Miguel Cabanela, mindoniense y uno de los mejores cirujanos del mundo: «Lo que más me enorgullece es la relación personal que tenía con mis pacientes»

Yolanda García Ramos
yolanda garcía MONDOÑEDO / LA VOZ

A MARIÑA

CEDIDA

Operó al Rey Emérito de la cadera, un episodio que no olvida pero más por la repercusión mediática que tuvo: «Pasé nervios antes pero al entrar y hacer la incisión, él era un enfermo más»

02 feb 2025 . Actualizado a las 22:03 h.

«Puede hablar en gallego, que lo entiendo todo», me sugiere el médico Miguel Cabanela (Mondoñedo, 1942) desde Florida al comenzar la llamada por WhatsApp. En Estados Unidos son las diez de la mañana. En España las cuatro de la tarde. Fillo Predilecto de Mondoñedo desde 2002 y Gallego del Año en 2014, entre muchos reconocimientos del prestigioso cirujano, arranca con una pregunta curiosa, sonriendo como lo hará varias veces en una conversación intercontinental a la que sólo le falta un café por medio: «¿A qué se debe esta entrevista? Porque yo ahora no tengo interés. He perdido vigencia, como quien dice... ¿Quien no la pierde a los 82 años? Hace 15 años que dejé el trabajo en la Clínica Mayo pero seguí operando porque tenía un programa en Vietnam, ayudando durante cinco años más, pasando temporadas allí. Luego, los riñones empezaron a darme la lata. No se sabe exactamente por qué, el caso es que necesité un trasplante y mi mujer me dio el riñón». Cita a Rosa Mary, que está dando un paseo por la playa en ese momento.

_En 2016 ya ella protagonizaba este titular en otra entrevista que le hicimos: 'Mi mujer hace el mejor caldo del mundo'

_Rosa Mary sigue haciendo el caldo. Cuando estamos en Minnesota, una vez por semana. Como somos dos, nos dura varios días. No le es difícil conseguir los grelos. ¡Hay grelos, sí!. Turnip se llaman. No es exactamente la misma verdura que la gallega, pero bueno... Dan el pego. ¡El caldo sale buenísimo! ¿Sabe una cosa? Me gusta mucho la porrusalda porque ella la hace... ¡de miedo!

_¿Y las empanadas? ¿O se las trae de Mondoñedo a Estados Unidos, si puede?

_Hizo una vez. En Mondoñedo muchas y de aquel horno salían buenísimas. Aquí no se pueden traer empanadas. Se quedarían en la aduana.

_Lleva más de 60 años viviendo en Estados Unidos. ¿Cómo ha asumido la presidencia de Donald Trump, nada más empezar con medidas en la mesa muy controvertidas?

_Estamos en una situación crítica. Yo no sé lo que va a pasar en este país. Creo que lo que pueda presumir que va a pasar, es un misterio... Lo que me parece todavía increíble es que ocho años después este país haya votado en mayoría por este hombre. No lo acabo de comprender. De hecho, es muy complicado. Si me marcharía, si me iría a España, porque tengo la doble nacionalidad... Es muy complicado para sacar las cosas de aquí y ahora. Más vale esperar y que sobrevivamos los cuatro años, porque ciertamente no va a salir otra vez. No puede, a no ser que cambie la Constitución.

«Estamos en una situación crítica en Estados Unidos con Donald Trump. Yo no sé lo que va a pasar en este país. Creo que lo que pueda presumir que va a pasar, es un misterio»

_Usted está considerado como uno de los cirujanos ortopédicos más importantes del mundo. ¿Cómo tiene de las caderas Miguel Cabanela?

_Tengo las dos caderas prístinas. Están como el primer día. Problemas músculo-esqueléticos tengo pocos, pero tengo uno muy gordo: mi columna está mal, pues tengo una estenosis espinal que no me deja caminar más de una milla. Un kilómetro y medio es mi límite, porque después me empiezan a doler las piernas y tengo que pararme.

La operación al Rey Emérito hace más de diez años

_Parece inevitable volver a preguntarle, por enésima vez seguramente para usted, sobre la operación que hizo al ahora Rey Emérito. Era septiembre de 2013.

_Fue un período muy corto y muy excitante. Llegó, sucedió y pasó. Pero todavía no entiendo la barbaridad temática que organizaron los periodistas y el público en general. Recuerdo que un día, cuando estaba en Madrid, me llevaron a cenar, había mucho tráfico y un guardia urbano metió la cabeza en nuestro coche y nos dejó pasar, haciendo cortar casi la circulación para que pasásemos nosotros.

_¿Qué le dijo Don Juan Carlos cuando salió de la anestesia?

