Una mindoniense de 13 años violada y prostituida y otras mujeres maltratadas

Martín Fernández

MONDOÑEDO

CEDIDA

05 mar 2023 . Actualizado a las 08:12 h.

Asistimos a una revolución. Sin armas, pero tal vez más trascendente que con ellas. Un cambio de valores y de modos de ser, sentir y andar. Una revolución feminista que implica nuevos e innovadores roles en mujeres y hombres. Y que provoca, a la vez, una mudanza de las diversas maneras de ser hombre. Se acabó la guaracha del macho Camacho. Pero, hasta llegar aquí, muchas mujeres quedaron por el camino, fueron víctimas, sufrieron abusos, dolor, olvido. Decía Borges que «somos nuestra memoria, un montón de espejos rotos». Estos son algunos de los cristales reventados de A Mariña, pinceladas de perdedoras, restos de un aciago naufragio.

Bajo el irónico titulo de «Una familia bien aprovechada», La Voz de Galicia publicaba el 27 de abril de 1893 el caso de una niña de 13 años, Dionisia Virosta Fernández, de Mondoñedo, que se fugara de su casa hacia A Coruña. Su madre, Luisa Fernández, se había presentado ante el gobernador, señor Moncada, para que dictase orden de busca y captura, como así hizo. Pero, aunque la policía la buscó, no pudo averiguar su paradero y la madre hubo de regresar a Mondoñedo sin saber nada de ella. Quince días después, por casualidad, los guardias dieron con la pista de la muchacha. Ejercía la prostitución en un burdel de la calle Santa María, cerca de los jardines de Capitanía y de la iglesia de Santo Domingo. Conducida al Gobierno Civil, declaró que abandonara el hogar paterno «porque toda su familia eran ladrones, ella no podía vivir así y jurara huir y no volver jamás».

Su padre abusó de ella

Para corroborar lo dicho, añadió que «tanto su madre como su abuela, Baltasara Fernández Gómez, que ya fuera condenada por robo» se dedicaban a recorrer ferias de villas y pueblos cercanos «cometiendo un sinnúmero de raterías y sustracciones de telas, piezas y otros efectos de forma que, si registran su casa, hallarán géneros robados por valor de más de 100 duros».

Dionisia afirmó que ella nunca quiso participar en esos hechos y que, por eso, «sufría crueles y continuos malos tratos». Su padre -según dijo- se llamaba José Virosta y sufría condena «como monedero falso» en el penal de Burgos con el nombre supuesto de José Huertas. Denunció «que había abusado de ella, a partir de los 11 años, una vez en León, otra en Pontevedra y la última hará cosa de diez u once meses en la cárcel de Ponferrada en donde estaba preso y adonde fueran a visitarlo».

La declaración de la niña fue tan detallada y convincente que señaló la casa de Mondoñedo y los lugares donde «se guardan troqueles, cuños y demás útiles que, para falsificar moneda, empleaba su padre». Y fue tan rotunda que dijo al Gobernador que «si se acordaba enviarla de nuevo con sus parientes, volvería de nuevo a abandonarlos y fugarse adonde fuera, tanto es lo que los aborrece y los teme».

Casos de violación en Órrea y malos tratos a su esposa y abusos sexuales a una menor en Ribadeo

Un breve repaso a la prensa emigrante y regional de aquellos años permite comprobar que los casos de violación, malos tratos, violencia, etcétera, ocurrían igual que ahora sólo que con escasa proyección mediática y menor repercusión pública pues, con frecuencia, estaban implicados, como autores, gentes pudientes que tenían medios y contactos para evitar la difusión de los sucesos. Sin embargo, en la mayor parte de los sucesos que trascendieron los inculpados eran gente humilde o de escasos recursos.

En Mondoñedo, por ejemplo, se celebró un juicio por violación el 24 de octubre de 1893. Había practicado diligencias el juzgado de Riotorto y el de 1a Instancia de Mondoñedo seguía causa criminal contra Ramón Yáñez, O Francés, vecino de Fulgueirúa, en el lugar de Burducelo, por maltrato y violación en la persona de Manuela Fernández Moirón, su convecina, soltera, de 18 años, en el sitio denominado Vaga das Forcadas, en el monte de Santa Comba de Órrea.

Estupro

También por las mismas fechas, la violencia de género y el proxenetismo ya estaban instalados en sectores de la sociedad. En Ribadeo, el 28 de junio de 1891 la Guardia Civil detuvo a Antonio Vidueiros y lo puso en manos del juez de instrucción del partido para que le instruyese una causa por haber inferido heridas de gravedad a su esposa Carolina Rocha Ocaña. Y la Audiencia provincial de Lugo condenó el 22 de julio de 1893, en una causa sobre estupro, al ribadense Francisco Canabal Lozano a dos meses y un día de arresto mayor, accesorias correspondientes, costas procesales y una indemnización de 500 pesetas a Manuela F. Reinante Jarén, también de Ribadeo.

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Falsificaban moneda y la distribuían en las ferias

El 29 de abril del mismo año de 1893 -dos días después de que La Voz informara de la detención de la niña de 13 años en el lupanar del mencionado barrio coruñés- se comunicaba que la muchacha, tras pasar por el Hospital, había ingresado en el Hospicio Provincial de A Coruña con prohibición de salir sola a la calle hasta cumplir la mayoría de edad. Y poco después, el 1 de mayo, una vez conocidos los hechos, el Juzgado de Mondoñedo abrió diligencias e incoó un sumario para comprobar la veracidad de las graves acusaciones formuladas por Dionisia. Como resultado de sus averiguaciones, el juzgado participó el hallazgo en la vivienda de Luisa Fernández, madre de la niña fugada, de troqueles, piezas de ensamblaje y otros útiles necesarios para fabricar moneda falsa.

Con los nuevos datos en la mano, el Gobernador de A Coruña y el Jefe de Vigilancia requirieron, de nuevo, la presencia de Dionisia para tomarle nueva declaración. Y ella «ratificándose en lo manifestado anteriormente» añadió que un tío suyo, llamado Pablo Virosta, -domiciliado en Celanova donde se dedicaba a fabricar jabones- también era experto en confeccionar moneda falsa que luego distribuía la familia en ferias y fiestas. Finalmente, el 16 de mayo, el juzgado de Mondoñedo remitió un exhorto al de A Coruña en el que le notificaba que «temiendo caer en manos de la justicia, Luisa y Baltasara Fernández, madre y abuela de Dionisia, desaparecieron de la ciudad». E interesaba «la busca y detención de ambas sujetas por si se hallan aún en esa población, adonde habían ido a recoger a la niña».

Se cerraba así un círculo del cual este cronista no logró saber más: un padre ingresado en la cárcel de Burgos por falsificar moneda, no por violador o maltratador; una madre y una abuela, ladronas y cómplices de su marido y yerno, fugadas; y una niña de 13 años violada, maltratada, empujada a la marginación, en el Hospicio coruñés. El mundo siguió andando y por sus calles y caminos quedaron, como trastos desechables, vidas truncadas y algún nombre de mujer...