El obispo Sánchez Monge y la mar

CAPITÁN JOSÉ PINO OPINIÓN

A MARIÑA

19 may 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Conocí a Sánchez Monge con motivo de la confirmación de mi hijo en la parroquia de Santiago-San Francisco de Viveiro en 2005, recién tomada posesión de su diócesis. Al finalizar la misa compartió la mesa y charla con catequistas, niños, padres y familiares, saludando a todos uno a uno, me pareció una situación diferente, un obispo de amplia sonrisa y con una cercanía y trato que desconocíamos en los predecesores, besé su anillo como recordaba que me habían enseñado a obrar ante tal circunstancia pero que era nueva para mí, observé que era un anillo plateado, plano, modesto y sin ostentación ninguna. Pensé que efectivamente habían llegado nuevos tiempos para la Iglesia, al menos este hombre parecía decido a cambiar el paso.

Al año siguiente durante las Fiestas del Mar de Celeiro, cuando la Cofradía nos informa que somos los agraciados en el sorteo para llevar la Virgen del Carmen, nos avisan también que vendrá presidirla el señor obispo. Era la primera vez que un obispo embarcaba durante una Procesión Marítima. Para entonces conocía su procedencia palentina y me recordó lo que un día me dijo Fausto Galdo, «nunca clasifiques a alguien porque pueda ser de litoral o de interior, pregúntale si entiende de peixe», ya me imaginaba que no iba ser el caso. Tuvimos un tiempo excelente para navegar la ría, se bendijo la flota y cuando procedíamos al atraque al finalizar la Procesión, el obispo entró en el puente acompañado del alcalde Melchor Roel y de mi padre, el armador, a interesarse por el centro de mando de la unidad pesquera donde acababa de permanecer dos horas. Le pareció sumamente complejo y por supuesto aquello era un mundo completamente desconocido para él. Charlamos un rato y continuó en puerto con los actos eclesiásticos de lo que había sido su bautismo de mar.

Al cabo de un mes me llamó a Mondoñedo para explicarle la problemática del mar, vivíamos buenos momentos pero la falta de tripulantes, se interesó por la integración de los foráneos que venían a cubrir esas plazas, las diferentes artes, métodos y formas de trabajo, salarios y condiciones abordo. Necesitó muy poco tiempo para darse cuenta que en su pequeña y aislada diócesis del noroeste español, la pesca era un motor más que fundamental para su desarrollo. Cedeira, Cariño, Celeiro y Burela son los cuatro pilares que sustentan gran parte de la economía litoral de Mondoñedo-Ferrol.

A partir de este encuentro surgió una complicidad profesional-pastor que nos llevó a compartir grandes tertulias y encuentros tremendamente satisfactorios, donde yo le puse al corriente de los vaivenes del sector y D. Manuel de aclararme todas mis dudas en la fe, teníamos la suerte mutua de tener información de primera mano. Enseguida comprendió la relación de los gallegos en las tradiciones religiosas y la gran devoción de pescadores y marinos hacia la Virgen del Monte Carmelo y los distintos patronazgos de Cofradías y puertos pesqueros, así desde un primer momento participó activamente en actos donde nunca antes había presencia eclesiástica a tan alto nivel, desde Foz a Cariño y de Ribadeo a los actos castrenses del Arsenal ferrolano estuvo siempre presente donde fue requerido. Disfruta mostrando Viveiro a sus conocidos desde el Monte San Roque y aprovecha cuando le coincide la salida de un pesquero al Gran Sol, explicar la maniobra de poner proa a la pequeña capilla situada al final del puente romano y donde se venera el Santísimo Cristo del Ecce Homo de la Misericordia.

Vivió y sigue viviendo con amargura la crisis pesquera porque sabe que la pérdida de trabajos en la mar ataca directamente el centro de flotación de las economías familiares de la costa. Aprendió a vacilarme en la disputa cerrada y la pugna sana que mantenemos en la mar las flotas de Celeiro y Burela en busca de la mejor pesca, pero no dudo un ápice cuando se le ofreció la posibilidad de organizar la XXIV Asamblea del Apostolado del Mar a nivel nacional en su pequeña diócesis marítima en aceptarla y encargarle al eje Celeiro-Burela su organización, bajo la dirección del Delegado de la zona, el párroco de Cariño, Paco Gómez , lo que constituyó un éxito de reconocimiento nacional, por asistencia, atención, diversidad de actos y ensalzamiento de un sector totalmente vinculado a la Iglesia y su labor desinteresada reflejada en el «Stella Maris».

Le tocó a vivir a D. Manuel las desgracias desgarradoras de los inviernos cantábricos, algunos con un número de víctimas elevado, y año tras año como una sangría constante, la baja continua de hombres que entregan sus vidas a la lucha de un medio hostil y traicionero, para defender y sacar adelante a sus familias. Asistió siempre a las celebraciones conmovedoras de la pérdida de vidas humanas en la mar y al consuelo de familiares y amigos. Supuso un choque emocional para él comprobar como los gallegos vivimos con resignación un fin para el que no estamos preparados pero que vive en la realidad del pueblo pesquero, la muerte en la mar, en nuestra mar.

Le descubrí en su faceta humana cuando en una misa en Burela por las víctimas del Nuevo Amadorín donde murieron un padre, un hijo y un tripulante peruano, los presentes rompieron a aplaudir por que había aparecido en ese momento el tercer cadáver que permanecía desaparecido, no acertaba a comprender la situación pero comprobó la importancia que supone para los gallegos y nuestra idiosincrasia la presencia del cuerpo en el camposanto donde acudir a rezar o depositar flores, evitando implorar mirando al horizonte.

Su faceta religiosa me dejó perplejo, durante una homilía en la Virgen de Fátima de Bravos, unos días antes había sido profanado el sagrario, la dificultad de hablar con un nudo en la garganta y las lágrimas que acudían a sus ojos, comprendí que efectivamente la religiosidad y creencia de los elegidos va más allá de donde llegaba hasta ese día mi entendimiento.

Ahora, después de diez años al frente del timón de las tierras de la Britonia que a menudo canta y loa el amigo Pablo Mosquera, llega su partida hacia Santander, es seguro su preparación pesquera hacia unas tierras que lo son, tierras de descubridores por mar, no le cogerán por sorpresa, cuando tenga que asistir a la Foliada de San Vicente de la Barquera, a Santoña, Colindres o Laredo ya sabe lo que es el trabajo del cerco y las campañas de la antxoa o el bonito. Este seguidor de Cristo descubrió en A Mariña lo que sus antecesores los hijos del Zebedeo habían sentido al dejar sus redes y la barca de su padre para seguir una labor evangelizadora, y descubrir a aquellas gentes del mar, pescadores aguerridos que sentados al lado del Tiveríades esperaban las enseñanzas del Maestro desde la barca. No le voy a desear buena proa porque sé que hace tiempo que navega a buen rumbo y con el piloto automático activado hacia un fin trazado por el Creador, pero si desearle toda la salud del mundo para seguir ejerciendo su labor. Recuerde D. Manuel, Santander es tierra del cartógrafo Juan de la Cosa, quien para tripular sus barcos sólo quería gallegos, gentes de la triple P, capaces de ejercer trabajos penosos, peligrosos y prolongados con todo el orgullo y sabiduría del mundo. Y recordar lo que un día me dijo el alcalde Melchor Roel (q.e.p.d.) antes de entrar en la Iglesia de Celeiro durante una fiestas patronales, «ya sabes que yo no soy de misa, yo soy de Don Manuel».