Agur Jaunak Ibarrola
17 nov 2023 . Actualizado a las 12:12 h.Tengo el honor de haber sido su amigo. Tuve el privilegio de traerle a nuestra Mariña. Tengo en mi recuerdo sin propósito de enmiendas haberle defendido físicamente en las calles de Donosti y en el Parlamento Vasco.
Fui quien glosó su historial en Avilés cuando le concedieron La Lámpara por sus dedicaciones a la cultura marina. Pero hoy siento no poder estar al lado de Mari Luz y de sus hijos Irrintzi y José en las proximidades del mágico Bosque de Oma.
La foto que acompaña este artículo de despedida está tomada desde La Atalaya. Dos Aventados y dos luchadores por la libertad, ambos militantes del viejo y PC. Más tarde en Sargadelos con Camilo Díaz recordaba Agustín como en los tiempos de la oprobiosa Díaz Pardo le había dado refugio en su casa de ese maravilloso Valle de Cervo tan próximo a Sargadelos, donde recordó a su compañero de lucha Luís Seoane, delante del mural cuya interpretación coincidía con la mía. Se trata de una alusión al guerrero que aparece en los Denarios Ibéricos. Y es que Ibáñez fue un guerrero de la ilustración y contra la reacción de señores y clérigos feudales que convocaron aquella asonada -primera huelga revolucionaria de 1798-.
Me regaló muchas obras suyas. Si tengo que elegir alguna especialmente cargada de simbolismo: esos humanoides que hombro con hombro levantan una pancarta con el grito más progresista que existe. ¡Libertad!.
Recorrió los estudios de Xoan Guerreiro en Xove y Kike Guerra en el Puerto de Arriba de San Ciprián. Pero con el que estaba encantado fue con nuestro inolvidable Alberto Pillado, miembro de una familia que puso proa a la dictadura y que como el mismo sufrió cárcel y hambre. Marica Campos era una compañera que vendía sus ilustraciones para hacerle llegar el necesario dinero a su familia.
Tuvo que refugiarse de los secuaces "patriotas vascos" que llegaron a decirme que Agustín era un fascista, por ser miembro fundador del Foro de Ermua al que dedicó como logotipo un faro, esa luz que buscábamos entre las tinieblas del terrorismo que nos tenía en sus listas acusados de ser enemigos del pueblo vasco (?).
La última vez que le vi fue con motivo de una hermosa exposición en la que usando papel de periódicos hizo una escultura alegatoria de las caras del terror. Me contaba en su caserío en la Guipúzcoa cercana al Cantábrico sus experiencias como artista, su intención de poner una chiribita con el nombre de cada una de las víctimas de ETA en un monumento memorial en la ciudad de Vitoria, como así se hizo.
Tengo mi casa llena de recuerdos suyos. Hoy me acercaré a la Atalaya y en presencia del faro procederé a leer un poema de nuestro otro amigo Vidal de Nicolás, que me enseñó cómo sin libertad no merece la pena vivir y como por la libertad merece la pena morir.
* Pablo Mosquera, ex parlamentario vasco. Ex director gerente del Hospital da Costa.