La fiesta de la aldea

inés rey

AL SOL

15 ago 2017 . Actualizado a las 17:53 h.

Mis hijos, además de todos los dedos de manos y pies, que era una cosa que le preocupaba muchísimo a mi madre y se los contaba ya en las ecografías, tienen aldea. Todos los niños deberían tener aldea. La casa, los primos, los tíos de la aldea. Yo no la tuve, porque era más de asfalto que los semáforos, por eso me casé con un señor que tenía aldea. «No tiene pelo», me decía mi hermana. «Tu marido tampoco, pero el mío tiene aldea», zanjaba yo. Que eso le daba caché al matrimonio. Todos los años se hace la fiesta de la aldea, que es una bacanal de comida y bebida desde bien temprano hasta la madrugada, que ya les gustaría a los del Festival de Benicássim, con un partido de fútbol casados-solteros por el medio, para hacer hueco y poder seguir bebiendo. Dice mi suegra que la llevan haciendo 50 años y que antes duraba 48 horas, pero que ahora los jóvenes no aguantamos nada y cada año se le hace más corta. Lo más importante de la fiesta de la aldea es la comida y la bebida. Que no falte. Y que no sobre. Por eso empezamos a comer a la una de la tarde y terminamos a las cinco de la mañana, porque allí las raciones no se calculan por persona, sino por horas. Lo mismo pasa con la bebida. Que si primero un vermú, luego una cerveza, que si hay que comer con vino para que bajen los callos, que si viene tu cuñado con los mojitos para merendar. Como el embotellado es casero lo mismo rellenas el vaso con Mencía que con licor café, porque hay un momento en que ya no distingues. Y también tenemos pirotecnia, claro. Porque como es ilegal se disfruta más, aunque todos los años hay bronca. Que si va a venir la Guardia Civil, que si a los niños les da miedo, que si total son cuatro foguetes y no hay que ponerse así, que un día hay una desgracia, que este año no se pueden tirar porque los de la aldea vecina están de luto. Así se va calentando la cosa hasta que te despistas y ya están encendidos, los perros y los niños volviéndose locos. Que ni perímetro de seguridad ni leches. Lo mejor de la fiesta es que no hay vecinos, porque son todos familia y están allí, así que se pone la música a todo volumen. Todo termina abruptamente cuando a alguno le entra el sueño y corta la luz. Hasta el año que viene.