Yo, la diosa del Amor, he sido olvidada tras la destrucción del templo. Aunque nací desnuda entre la espuma del mar, bajo mi férula han respirado los hombres y hasta las deidades. Pues lo que sugiero es orden que arrasa como un fatal viento, sin respeto a muros ni fronteras, a lógicas o a tronos.
Ahora me rodea maleza y cardo, un biombo de humus que, en mi esplendor, ni estorba ni insulta. Mis brazos ausentes se extendían hacia Adonis, que pronto volverá a mí, pues es mi eterno galán.
Como diosa de la fertilidad no os necesito, hombres negligentes, pues soy dueña de la Naturaleza que, a su vez, es vuestra Ama.
Aunque sea devorada por el estrago de los siglos, siempre tornaré, con las Estaciones, hijas mías. Y mi venganza será idéntica: volveros locos de ternura imposible, de pasión desnortada, de apetito insaciable.
Antía Montenegro. Pensionista. 86 años. A Coruña.