Buscando entre boticas

Pablo Mosquera
Pablo Mosquera OPINIÓN

A MARIÑA

07 ene 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Confieso que comienzo 2017, como Antonio Reigosa -amigo y cronista en la capital Mindoniense- repasando el legado de Cunqueiro, para nosotros, elíxir, de esa facultad humana, la imaginación, poderosa y necesaria que nos permite volar sobre una realidad mediocre y zafia.

Uno de los libros -regalo de un maravilloso pasado- rico en contenidos capaces para curar las dolencias del espíritu, inquieto y disconforme, lleva por título «Tertulia de Boticas Prodigiosas» editado en 1976 y firmado por Álvaro Cunqueiro, hasta el ejemplar 500 -el mío lleva el 428-. Me detengo ante la «Botica Real de Tara», dónde se reunían los reyes de Irlanda; cada uno con su lluvia preferida y con su viento.

Fue allá dónde se practicaban las manipulaciones palingenésicas. Capaces de resucitar, como planta viva, a las cenizas de una salutífera quemada hacía siglos, y así poderla suministrar a quien se le recetara. De ahí la orden de los palingenésicos gaélicos, que descubren el país de la eterna primavera, o la isla con la fuente para la juventud eterna.

A tales sabios debió corresponder el hallazgo de los tres grandes y famosos diamantes: El Regente de Francia, procedente de las minas de Petual, en la India del siglo XVIII; engarzado en la corona de Francia, guardado en el Museo del Louvre.

La vacante de Cervo en 1924

El Konhihor -montaña de luz-, célebre en el siglo XVI, que luego perteneció al Rey Lahore, a quien se lo arrebatan los ingleses para ofrecérselo a la Reina Victoria. El Oloffz, procedente del templo del Dios Brahama, dónde era uno de los ojos del ídolo «Seringham». De tal pieza cuentan que, un soldado francés de la División Dupleix, llegó a convertirse al budismo para acercarse y apoderarse de la hermosa piedra. Lo consiguió, pero le asustó un ruido imprevisto, lo que le impide hacerse con otro diamante que ocupaba la otra cuenca oftálmica. En Madras, vende su tesoro por 75.000 francos a un oficial inglés. Así va de mano en mano, hasta llegar al príncipe ruso Orloff, que lo adquiere por 3.250.000 francos, para la emperatriz Catalina de Rusia.

Cuando en 1924, la Alcaldía de Cervo declara y convoca la vacante para la plaza de farmacéutico titular, lo de menos son las 888 pesetas con la que está dotada, lo interesante era aquella oportunidad de acceder a los papeles propios de la rebotica, dónde podrán encontrarse fórmulas magistrales, o tarros en cerámica de Sargadelos para: opio, mirra, menta o glicerina, pues, a buen seguro que, podía haber algún pergamino propio de aquellas tertulias semi clandestinas en las que se atesoran conocimientos de toda índole, como los que descubrió Álvaro Cunqueiro en tal lugar del establecimiento paterno en la ciudad mágica de Mondoñedo.