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Son las palabras de Oli, uno de los peregrinos que hicieron noche en Ribadeo
20 jul 2017 . Actualizado a las 05:00 h.A escasos metros del fotogénico lugar de O Cargadoiro, en Ribadeo, se encuentra el Albergue de Peregrinos de dicha localidad. Es uno de los que se cruzan los muchos aventureros que siguen el Camiño do Norte como ruta; y uno de los tres, junto al de Lourenzá y al de Gontán, que se sitúan en A Mariña.
«Ropa vieja y una mochila pequeña son los mejores compañeros de viaje», afirma Mario, uno de los dos andaluces que intentaron hace días hacer noche en este albergue. Intentaron, sí, porque la limitada capacidad (12 literas) de las instalaciones los obligó a buscarse otro lugar donde dormir. Él y su amigo Manolo decidieron a organizar este viaje junto a otros tres compañeros. «Una forma de despedirse, ya que cada uno hará ahora cosas diferentes», nos dice Manolo. Este ha sido su último año estudiando juntos.
Gijón fue su punto de partida. Y Ribadeo el destino. La tendinitis que sufren les obliga a coger el coche para hacer su última parada antes de despedirse de Galicia: el Festival del Mundo Celta de Ortigueira. «¿Cómo se evitan las lesiones?», le preguntan a Oli, la voz de la veteranía. Un ourensano que ya hace por tercera vez el Camino de Santiago. Entre sus rutas ya tachadas, la de la Plata, desde Sevilla, que es curiosamente la ciudad de procedencia de Manolo. Les responde que son inevitables. Caridad, otra veterana, también coincide.
Esta vez, ella ha escogido caminar a la orilla del Cantábrico. Entre sus otras odiseas están el Camino Francés y también el Aragonés. La experiencia, fiel compañera, le brinda la delantera en los consejos. «Generalmente, en las parroquias, tienen el deber de dejarte dormir en la iglesia, si los albergues tienen el cupo cubierto», dice, descubriendo un nuevo dato para los dos veinteañeros que la miran con cara de asombro. «He tenido que dormir entre literas, en el suelo o en iglesias. Todo vale», añade.
El Camino es duro, pero también una experiencia inigualable. «Lo que se vive en el Camino no se puede explicar, y la mezcla de culturas es maravillosa. No te puedes hacer una idea si no lo vives», dice el ourensano. Solo hay que hacer una visita al Albergue de Ribadeo.
Mientras la conversación fluye, entre risas, en la rampa exterior, el comedor está ocupado por Fie y Jonathan, de Dinamarca y Austria, respectivamente. Esta pareja explica que nunca se podrían esperar tanta amabilidad de la gente. «Hay personas que ven que eres extranjero y que te estás equivocando de camino, y te indican por donde ir sin tú decirles nada», dice Fie.
A nuestro lado, Victoria paga los 6 euros que se les exige por noche para quedarse en el albergue. Esta alemana ha decidido caminar sola. Pero no tendrá problema en hacer amigos. «Al final, coincides con la gente en varias etapas», nos cuenta Oli.
Y todos se ríen. Ya no es la primera vez que ellos mismos se encuentran.