El libanés repartió falsetes, saltos, carreras y buen rollo ante un público totalmente enamorado con su propuesta
02 ago 2023 . Actualizado a las 18:03 h.Hay momentos en los que la música se convierte en una gragea de felicidad. Suena una canción y el oyente siente como la alegría se extiende por todo el cuerpo hasta pintar una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. Mika siempre lleva en el bolsillo una tableta de ellas. En directo las reparte, convenientemente dosificadas, para generar un estado de euforia al que resulta muy difícil resistirse. Ya lo había demostrado hace once años en el festival Noroeste Pop Rock. Ayer, inaugurando las fiestas de María Pita de A Coruña, lo volvió a certificar. Con artistas como él, las penas se evaporan y el bienestar lleva a la audiencia al gozo colectivo.
Empezó el libanés solo y con luz de día. Acompañado de un piano contó una pequeña historia —en castellano y gallego— y creó la expectativa de lo que iba a venir. «¿Estáis listos para amar hoy?», preguntó. Acto seguido, apareció vestido de lentejuelas cantando Love Today. En apenas dos minutos ya tenía al público disfrutando de su golosina musical. Mika saltó. Corrió de un lado a otro del escenario. Cantó en falsete. Braceó para contagiar a la audiencia. Y se mostró como todo un torbellino escénico capaz de aunar un repertorio notable con una actitud arrolladora.
Era solo el principio. Mika sabe que lo mejor de su bolsa de chuches se encuentra en las canciones de Life in Cartoon Motion (2007), el disco de debut que lo coronó desde el primer momento. Todos los singles de aquel se repartieron por un set-list inteligentemente planteado. Primero, con Big Girl (You're Beautiful), ya metido entre el público. Después, con Relax, Take It Easy, desafiando su capacidad aeróbica y el falsete. Y más tarde, con Lollipop, cuyo estribillo coreó el público. Entremedias, como un niño traste que no puede parar quieto, se metió por todos los rincones de la plaza y terminó enfocando a una de las viviendas, pidiendo a toda la familia que cantase Underwater ante los gestos de admiración de la gente que no daba crédito ante lo que veía.
En la recta final sonaron Happy Ending y la eterna Grace Kelly. En el bis, We Are Golden. Y ahí con una cabeza de tigre sobre la cabeza y el pecho al aire con una collar con la palabra bloom, Mika miraba sonriente a la plaza abarrotada consciente de que, una vez más, lo había logrado. Que sus grageas de colores —tantos como los de su vestuario— habían convertido aquello en un festín del buen rollo, de «bailar con quien no conoces», como decía él y de sublimación de un modo de afrontar la música luminoso, positivo y con efectos reconstituyentes. A Coruña fue un poco más feliz ayer que el lunes. Y los efectos secundarios aún se pueden percibir durante la jornada de hoy.