Cojín

Francisco Vázquez

AL SOL

09 ago 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Te vi. No sé el porqué pero ese día la casualidad quiso que ante el semáforo en ámbar, en vez de acelerar, me diese por frenar y detenerme. Durante la espera, giré la cabeza y allí estabas, cuánto tiempo ¿verdad? Unos veinte años desde que terminamos el instituto. No había vuelto a saber de ti, como tampoco supe de otra gente con la que compartimos pupitre. Perdona, pero no recuerdo tu nombre, bueno, sé que te llamaban… vale, sí, que te llamábamos cojín. Llevabas un cojín a clase por no sé qué problemas de tu espalda o algo así, pero en plena efervescencia adolescente, tu cojín era pura munición para los malotes de clase, cuántas veces aparecía tirado por ahí o lo usaban como borrador de la pizarra o sabe Dios cuántas maldades le hicieron y te hicieron.

Reconozco que a veces me reía, mal hecho sí, pero me reía y peor aún, que ante humillaciones mayores me callaba, siendo, por qué no decirlo, cómplice con mi silencio, pero ahora te confieso que si lo hice fue por cobardía, por miedo a convertirme yo en el blanco de sus iras.

No me siento orgulloso de ello, sé que lo debiste de pasar mal y ni siquiera tuve el valor de preguntarte un simple cómo estás. Sí, allí estabas, en un banco, con la mirada perdida, vacía, las mejillas resecas y algo enrojecidas, con sobrepeso y una inquietante espuma blanca en la comisura de tus labios.

¿Cómo te ha tratado la vida? ¿Te afectó aquella época? Así, inmóvil, permaneciste todo el tiempo hasta que arranqué, toda una eternidad. Te continué viendo a través del retrovisor mientras te ibas convirtiendo en una persona cada vez más pequeñita hasta llegar a desaparecer.

Pero no, no desapareciste de mi cabeza y aunque no lo creas, nuestro fugaz encuentro me hizo replantearme ciertos aspectos de mi vida. Por ello, perdona por haber sido un idiota y gracias por abrirme los ojos y ayudarme a despojarme de todo el egoísmo que me estaba consumiendo.

Ha pasado el tiempo y no te he vuelto a ver. Paro cada día, me apetece preguntarte cómo estás, pero el banco sigue vacío. Espero que estés bien.

Francisco Vázquez. Funcionario. 43 años. Lugo.