Soledad infinita

Lola Vázquez

AL SOL

07 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Mientras fregaba el cuarto de baño, se detuvo a acariciar el desconchado de la bañera. La había roto su hijo, de pequeño, una tarde de calor, cuando intentaba surfear olas imaginarias con el monopatín. ¡Menudo golpe!. Pobre..., murmuró. Y una sonrisa cómplice iluminó sus ojos verdes. Al igual que entonces, esa sensación paralizante de agosto en Madrid le deprimía. En los años 60, se había instalado en la capital, junto a su marido, en un piso modesto del extrarradio con suelo de terrazo. Atrás quedaban el pueblo, los vestidos de domingo, las sesiones de fotos para el padre emigrante en Brooklyn.

El piso había envejecido con ella. Apenas quedaba nadie del antiguo vecindario. El bullicio de la escalera se había ido apagando hasta desaparecer. Como su compañero y tantas amistades. Como sus hijos. Era la superviviente de un edificio naufragado al que llegaba gente nueva procedente de lugares lejanos. Hacía tiempo que había desistido de sustituir el odiado terrazo por el parqué.

Concluyó que su terrazo encerado daba un valioso frescor en verano. Tampoco pensaba cambiar la bañera, disimulaba el daño con una toalla del ajuar de boda. El dinero había escaseado para reformas. Gracias a sus malabares domésticos y a la costura, lograron para los hijos unos estudios encaminados a evitar una vida de estrecheces económicas y culturales. ¡Cuánto trabajo invisible! La chica no había querido acabar la carrera y se estableció en Londres. El niño del monopatín, ingeniero industrial, vivía en un chalé impecable con bañera de hidromasaje.

Los veía poco. Últimamente, menos. Por el coronavirus. El polvo se había ido depositando en la vivienda abarrotada como las canas en su cabeza. Sentía los deterioros domésticos como huesos propios apolillados. ¿Sin ella, adónde iría a parar todo aquello? Se repetía las mismas anécdotas y mantenía las cosas en el mismo lugar exacto. Para que no se le desvaneciera la memoria, para aferrarse al hilo conductor de su existencia. Se refrescó en el lavabo. Miró el desperfecto de la bañera y lo encontró más oxidado, más profundo.

Lola Vázquez. Documentalista. A Coruña.