El último bonitero que regresó a puerto en la galerna del 61: el Avante

A MARIÑA

«Cipriano, gran patrón y muy izquierdista, gobernaba desde el puente al tiempo que rezaba el rosario»

10 mar 2025 . Actualizado a las 14:05 h.

Mi generación y las anteriores -padres y abuelos- que hemos conocido eran obedientes fieles católicos. Nadie, que yo recuerde, discutía poniendo en duda la autoridad del párroco, aquel hombre que habitaba la rectoral y como ministro eclesiástico administraba los sacramentos con el poder otorgado por el Obispado -Jacinto Argaya Goicoechea desde 1957 a 1968-. Santa María de Lieiro todavía figura en nuestros DNI como lugar galaico de residencia.

Tal referencia y desde el siglo XIX era una de las 375 que obedecían al prelado episcopal con sede en la inmortal Mondoñedo y desde donde realizaba aquellas visitas pastorales que congregaban en torno a la iglesia parroquial por separado mujeres y hombres con sus mejores galas a modo de sumisión cristiana; Fernando Quiroga Palacios fue Obispo de Mondoñedo entre 1945 y 1949; de ahí a Compostela, donde el cardenal está enterrado en la parte posterior del Pórtico de la Gloria (1971).

El cura párroco era gestor del culto, vigilante para las costumbres tanto públicas como privadas, sujeto presente en todos los acontecimientos sociales, desde la botadura de un barco hasta la tradicional procesión con misa mayor el día de la fiesta patronal. Su poder de convocatoria se medía por la presencia mayoritaria vecinal a los actos del culto católico.

Mi puerto cuenta con cinco templos. Dos son privados. Uno fue hospital para peregrinos a San Andrés de Teixido. Otro, el fundacional que cristianizó el culto pagano de los Druidas Celtas en el Castro Marino sito en la isla más al norte.

El temor a la mar y sus veleidades se disolvía en la devoción a la patrona del Carmelo. Los inviernos duros y preñados con la dureza del clima azotando viviendas dónde el hogar giraba en torno al fuego de leña en las cocinas, que tenían como santo protector la hornacina de San Antonio. Cada momento inspiraba una plegaria y cada enfermedad un milagro con vela o exvoto a la virgen.

Hasta los más duros hombres curtidos por las costeras y las mareas se les veía inclinar la cabeza ante los símbolos del poder de la misteriosa trinidad. El catecismo era asignatura más que obligatoria para los escolares. La Semana Santa y aquellas misiones protagonizadas por Franciscanos y Dominicos un tiempo para la reflexión sobre el estado del alma.

Una de las mejores anécdotas sobre el particular tuvo lugar con motivo de la galerna en julio de 1961. El último bonitero que regresó al puerto de San Ciprián fue el Avante. Pequeño cascarón de madera perteneciente a la familia Iglesias con residencia entre Lugo y San Ciprián. Los patrones eran Cipriano Ponte y Regino Díaz. Contaba este último, hombre curtido y fuerte como un roble, que las habían pasado tan mal como para que Cipriano -considerado gran patrón de cabotaje y de ideología muy izquierdista- gobernaba desde el puente y al mismo tiempo rezaba el rosario. Nadie daba crédito a la versión de Regino. Hubo quién además puso el dedo en la yaga, ¿cómo era posible tal devoción si además Cipriano no se sabía los misterios propios del rito? La respuesta de Regino fue inmediata, ¡nada importaba, él se los iba inventando entre ave-marías!

Hoy apenas se notan las visitas pastorales del Obispado. Y las fiestas del calendario religioso -El Carmen, San Andrés, San Ciprián- han dado paso al poder de convocatoria de los festivales o fenómenos socio culturales como A Maruxaina. (En la imagen, la tripulación del Avante).