El miércoles próximo se celebra, como bien saben, la festividad de San Lucas, evangelista de gran altura literaria -y al parecer médico de profesión- por el que Servidor de Ustedes siente una gran simpatía, entre otras mil razones porque de él se dice que llegó a conocer, junto a San Pablo, a la Virgen María, que fue quien le relató cómo había sido la infancia de Jesús. Y coincidiendo con esta festividad Mondoñedo, ciudad hermana de Ferrol -con la que comparte, entre otras muchas cosas, la capitalidad de la diócesis, y por lo tanto también la de de esta Galicia do Norte que es como una Última Bretaña-, celebra el Día Grande das San Lucas, antiquísimas ferias, mayormente de caballos, en las que el cielo, convertido en una magia que es a la vez llovizna y niebla, se acerca de forma extraordinaria a la tierra, abrazándola y haciendo posible que todos los mundos -el de lo soñado, el de los recuerdos, el que habitamos, el de cuanto está escrito y el del inmenso misterio que nos rodea- sean un solo mundo por una vez. Desde hace muchos años siempre vuelvo a Mondoñedo el Día Grande das San Lucas. No falto nunca. Por lo general viajo hasta allí en carne y hueso, pero si alguna vez no me es posible hacerlo así, de esta manera, voy con el corazón. Soy muy amigo de los caballos; en especial, de esos nobles y humildes caballos del monte, de mil colores, en cuyos ojos anida una luz que viene del fondo de las edades. Ojalá nos veamos todos allí.
* R. L., periodista y escritor.