
Tras un par de meses dedicados a la familia y los amigos, vuelve a centrarse en el baloncesto, además de participar en seminarios, másteres y charlas
16 oct 2024 . Actualizado a las 10:07 h.El lunes 7 de octubre amaneció lluvioso, feo y desapacible, pero fue mejorando con el paso de las horas. Era el día elegido por la firma arzuana Toldos Gómez para celebrar su jornada anual de formación y convivencia con la plantilla. Cada edición incluye en el programa de actividades una conferencia para los trabajadores, de todos los departamentos, con un invitado cuya identidad no conocen hasta que lo ven aparecer en la sala. El del 2024 fue Moncho Fernández. No era la primera vez que lo intentaban reclutar para la causa. Pero cada lunes de los catorce años anteriores el Alquimista de Pontepedriña estaba en su despacho de Sar y no le resultaba fácil liberar una mañana. Cada lunes, cada día de la semana y cada mes, salvo los paréntesis del verano con un ojo puesto en el ocio y otro en el proceso para formar el equipo.
Esa rutina cambió en junio, cuando dejó de ser entrenador del Obra. Fue el punto final a una larga singladura que deja la estela de un récord de permanencia en la ACB al que probablemente le quede mucho tiempo de vigencia: trece años seguidos en un mismo banquillo, que suman uno más contando la campaña del ascenso en la entonces denominada LEB Oro. Son tres lustros muy absorbentes, con la cabeza siempre enfocada en un proyecto y la confección del siguiente, con poco espacio para la desconexión. Y de un día para otro el cambio es de 180 grados. Se cierra la puerta de Sar y se abre una situación nueva, en expectativa de destino, de espera, de no tener tiempo a tener todo el tiempo del mundo.
En esas está Moncho Fernández, aprovechando para atender frentes que tenía descuidados o a los que se veía obligado a renunciar porque la agenda no daba más de si. Como esa charla a la que pudo decir sí varios años después del primer intento.
«Después de quince años, he podido disfrutar de los míos, de la familia y de los amigos. Y eso es lo que he hecho hasta agosto», comenta el técnico santiagués. Esa etapa de acendramiento y complacencia también queda atrás. Y es ahí cuando se enfrenta a otra realidad: «Vuelvo a ver baloncesto como entrenador, tomando notas, analizando». El veneno del deporte de las canastas corre por las venas y eso es algo que no cambia en función de las circunstancias.
Ha tenido oportunidad de pasar unos días en Valencia, asistiendo a pie de obra a los entrenamientos del Valencia de Pedro Martínez. Y repitió experiencia en Málaga con el Unicaja de Ibon Navarro.
Son muchas las horas delante de la pantalla de televisión en casa, muchos partidos de «la Liga Endesa, de la Euroliga, de la Eurocup, la BCL y la Primera FEB».
¿Y el Obradoiro? Esa digestión emocional no es sencilla: «Es el equipo de mi corazón y soy uno más. Eso no va a cambiar nunca. Todavía no he vuelto por Sar, pero sí vi que había mucha gente en las gradas en el primer partido de la temporada y es bonito que sea así. Hay una buena semilla. El equipo está ante la liga más complicada de los últimos años, ojalá le salgan las cosas bien».
Lo que le permite su situación actual es atender peticiones como la de Toldos Gómez. Y otras de índole similar. Ha asistido como ponente a varios clínics y tiene pendiente uno en Oporto. También ha participado en un par de másteres.
La NBA y los Brooklyn Nets
La que más le atrae está por venir. En el horizonte cercano del mes de noviembre asoma un viaje de esos que valen doble: «Acabo de concretarlo. Iré unos días a Nueva York para ver algún entrenamiento de los Brooklyn Nets y también para verlos jugar en directo, aprovechando que Jordi Fernández está allí y se me brinda esa posibilidad».
Así es ahora la vida de Moncho Fernández, a la espera de que le llegue alguna oferta para volver a entrenar, sin darle demasiadas vueltas a las cosas, aplicando una de las máximas que siempre repetía en su larga etapa en el Obradoiro: «Tengo que preocuparme de lo que depende de mí».
De cómo el Obradoiro Racing Team cautivó a Toldos Gómez
En la charla que impartió Moncho Fernández a los trabajadores de Toldos Gómez, optó por articular su ponencia en torno a una propuesta de partida: ¿Por qué funcionan o no funcionan los colectivos? No es lo mismo un plantel deportivo que el de una fábrica, pero tienen muchos puntos en común. Y en los dos casos suele ayudar y sumar mucho el sentido de pertenencia.
En ese punto, uno de los momentos que concitó más atención fue el que recordó una temporada en la que el cuadro técnico vio que había que reforzar la cooperación dentro del grupo.
Echó mano de la fórmula 1, de la escena de los cambios de neumáticos, para elaborar un gran póster. Cada mecánico llevaba el número de un jugador del Obradoiro, cada uno haciendo su parte para que el coche funcionase como un reloj. A un lado aparecían los integrantes del cuerpo técnico. Y arriba, un título en inglés: «Nosotros siempre vamos completos de gasolina». Abajo, una invitación: «si quieres formar parte de esto, firma». Y el nombre de cada integrante de la plantilla. Lo vieron por primera vez en la pared del vestuario antes de un partido. Incluso un jugador comentó que podían haber escogido otro coche, que era el que menos corría. Pero enseguida empezaron a firmar. Uno tras otro. Y ganaron ese encuentro.
Además, el cuadro técnico instituyó cada semana la elección de la mejor jugada defensiva y empezó a otorgar un trofeo al ganador, de los que se puede comprar en cualquier bazar por un euro. Esas sesiones de vídeo, muy cortas, en las que se proyectaba la acción escogida, fueron muy bien recibidas por el grupo. Había cábalas tras cada partido sobre los candidatos a llevarse el premio. Al equipo le sentó bien aquella reflexión cooperativa.
De alguna manera, en Arzúa conectó Moncho Fernández sus dos grandes pasiones: el baloncesto y la docencia, porque hizo la carrera de Historia y de no haberse decantado por el balón probablemente hoy estaría impartiendo magisterio en las aulas. No le costó llegar a la audiencia.