Septiembre en A Mariña, ¿y ahora qué?

F.A. RIBADEO / LA VOZ

A MARIÑA

PEPA LOSADA

27 ago 2023 . Actualizado a las 16:25 h.

Amanece el domingo 27 de agosto en remojo, como un lastimero prólogo de lo que se avecina, como una invitación para recapitular las historias que fueron y las que pudieron ser y no lo fueron, la aburrida letanía de las oportunidades ganadas y perdidas. Entre el café y el vermú del último verano (la estación acaba hoy, que no le engañen, no el 23 de septiembre, en este domingo tristón con el sol empeñado en abrir un jirón entre las nubes pasa asomarse), los minutos caen doblando ropa y haciendo las maletas. Es un domingo avieso, cruel como pocos, que hace volar a la infancia, a aquellos veranos de tardes eternas en la playa, de espaldas escarapeladas por el sol, cuando la inocencia nos hacía pensar que el tiempo nunca se quemaría... aunque había pasado San Lourenzo, cuando los veraneantes comenzaban a irse, como se había ido aquel amor de verano sembrando dudas y enturbiando la conciencia en el paraíso que todo niño empieza a perder. Ahora el verano dura más, por el imperio de ir siempre un poco más allá, siempre un poco más, nunca es bastante. ¿Le suena? En Foz ya no acaba con el San Lourenzo, ahora se estira hasta la Festa Normanda. En Viveiro el pulso lo marca Naseiro. En Lourenzá el Conde Santo. En Ribadeo es donde siempre más han aprovechado, hasta Os Fogos do Sete. Como en Ferreira, con sus patronales. Y en Barreiros llegarán en unos días las fiestas de San Cosme y San Miguel, con los alumnos ya en los pupitres. Y ahí sí. Ahí pasaremos definitivamente la hoja del calendario de otro verano que se fue.

A Mariña recuperará su pulso, los políticos de turno volverán a acaparar los titulares de prensa, la economía se contraerá en su caparazón de tortuga y volveremos a vivir lo de siempre y como siempre, regresando a nuestros milagros y mezquinas miserias cotidianas. Alguno volverá a calzarse los tenis, cruzar el puente de los Santos, llegar a la playa de Arnao (cada uno tiene su Arnao particular), mirar a Illa Pancha, las cuatro lanchas que se acunan como un suspiro sobre el mar y agradecer la suerte que tiene de vivir aquí, la suerte que a estas horas se le escurre entre los dedos a tantos visitantes que despiertan de su sueño para volver a su realidad. Buen viaje.