Durante mi estancia en Euskadi participando en tareas de Gobierno, pude constatar que las ferias en la Capital de España, eran una cita con enorme tirón social, cultural o económico y servían para «vender país» dentro del modelo económico dónde el sector servicios tenía tres espacios crecientes: deporte, comercio, viajes.
Fui un habitual de: Arco, Pasarela Cibeles y Fitur. La moda, me enseñó, a través de amigos como Modesto Lomba- mitad gallego, mitad alavés- que además de capacidad creativa, promueve un ingente espacio económico- en Italia, mayor influencia en el PIB, que la industria del automóvil- La cultura, hasta en sus manifestaciones del arte contemporáneo, no sólo mueve la sensibilidad del ciudadano, es que desarrolla un ingente mercado de transacciones. Y, lo que en su día denominamos, sociedad del ocio, se ha convertido en la búsqueda de espacios naturales, con monumentos, museos, historia, artesanos y arquitectura, que sorprenden, emocionan o son bálsamo de Fierabrás para el stress del urbanita.
Recién he compartido con mis compañeros del Seminario Estudos Terra de Viveiro, la obra de Arturo Farinelli, -1898- «Apuntes sobre viajes y viajeros por España y Portugal», un gran libro en el que se repasa la capacidad infinita para descubrir y luego contar lo que se disfruta viajando por un país -el nuestro- del que el autor llega a señalar «permite un viaje original, sin moverse de propio país». Si añadimos la coyuntura, por obra y desgracia del terrorismo que azota a paraísos para la cultura y el viaje, nuestra vieja Hispania se convierte en lugar competente para recibir al caminante procedente de Europa, Asia y América.
Y dentro del territorio Hispano, Galicia y nuestra Britonia. Como dijo Cunqueiro, «resulta difícil hacerle una foto a un gallego, sin que detrás no salga el Románico». O ese fenómeno que hoy compite con el Camino a la Ciudad Santa de Occidente; me refiero al arenal «Auguas Santas» en Ribadeo.
«Ven y cuéntalo»
Pero el mundo de los viajes necesita de una colaboración inmediata entre poderes públicos y sociedad civil. No sólo porque la democracia requiere de la participación ciudadana más allá del voto. Es que el movimiento asociativo cultural que está enormemente desarrollado y maduro en nuestro norte Cantábrico, puede y debe, aportar creatividad, información, profesionalidad intelectual y presencia, para que nuestros rincones con su maravilloso patrimonio histórico, cultural y ecológico, se conviertan, no sólo en la sorpresa del viajero, también en el núcleo intangible de una oferta turística emocionante, esta vez sí que en eficiente slogan de «ven y cuéntalo».