_Eso ya entra en la privacidad de la relación médico-paciente. El caso es que de la cadera está bien. Y punto. No me sentí diferente en esa operación. Pasé nervios antes pero en el momento de entrar y de hacer la incisión, él era un enfermo más.

«No me sentí diferente en esa operación. Pasé nervios antes pero en el momento de entrar y de hacer la incisión, él era un enfermo más»

_¿Qué le enorgullece de la carrera profesional que ejerció, en referencia al valor de la práctica médica que más realzaría en su caso? 

_Lo que más me enorgullece, aunque ya no existe eso tanto hoy, es la relación íntima que tenía con mis enfermos locales. El 90% de los pacientes que trata la Clínica Mayo son de Minessota y de los cuatro estados que la rodean: North Dakota, South Dakota, Wisconsin y Iowa. De esos estados vienen la mayoría de nuestros pacientes. Luego hay otros de Nueva York, Los Ángeles y del extranjero, pero son minoría. La mayoría de los locales, de los cinco estados alrededor que son estados agrícolas, son granjeros, gente llana, en general muy buena, gente sencilla con la que da gusto hablar. Lo que recuerdo con más orgullo es que conocía la vida personal de mis pacientes. Para mí lo importante es la relación: saber de cada enfermo no tanto que su cadera estuviese mal o cuál fuese su problema ortopédico, sino de su familia, de su vida. Y eso los pacientes lo notan.

_En Galicia, ahora menos, pero antes era común agradecer la atención de un médico o con productos de la aldea. Recuerdo uno cercano que trabajó en A Mariña que recibió un día una gallina viva. ¿A usted le ocurrió algo similar?

_Sí, una vez me regalaron un conejo vivo. Lo metimos en una caja, en una habitación, porque no sabíamos qué hacer con él. Recuerdo que mis hijos iban y le decían 'buenas noches, don conejo' [ríe] y después me lo llevé al hospital, porque allí lo podían matar, claro. O sea que algunos enfermos, un día, comieron conejo. La gente es igual de generosa en todas partes.

SANDRA ALONSO

Sus libros favoritos de Cunqueiro, de quien era sobrino y ahijado

Como ahijado de Cunqueiro, guarda excelentes recuerdos de la etapa en la que compartió vida personal con el mindoniense universal: «Soy sobrino y ahijado de Cunqueiro. Tengo muchos recuerdos de él pero los que más me influyeron fue de una época en que Álvaro vivía en Mondoñedo y su hijo César y yo, que nos criamos juntos. Siempre, a las cuatro de la tarde en punto, íbamos a dar un paseo con él. ¡Las cosas que nos contaba...! Era algo que vale la pena vivir para oirlo. Yo tengo toda su obra. Completa. Tengo todo. El libro que más me gusta, que creo que he leído en inglés y, claro, en español y en gallego, es As crónicas de Sochantre. Es una maravilla. Todos me gustaban, también Escola de Menciñeiros me encantaba».

_Viviendo desde hace tantas décadas en Estados Unidos, ¿ha podido encontrar su obra en inglés fácilmente o no?

_Poco hay aquí de Cunqueiro en inglés. Merlín e Familia es lo único que se encuentra ahora. Hay una universidad en Tejas donde un alumno hizo una tesis doctoral sobre Cunqueiro. Tiene sus publicaciones y me parece que tiene Merlín e familia y algún otro libro traducido y publicado. Yo creo que a Cunqueiro hay que leerlo en gallego o en español. No se presta a traducción.

«Poco hay aquí de Cunqueiro en inglés. Merlín e Familia es lo único que se encuentra ahora»

_¿Volverá a Galicia, señor Cabanela, para asentarse definitivamente?

_No me planteo volver a Mondoñedo, porque ya he pasado mucho más tiempo de mi vida aquí, cerca de 62 años y tengo 82. Para la mayoría de mi vida, a pesar de que conservo mi acento, yo soy más americano que español, me siento más americano que español. Aunque sigo queriendo tanto a Galicia y a mi pueblo... De hecho estoy organizando una visita a Galicia, que incluirá Mondoñedo por supuesto, para cuatro parejas y nosotros, en total diez personas. Será con mis cuatro mejores compañeros en los últimos 20 años; uno de ellos es colombiano, fue mi discípulo y ahora trabaja en la clínica. El empuje final para realizar este viaje es de dos de ellos, que son americanos. 'Queremos ir a Galicia contigo antes de que te mueras' me dijeron [ríe]. Estoy empezando a organizarlo y quieren ir el año que viene. Cuando vuelva a Rochester la semana que viene voy a hacer una reunión con todos y preguntar qué mes prefieren. Quiero enseñarles las Rías Altas y las Rías Bajas y junio es el mes ideal, también para cirujanos en activo porque en ese mes no tienen meetings o reuniones académicas.