volver al instituto y el tema se puede complicar».  Jesús explica que la labor de los orientadores no es la de emitir diagnósticos: «Comunicamos la sospecha de que pasa algo, pero el diagnóstico como tal lo tiene que hacer un psicólogo clínico».

En cuanto a las adicciones tecnológicas, Jesús cuenta que han acudido a él varios chicos preocupados porque no les iba bien con sus estudios y, preguntando por sus horarios, había descubierto que dedicaban más de cuatro horas al día a los videojuegos: «Además de ese exceso, lo que nos asusta es que el anonimato que generan las redes sociales o los juegos on-line puede derivar en problemas como el grooming, es decir, adultos que se hacen pasar por menores para acosar a los niños». A lo que Sergio añade: «Los problemas empiezan cuando esas relaciones que se crean de manera virtual empiezan a tener impacto en la vida real».

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Coordinadora de Bienestar y Protección del British Council School

Chus Pérez Crespos

Licenciada en Psicología y doctorada en Psicología Evolutiva y de la Educación

'Los adolescentes sufren ahora una desvinculación brutal con la realidad justo cuando están construyendo su propia identidad'

«Veníamos de una situación de excesiva comodidad y eso lo hemos trasladado a los menores. La incertidumbre que ha provocado la pandemia ha puesto aún más de manifiesto la dificultad que tienen niños y adolescentes para lidiar con la frustración. Los que han construido andamios frágiles, en un momento de torbellino como este, se caen.

Ha subido la incidencia de autolesiones porque es una forma de liberar la ansiedad. Con esas heridas focalizas y generas defensas internas fisiológicas, liberas energía. Además, es adictivo. Quienes lo hacen dicen que, una vez que empiezas, lo necesitas porque tu organismo produce hormonas que generan bienestar una vez que lo has pasado.

Yo soy psicóloga y coordinadora de bienestar y protección. Mi trabajo consiste en detectar todas las situaciones que puedan suponer algún riesgo. A partir de este año, todos los colegios tendrán que contar con una figura como la mía. A mí recurren desde el profesor que nota que un alumno viene mal aseado al monitor de comedor que detecta una fobia a la comida o el encargado del patio que oye a un niño decir que en su casa sus padres discuten continuamente o aquellos que tienen problemas derivados de las redes sociales...

Hay mucho de soledad emocional en los adolescentes. En un momento tan convulso están viviendo una realidad virtual paralela donde se dicen cosas que jamás se dirían a la cara y donde se han creado una identidad ideal que no se corresponde con su vida real. El otro día me decía un alumno que nadie cuelga la pelea que ha tenido con su madre en Instagram por no recoger el cuarto. Todos suben fotos de ropa estupenda que se han comprado en los sitios maravillosos… Y esa desvinculación de la realidad está siendo brutal. Imagina la escisión tan fuerte que puede suponer para un adolescente que está construyendo su propia identidad. Los likes les dan un chute de adrenalina y el que no los tiene queda hundido»

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Orientadora del instituto Ría San Martín de Suances, en Cantabria

María Vitienes

Psicopedagoga y maestra

'Las redes sociales tuvieron una parte positiva durante el confinamiento, pero en este momento están llevándolos a la frustración y el aislamiento'

Este año y medio he visto un aumento de la ansiedad y el estrés. Trabajo con chicos de entre 12 y 16 años y ahora todo les genera angustia. Ven amenazas donde antes no las veían y somatizan este malestar con dolores de cabeza y de barriga, agresividad, aislamiento… Todo se lo llevan al terreno personal y realizan interpretaciones desajustadas de las situaciones que viven, lo que los lleva a tener problemas de relación con sus iguales.

También ha habido un aumento exponencial de los casos detectados de autolesiones. Alumnos que para descargar toda esa ansiedad y el daño emocional que estaban sufriendo encontraron como válvula de escape este tipo de conductas, con el riesgo que conllevan. La forma que cada chico o chica tiene de canalizar su malestar es distinta, pero en ocasiones 'copian' las conductas que ven en redes sociales o a su grupo de amigos, llegando a parecernos que fueran modas. En este momento, no podemos perder de vista que el problema realmente no es la autolesión, sino lo mal que lo tiene que estar pasando ese adolescente para llegar a provocársela.

Con respecto a las redes sociales, si bien tuvieron su parte positiva como medio para mantener el vínculo con amigos y familia, la parte negativa la estamos padeciendo ahora. Hay mayor adicción a la tecnología. Han sustituido las relaciones físicas con el grupo de amigos por la relación por el móvil o a través de otras pantallas. Su autoestima depende de los 'me gusta' que consiguen o de los retos que son capaces de cumplir. Pero esto está llevándolos a no sentirse a gusto con su imagen, a vivir pendientes de la opinión de los demás, a no cumplir sus expectativas, a la frustración y en muchas ocasiones al aislamiento, la tristeza y la depresión.

Soy maestra y psicopedagoga y lo que estoy observando es que las familias les están intentando evitar cualquier situación desagradable y no les dejan ser conscientes de que la vida tiene baches y se caerán, pero que lo importante es saber salir reforzados, sacar algo positivo de la adversidad. Debemos ofrecerles nuestra ayuda para salir del bache, pero no evitando siempre que caigan. La falta de resiliencia es cada vez más patente entre los adolescentes y es algo sobre lo que deberíamos trabajar».