El capitán de navío que dirige el Museo Naval de Ferrol presentará esta noche en Viveiro el libro «Fragata Magdalena, gentes de mar y guerra»
22 mar 2019 . Actualizado a las 12:19 h.Recién llegado a la dirección del Museo Naval de Ferrol, a Bartolomé Cánovas Sánchez (Cartagena, 1955) le pidieron que diese una conferencia sobre la fragata Magdalena y el bergantín Paloma, los dos buques de la Armada Española que en la madrugada del 2 de noviembre de 1810, en plena Guerra de la Independencia, naufragaron el ría de Viveiro como consecuencia de un fortísimo temporal dejando cientos de marineros muertos. Cinco años después de aquella petición, el capitán de navío ha dado forma a toda la documentación histórica y recopilada en escenarios reales en Fragata Magdalena, gentes de mar y guerra, un libro apasionante que presentará esta viernes por la noche en Viveiro (Conservatorio Profesional de Música, 20.30 horas).
-¿Por qué un libro?
-El tema me apasionó muchísimo por el apoyo que dio toda la población de Viveiro en aquel momento, que abrió sus casas, dio comida, mantas..., y, sobre todo, lo más complicado, dio sepultura a una cantidad ingente de muertos, porque en aquel momento solo había un pequeño cementerio junto la iglesia de Covas, donde ahora hay un aparcamiento, pero no daba abasto. Así que las sepulturas se hicieron en la playa. Los ciudadanos de Viveiro hicieron muchísimas cosas que están reflejadas en pinturas como las del señor Neira Brochs, que recuerdan muy bien cómo debieron ser esos momentos.
-¿Hay una cifra exacta de fallecidos y supervivientes?
-Trabajamos con la cifra de 550 muertos porque también se hundieron ese día el bergantín Palomo y un barco inglés. En cuanto a los supervivientes, la cifra no se sabe porque aparte de los tres que se hundieron en la ría, había más barcos en el exterior de la ría que pudieron salvarse, con lo que no se ha hecho un recuento de las dotaciones.
-Las rías suelen asociarse a lugares «seguros» para los barcos en caso de temporal. Sin embargo, aquella fatídica noche la de Viveiro fue todo lo contrario...
-El concepto de abrigo de las rías es relativo. Lo es si las condiciones del mar no son muy malas, pero concretamente en aquella ocasión fueron muy malas. Y además, estos barcos venían de Santoña, donde habían perdido anclas, que es el elemento que te aguanta cuando hay mala mar. Con lo cual, las defensas que tenían para hacer frente al temporal eran muy limitadas.
-Una tragedia marítima de esas dimensiones hoy concentraría en Viveiro a medios de comunicación de todo el planeta...
-Muchas veces se ha dicho que el naufragio de la fragata Magdalena en Covas equivale al del Titanic. No fueron tantas personas muertas, pero el tanto por ciento sí que es mayor que el del Titanic. De producirse hoy, hubiera sido un siniestro incalculable, y por eso me animé a escribir este libro, para reconocer la aportación y el apoyo que dieron los ciudadanos de Viveiro ante esta tragedia.
-Casi siempre se habla del naufragio en general, pero detrás de cada marinero había una historia personal. ¿Conoce alguna?
-Sí, en este naufragio también hay historias románticas, como la de una chica cuyo novio era marinero, lo vio muerto y no quiso asumirlo. Iba a la playa todos los días a ver si volvía, y finalmente fueron enterrados juntos. Y otra cuestión es que a bordo de la Magdalena iba también el hijo del comandante y aparecieron los dos muertos abrazados en tierra. A raíz de ahí salió un edicto en las recién creadas Cortes de Cádiz diciendo que no podía ir nunca un padre con un hijo, o un hermano o alguien muy allegado a bordo del mismo barco.
«Las condiciones eran tan duras que la marinería tenía que competir con los gusanos por el pan»
Bartolomé Cánovas ha visto una «gran ocasión» para conectar el naufragio de la Magdalena con información que explica habitualmente en el Museo Naval sobre la marinería de aquella época en relación con la comida, los uniformes o la higiene.
-¿Cómo era la vida a bordo de navíos como la Magdalena?
-Como la alimentación era escasa en vitaminas, se producían bastantes enfermedades. La higiene personal se tenía que hacer con agua salada. Y como el agua era escasa y muy mala, se solía usar bastante alcohol. En las comidas los marinos españoles solíamos beber vino y los ingleses cerveza; algo que hoy sería totalmente inadmisible. El pan no se comía del día, sino que era una especie de galleta durísima, y las condiciones eran tan duras que la marinería tenía que competir con los gusanos por el pan. Una curiosidad es que encima de donde se guardaba, para protegerlo, se ponía un pez que se iba llenando de gusanos, y cuando estaba lleno se tiraba al mar y se ponía otro. Para dormir se instalaban «coys», una especie de hamaca que se colgaba del techo de la cubierta. Algo importantísimo porque si dormían en cubierta podían ser atacados por los roedores.
-¿Se enrolaban voluntariamente con esas condiciones?
-Había dos estamentos. Los oficiales, que iban porque les gustaba, era algo vocacional, y sus condiciones eran muy diferentes. Y la marinería, que en España todavía se enrolaba legalmente, en la matrícula, aunque en otros países era llevada a la fuerza.