
Ahora que estábamos convencidos de tener un juego interior invencible, llegó una gripe y tumbó a Brodziansky.
Palencia no metía nada, Balvin y Davison metían algo y los árbitros estaban empeñados en aplicar la ley de la ventaja. Con 9-0 Luis Guil pidió tiempo. No mejoró en ataque, pero, alternando defensas, impidió que el Obradoiro cogiese ritmo. Las rotaciones sí le sentaron bien y Wintering, Kunkel, Oroz y Nkereuwen vieron el aro más grande.
El Obra, con Barcello saliendo malparado de los contactos (0 de 5) y Brad Davison y Sergi Quintela abusando del bote recordaba al de principio de curso. El 35-34 del descanso decía que ganábamos por uno, pero las sensaciones no eran buenas.
En el tercer cuarto nada mejoró. La única buena noticia llegaba en forma de faltas. Palencia entró en bonus rápido y hasta cinco jugadores sumaron la tercera (Kunkel cuatro).
El Obradoiro seguía sin encontrar espacios, ni con tres pequeños ni con Oliver Stevic al cuatro. Wintering seguía sumando y Nkereuwen, cual Brodziansky, hacía daño a Balvin atacándole desde 6,75.
El último cuarto
Y el último cuarto empezó con Palencia cuatro arriba, la novedad de Álvaro jugando al cuatro y los de Guil sumando su cuarta falta en un par de minutos. Dos triples de Álvaro, penalizando la defensa hundida de Vaulet, le dieron la vuelta al partido.
Guil pidió tiempo y devolvió a pista a Wintering, Kunkel y Nkereuwen. Palencia volvió a ponerse tres arriba. El partido seguía donde quería el entrenador visitantes, salvo por las faltas, Álvaro Muñoz (su tercer triple jugando de 4 empató el partido) y el momento Barcello. Un tres más uno, su décimo punto, todos en el último cuarto, puso al Monbus Obradoiro cuatro arriba en el marcador.
Una pérdida de balón de Palencia y un mate de Balvin hicieron soñar con el average, pero, en una afortunadísima jugada, Palencia anotó cuatro puntos a falta de veinte segundos en los que hubo tiempo para que el Obra sumase 5 de 6 tiros libres contestados por otros 2 de Wintering (falta rápida innnecesaria de Brad) y una canasta rápida de Kunkel.
Veinte segundos tan alocados que Kunkel no fue consciente de que un triple empataba el partido y dejó a todos estupefactos, y a Luis Guil al borde del infarto, anotando otra bandeja.