Lo que el covid-19 le robó a Sar

Manuel García Reigosa
M. G. REIGOSA SANTIAGO / LA VOZ

ANDAR MIUDIÑO

PACO RODRÍGUEZ

Hubo aplausos y celebración tras la victoria, pero no es lo mismo sin la grada

03 may 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

El covid-19 es el coronavirus que amenaza la respiración y nos va robando las emociones. También las colectivas, como se pudo ver en el partido que libraron en Sar el Monbus Obradoiro y el Morabanc Andorra, un duelo que no sobresalió por su brillo pero que hubiese tocado la fibra de la afición durante los cuarenta minutos, especialmente, a la conclusión de la contienda. Porque fue una victoria cargada de oxígeno.

Sar sabe descifrar. Solo le pide al equipo que se vacíe sobre la pista, celebra un robo de balón o una buena defensa tanto o más que una canasta. A cambio garantiza apoyo inquebrantable. Sabe también que era un encuentro para dejar la permanencia muy al alcance de la mano. Valora las batallas y la guerra. El sábado todo salió muy redondo, pero no pudo retribuir ese esfuerzo con la gratitud de la aclamación y la ovación porque el deporte profesional sigue vedado a los espectadores.

Pero sí hubo intercambio de aplausos, de reconocimiento recíproco. La plantilla se dirigió a la grada y vio a los integrantes del palco puestos en pie. Incluso Rafa Silva, que por fin pudo disfrutar de un final de partido sin sobresaltos, sin marcharse antes de tiempo. Así celebraron el paso adelante del equipo porque unos y otros saben lo que cuesta, cada uno desde su trinchera.

Moncho Fernández decía a la conclusión de la contienda que este grupo está en lo más alto en cuanto a compromiso, por cómo ha hecho frente a una larga cadena de adversidades sin desfallecer. Y hay escenas, finalizado el encuentro, que así lo atestiguan.

No hay más que ver la celebración, puño en alto, del único jugador que no llegó a disfrutar de un solo segundo. Álex Suárez lo escenificó igual que Beliauskas, que no es de los más expresivos, o Daum, que siempre encabeza el pelotón de los más comunicativos. Gestos parecidos se vieron en el palco, incluso en alguien tan sosaina como el director general, José Luis Mateo. Faltan las matemáticas, pero ya se puede ir echando la vista al frente de otra manera.

Tampoco puede caer en saco roto el detalle que tuvo Albert Oliver al dirigirse a la grada y coger el panel con la fotografía de un aficionado. Se fue directo a la del padre de Gonzalo Rodríguez, ayudante de Moncho Fernández. Es uno de esos seguidores que no faltan a los partidos salvo por causa de fuerza mayor, y lo quiso hacer partícipe del baile de la victoria, en medio del grupo. No lo tenía pensado, le salió así en el momento.

Y así se acabó la fiesta, sin esas cenas de grupo que son una seña de identidad temporada a temporada y que no se pueden celebrar por el covid-19. Hay jugadores que se quedarán sin poder disfrutar de esa experiencia y sin conocer a la afición de Sar más que por los paneles fotográficos instalados en las gradas. Son las secuelas del coronavirus que no tienen que ver con la medicina pero minan el ánimo.